Julia está bien, de Bárbara Montes

Autor:

LIBROS

«El tono es ligero, sin aspavientos ni exploración en el lenguaje: la trama pura»

 

Bárbara Montes
Julia está bien
EDICIONES B, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Bárbara Montes ha dado el paso que es común en muchas narradoras. De la literatura infantil y juvenil, a la novela para adultos, que en este caso se resuelve en una exploración entre dos mujeres. Estamos en 2011. Sofía trabaja en la empresa que dirige su marido, bronco e infiel. Al llegar a la cuerda floja del divorcio, también se cae su trabajo y así, separada y en paro, su madre le propone vivir con su abuela y ejercer de cuidadora a cambio de un sueldo. Ello da pie a que aparezca la figura del abuelo como recuerdo, y la nieta le pide a la abuela Julia que le cuente cosas de su pasado. Así, capítulo tras capítulo, y con estructura de contrapunto, se despliega el relato de la nueva situación de Sofía —que Julia, casi ciega, sabe ver sin embargo cómo transcurrirá— y también viejas historias de la Guerra Civil. Y, entre ambas, con una presencia siempre definitoria, emerge la historia del abuelo Salvador, pintor de los caballos de los tiovivos.

Salvador es un hombre avanzado a su época. Cree en la igualdad entre hombres y mujeres e incluso le plantea a la que será su futura esposa que compartan las tareas del hogar si ella, tras casarse, desea seguir trabajando. Difícil que en los años treinta un hombre pensara de esa manera, y más en un lugar aparentemente tan conservador en lo moral como las tierras extremeñas. Pero esta misma ideología es la que lleva a Salvador a enrolarse como miliciano, tampoco es fácil. La columna de Yagüe iba arrasando con todo lo que se movía en Extremadura. La historia de Julia es una historia de separaciones y de sacrificios que este cronista no se atreve a desvelar, por lo de no descubrir la sorpresa.

En 2011 es una viejecita sin vista, pero a veces olvidamos que esas ancianas que vemos por la calle y parecen el ser más indefenso del mundo, seguramente han sido las mujeres más fuertes, las más valientes. Julia lo fue, lo fue mucho más de lo que en 2011 es su nieta, incapaz de desligarse del todo de una relación tóxica, con otros parámetros de vida en los que conseguir un trabajo es el máximo problema.

Sin embargo, estas dos mujeres tan diferentes, que viven en épocas que parecen dimensiones sin contacto, son capaces de converger en la venganza contra lo que las atenaza, sin mala conciencia, casi con alegría, y parecen erigirse en mujeres fuertes, libres. Que deciden por sí mismas y que gozan de apasionadas historias de amor.

Cosa curiosa: a lo largo del recorrido de la trama, apenas se ven hombres y, los que hay, son extremos en la bondad o la maldad, como si los viejos tópicos sobre las mujeres decentes y las otras se aplicasen aquí al sexo masculino. El tono es ligero, sin aspavientos ni exploración en el lenguaje: la trama pura, un entramado al que se puede acusar quizá de sentimentaloide, pero que no se puede negar que es también emocionante.

Anterior crítica de libros: Wes Anderson, de Ian Nathan.

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