“Si estoy enfadado o triste, cojo la guitarra, compongo y todo vuelve a estar bien. La música me ha dado muchas cosas, por eso sigo haciéndolo y es inevitable que lo haga desde esta perspectiva”
Nació en Nebraska, pero ha vivido en Texas, Tennessee… y desde hace tiempo, en Valencia. Estando aquí recogió, el pasado año, el Goya a la mejor canción por ‘Do you really want to be in love’, incluida en la banda sonora de “La gran familia española”. Más allá de sus incursiones en publicidad, cine y televisión, sigue adelante con su carrera discográfica con un nuevo trabajo, “The embers of time”. Wilma Lorenzo charla con él.
Texto y foto: WILMA LORENZO.
Josh Rouse es un perfecto copista y experto retratando la vida. Un artesano de la música que utiliza las emociones como materia prima y las modula desde la perspectiva más optimista. Un autor que conoce el lado agrio y lo muestra con dulzura.
“The embers of time” es su undécimo disco, o como él dice, “uno más”. Otra etapa de su vida, esta vez protagonizada por la mirada al pasado y el miedo al presente. Una reflexión sobre el espacio-tiempo, para la que Rouse ha querido mostrarse especialmente natural. Recurriendo a primeras tomas, ensalzando el error como aquello que argumenta la humanidad del arte y defendiendo la belleza de lo imperfecto. A la pregunta de “¿cómo estás?”, Josh responde dándonos la clave de su persona: “Estoy vivo, que es lo importante”. Vivo y vomitando emociones, hablamos con él sobre su último trabajo.
Además de “estar vivo”, estás a punto de ver cómo las canciones de ‘The embers of time’ pasan de ser tuyas a ser de todos.
Sí. Ha llegado ese momento. Yo ya he grabado las canciones, las he convertido en un disco, y ahora es el momento de tocarlas en directo y ver qué pasa. Pero no tengo muchas expectativas al respecto, la verdad. Tengo tantos discos y llevo tanto tiempo…
¿Qué pasa con una canción cuando es interpretada por primera vez en directo?
Se convierte en otra cosa. Nunca sabes lo que va a pasar con ella, es imposible saberlo. Hoy día es cierto que pienso más en cómo van a funcionar en directo a la hora de componer mis canciones. Porque es en directo donde realmente la gente se va a encontrar con ellas, más ahora que no se venden discos. Pero siempre me sorprende algo. Igual piensas que una canción va a gustar más y otra menos, y luego ocurre al revés. Es muy interesante, porque por mucho que pasen los años, no te puedes anticipar.
Algunas de las canciones ya las has tocado, ¿cómo ha ido?
Sí, sí. Y han funcionado muy bien. Aunque diré que es algo que depende de la noche también, ¿eh? No es lo mismo un miércoles en Zaragoza que cualquier otro día. Un miércoles con este frío, quizá la gente no va muy animada (risas).
Presumes de estar siempre buscando algo nuevo, ¿de qué se trataba en esta ocasión?
Conseguir un disco mucho más directo y natural. Muchas de estas canciones las he hecho en Valencia, solo con la guitarra. Esa búsqueda ha dado lugar a un disco un poquito más folk, pensado en directo y que funciona muy bien con guitarra y voz. Y había hecho algo así antes, pero no tanto; normalmente había una banda tocando. En este disco también, pero después. Además, en este caso hay un par de canciones que hemos grabado con la banda en directo. Lograr algo lo más natural posible era el objetivo.
¿Por qué esa búsqueda de la naturalidad?
Porque me gustan mucho los discos que suenan así, las canciones que suenan naturales. Quería buscar errores o imperfecciones, porque hoy en día escuchas música moderna y todo suena bien. Como puedes perfeccionar todo en el estudio, yo me dediqué a buscar lo contrario y potenciar ese punto más humano.
Es decir, que se note que hay una persona ahí detrás.
Claro. Y lo cierto es que la voz no está muy afinada, pero no sé, me gusta eso. Me encanta volver a escuchar las canciones ahora y decir: “Ah, mira esto. No está bien”. Creo que si es perfecto no es arte. Por eso me gusta el caos.
‘The embers of time’ es un disco más folk para el que vuelves a contar con la figura de Brad Jones, ¿por qué?
Lo primero, porque me encanta Nashville. Es la base de la música para mí. Siempre voy ahí una vez al año y me aburro, entonces le llamo y le pregunto si le apetece hacer unas canciones. Él dice que vale, y las hacemos. Es divertido y rápido trabajar con él. Además me gusta porque no tenemos que hablar mucho. No sé, empezar una nueva relación con un nuevo productor creo que me costaría. Hombre, sí me gustaría trabajar con Rick Rubin.
Ahí sí buscarías una nueva relación, ¿no?
(Risas) Se haría lo posible, sí.
¿Cuándo empiezas a componer las canciones de este álbum? Si no me equivoco, canciones como ‘New young‘ fueron compuestas hace tiempo.
Sí, hay un par que estuve tocando durante años, que eran sólo una idea a la que nunca llegaba a poner una letra. Un día estaba leyendo un libro y las letras salieron. Fue más o menos en noviembre de 2013 cuando comenzó la gestación. Estaba con el único chico que hay en Valencia que habla en inglés y hace terapia. Tuve varias sesiones con él, más que nada por hablar con alguien en inglés una hora cada dos semanas (risas). Y molaba mucho, la verdad. Me ayudó a mirar mi vida y mi pasado, y a la vez vivir el presente. Me surgió así la idea de hacer un disco que fuera sobre el tiempo y sobre mi vida. Aunque casi todos mis discos son muy personales. Lo único que hago es cambiar las palabras para hablar de mí y que resulte interesante y no contar “Hola, me acabo de tomar una cerveza”.
Bueno, al final “todos nos tomamos cerveza”. Me refiero a que ahí reside la conexión, en hablar de aquello que tenemos en común.
Ya, eso es cierto. Cuando hablo de emociones sé que de alguna forma eso va a llegar a alguien. Del mismo modo que escucho a John Lennon y él no hacía otra cosa que hablar de su vida. Lo más importante en la música es el instinto. Yo no tengo nada más que eso.
Háblame del proceso de grabación: ¿con quién trabajas además de Brad? ¿Fue en tu estudio?
Lo hice con Brad y Xema Fuertes en el estudio que tenemos en Valencia. Como llevo años de experiencia, la verdad es que fue muy rápido. A estas alturas hago una canción o dos en una sesión, así que después de tres o cuatro sesiones tengo el disco. Después en Nashville hicimos seis canciones en dos días. Como decía antes, el objetivo era conseguir algo muy natural.
Fue literalmente vomitar las canciones.
Sí. Luego incluimos cuerdas o cosas así, pero la base la hicimos así de rápido. La voz y la guitarra las hice a la primera, en el momento. No es perfecto pero me gusta así. De eso se trataba este disco.
Pasan los años y crece el volumen de discos y canciones, pero se mantiene en tu música esa mirada optimista que huye del drama. ¿Por qué abordar siempre los temas con esa actitud? Parece que siempre te fuera bien.
No me va siempre bien, pero la música es mi manera de hacer todo. Es cómo me gano la vida, cómo disfruto, cómo me expreso. Si estoy enfadado o triste, cojo la guitarra, compongo y todo vuelve a estar bien. La música me ha dado muchas cosas, por eso sigo haciéndolo y es inevitable que lo haga desde esta perspectiva.
‘Crystal falls’ es uno de los temas que habla del pasado y su forma de influir en el presente, ¿con qué te quedas y con qué no de toda tu carrera?
Mi segundo y tercer disco están bien, pero me los podría haber ahorrado. Es divertido porque hay a fans que les gusta especialmente y no lo puedo comprender (risas). Pero lo demás estoy muy satisfecho, siempre hay cosas que mejorar, pero por lo general estoy orgulloso de todo.
Realizaste la banda sonora de “La gran familia española” de Daniel Sánchez Arévalo, con la que ganaste el Goya a la Mejor Canción Original por ‘Do you really want to be in love’. Pero tu vinculación con el mundo audiovisual ya la vimos en publicidad con ‘Quiet town’, en cine en ‘Vanilla Sky’ y en las series ‘Doctor House’ o ‘Anatomía de Grey’. ¿Por qué crees que tus canciones son tan bien recibidas en ese ámbito?
Porque es música agridulce, como la vida. Hay muchos directores que escuchan mi música y encuentran esa mezcla que funciona perfecta en cine. Tampoco llaman demasiado la atención mis canciones. Son más bien algo sutil y bonito.
¿Cómo cambia la composición de una banda sonora en comparación con una canción propia?
A parte de la canción con la que gané el Goya, fue bastante fácil coger una escena y poner la música. No tienes que pensar en letras, piensas en las emociones y lo que te quiere transmitir esa escena. Para mí el proceso era muy natural. Un proceso largo porque hay casi dos horas de película, y con la dificultad de trabajar para alguien más. Si compongo mis canciones yo decido qué sí y qué no. Son mis canciones, no tengo que cambiar nada. Pero aquí sí.
¿Cómo lo asimilaste?
Pues sin entender a veces el por qué, pero en este caso Daniel me dio bastante espacio y libertad para crear. Aún así ha sido un aprendizaje útil, modificar algo con lo que ya estás satisfecho para alcanzar otra cosa con la que también lo estés. Ha sido muy útil.
Con este álbum, ¿cuál es ahora el nuevo horizonte?
En realidad, al tener tantos discos la verdad es que mis expectativas no son muy altas. Ya está. Acaban de darme el cedé físico y vale. Lo pondré ahí con los otros. Seguir tocando en directo es lo que me emociona. Aunque sí hay algo que me gustaría: tener un hit algún día. A nivel grande. Pero la realidad es que estoy bien, contento con lo que venga.
¿Cómo mantienes la ilusión? Porque no es simplemente “uno más”.
Porque es divertido hacerlo: sacar un disco y saber que hay un público que va a escucharlo. Eso es bonito. Me puedo ganar la vida con mis ideas y mi creatividad. Eso es lo que me mantiene aquí, por lo que sigo haciendo esto. Puedo vivir de la música sin que nadie me diga nada sobre cómo hacerla. Hago lo que quiero y encima hay gente que lo está esperando. Es una terapia para alguien más. Hay personas que se emocionan con mis canciones y eso lo es todo.