“El mayor espectáculo del momento, el disco más vendido no solo del año sino de toda la historia del rock nacional, recalaba en pueblos de dos mil habitantes sin infraestructura ninguna. Imagina el caos, la precariedad, los mogollones, la locura, todo fue desbordante”
Josemi Valle, con su libro “Rock & Ríos. Lo hicieron porque no sabían que era imposible”, ha pagado una deuda histórica con un disco y una gira que cambiaron el rock español. En esta entrevista habla del mítico “Rock & Ríos.
Texto: EFE EME.
Parece que el concierto de “Rock & Ríos” en Salamanca, siendo un chaval, te marcó profundamente, ¿fue así? ¿Qué sucedió para que te impactara tanto?
Aquel concierto se celebró el jueves 16 de septiembre de 1982 en la Plaza Mayor de Salamanca. Yo tenía trece años y sentía una tremenda admiración por Miguel Ríos. Me sabía el “Rock & Ríos” de memoria. No solo yo. Todos mis amigos también. Siempre pensé que la mitificación de aquel concierto se debía a que me pilló en una edad muy porosa para inflamar las emociones e impactar en la memoria. Pero es que lo mismo que me ocurrió a mí le ocurrió prácticamente a todo el mundo que acudió a la Plaza. Conozco a innumerables personas de edades muy variopintas que asistieron aquel día a la actuación y todas la recuerdan con adjetivos superlativos. Creo que uno de los motivos del impacto fue que se trató de una experiencia inaugural para todos nosotros. Fue el primer concierto de dimensiones multitudinarias al que asistimos en un momento de vindicación democrática y ansias de convertir la calle en un espacio compartido por la sociedad civil, poco instruida en la libertad y en la autonomía personal. También fue la primera vez que en un emplazamiento tan hermoso como la Plaza Mayor se celebraba un concierto así.
Allí nos citamos cuarenta mil personas y veinte mil más en las calles adyacentes sin poder acceder a la Plaza Mayor. El concierto era gratuito y habían llegado autocares de todas las ciudades de alrededor, desde Madrid hasta Cáceres pasando por Zamora, Béjar, Valladolid, Palencia. Nunca antes se había vivido algo ni remotamente parecido. Fue tan desbordante, tan masificado, tan tremendo, había tal fervor por vivir en directo el “Rock & Ríos”, que los responsables del Ayuntamiento estaban acongojados de que ocurriera una tragedia al no existir ningún precedente de un evento así (y además demonizadamente rockero) y no saber si estaban gestionando correctamente la logística. Durante varias horas toda la ciudad estuvo colapsada, peligrosamente incomunicada con los hospitales, y la dejó al albur de riadas humanas intentando sin conseguirlo entrar en la plaza. Hace poco me he enterado de que el entonces concejal de cultura y festejos al acabar la actuación y ver que no había ocurrido ninguna desgracia ni desórdenes públicos como auguraban los sectores más conservadores, se echó a llorar. Llevaba todo el día acumulando una tensión que al final no pudo reprimir.
¿Este libro es, por tanto, como un sueño realizado?
Quizá sí y no sea todavía consciente de ello. Cuando yo me enfrento a la redacción de un libro es porque no sé o no sé del todo, y escribirlo me va a permitir saber algo más. Es una pelea contra mi ignorancia. Si a aquel chaval que se encontraba en mitad de la marabunta viendo a Miguel en el escenario de la Plaza Mayor le dicen que treinta y tres años después escribiría un ensayo explicando lo que estaban viendo sus absortos ojos, no se lo hubiera creído. Escribir este libro ha sido como hablar todo el rato conmigo mismo pero cuando yo tenía trece años. Un deber de explicarme y comprender por qué ese disco y ese espectáculo me hicieron amar el rock and roll.
Sostienes que “Rock & Ríos” es el “Made in Japan” del rock español, ¿lo ves de ese modo, qué crees que tiene de especial este álbum?
Cuando un disco penetra en la vida pública como lo hizo el “Rock & Ríos” aquel 1982 se tienen que alinear muchas circunstancias. Una sola no lo puede explicar. Pero al margen de circunstancias sociales muy concretas (pulsiones de cambio, finalización de la Transición con la llegada de la izquierda al poder, deseos de un mundo mejor, dejar atrás la grisura franquista, eclosión de contramodelos culturales, la normalización del rock tras vivir en la catacumbas, etc.), musicalmente el “Rock & Ríos” es portentoso. Miguel Ríos tenía un repertorio imbatible y lo presentó en directo de un modo más imbatible todavía. Y por supuesto que es nuestro “Made in Japan”. Desde su publicación se erigió en el paradigma de los álbumes en directo. Hasta hoy.
“Rock & Ríos”, y pensamos tanto en el disco como en la gira posterior, tuvo una incidencia social formidable, ¿a qué crees que fue debido?
Es lo que comentaba antes. Distintas circunstancias confabuladas formaron la tormenta perfecta con la que se encontró Miguel Ríos para que un público heterogéneo e intergeneracional sintonizara con aquellas canciones tan emancipatorias. Ahora bien, Miguel fue el candidato que hizo más méritos para que esa maravillosa tormenta le eligiera a él y a su disco.
¿Qué papel piensas que jugó Miguel Ríos en aquellos primeros años ochenta en el rock español?
Fue su emisario, su portavoz, el que realizó la transición que llevó el rock al público masivo cuando aún pertenecía a sectores marginales. Miguel Ríos era algo así como el hermano mayor de los rockeros. Sacaba como mínimo una década a los músicos de los grupos con los que se movía. De ahí el cariñoso apelativo de viejo rockero. Pero además llevaba veinte años en el tajo. Esa experiencia de tipo curtido en el pleistoceno de nuestra música fue clave para pelear por la dignificación de un ecosistema muy maltratado. En aquel 1982 logró conjugar como nadie el rock social para las grandes audiencias.
¿Fue determinante para dignificar y popularizar el rock español?
Absolutamente. En la gira del “Rock & Ríos” cada concierto era una lucha por dignificar la figura del músico, siempre minusvalorado, menospreciado y asumiendo las exigencias de los promotores. Nadie hizo más que él. Y logró darle al rock español una audiencia y una notoriedad inéditas. También aquí se dieron multicausas que propiciaron su hipervisibilidad. En el libro trato de desentrañarlas.
Con el tiempo, o por lo menos esa es la imagen que ha quedado, se ha mitificado no solo el disco sino también a la banda que lo grabó, e incluso se pedía su reunión. ¿Por qué crees que sucedió esto?
Es que la banda que acompañó a Miguel Ríos en el “Rock & Ríos” era alucinante. En la grabación llevó tres guitarristas de nivel: John Parsons, Paco Palacios y Antonio García de Diego. En los momentos más heavies aparecía Salvador Domínguez y su revolucionaria guitarra. Estamos hablando de cuatro guitarristas excepcionales. En las teclas y flauta travesera estaba This van Leer, músico muy reputado en Europa por su liderazgo con los holandeses Focus. También Mariano Díaz, más metido en crear ambientes con los sintetizadores. Al bajo estaba Tato Gómez, líder musical y espiritual de la banda. Y luego tuvieron la maravillosa ocurrencia de contar con dos baterías, Mario Argandoña y Sergio Castillo, a cada cual más fino, que multiplicaban la efervescencia de las canciones. Eran todos unos virtuosos, muy amigos y con inquietudes espirituales. Creo que la mezcla de talento, afecto y espiritualidad propició la magia.
“Carlos Narea me contó que en másteres de sonido explica cómo grabaron el ‘Rock & Ríos’ y los alumnos actuales, educados en el cosmos digital, no se lo pueden creer”
¿El productor Carlos Narea, fue determinante para que “Rock & Ríos” suene del modo que lo hace?
Narea estaba al tanto de todo y, aunque era el productor, era sobre todo el brazo derecho de Miguel. El “Rock & Ríos” suena maravillosamente bien. En el libro explico qué estrategia técnica emplearon para lograrlo. Pero también hay algo mágico, inexplicable, aleatorio, que quizá no solo tenga que ver con lo tecnológico, sino con el factor humano y la amistad de aquellos músicos tan enfermos de perfección. Ahí es donde creo que está la parte mágica. Ese algo ininteligible que hace de este disco algo grande e irrepetible. Carlos Narea me contó que en másteres de sonido explica cómo grabaron el “Rock & Ríos” y los alumnos actuales, educados en el cosmos digital, no se lo pueden creer. Hay una brutal asimetría entre los medios empleados, a pesar de contar con el mejor estudio móvil de Europa, y el resultado final. Roza lo milagroso. Y sin recordings.
En realidad, leyendo tu libro, queda patente que la gira del “Rock & Ríos” fue bastante caótica y sirvió, esencialmente, para que Miguel y Carlos Narea aprendieran lo que no había que hacer. Experiencia que volcarían en “El rock de una noche de verano”, la primera gira en condiciones del rock español, la más grande y organizada hasta el momento. ¿Fue así?
Sí, así es. La gira del “Rock & Ríos” fue singular por una razón que nunca después se ha vuelto a dar en ningún otro artista de semejante poder de convocatoria. Muchas fechas de la gira se cerraron con mucha antelación, sin ni tan siquiera haberse grabado el “Rock & Ríos”. Miguel Ríos era conocido, pero no estratosféricamente conocido como le ocurrió meses después al editar el doble álbum. Esto provocó situaciones esperpénticas. El mayor espectáculo del momento, el disco más vendido no solo del año sino de toda la historia del rock nacional, recalaba en pueblos de dos mil habitantes sin infraestructura ninguna. Imagínate el caos, la precariedad, los mogollones, la locura, todo fue desbordante. Y les pilló por sorpresa. Jamás nadie imaginó que aquello iba a suceder y que si sucedía fuera a ser tan gigantesco. Tomaron nota y lo aplicaron al año siguiente. “El rock de una noche de verano” es el “Rock & Ríos” profesionalizado. Sin margen para la sorpresa. Tampoco para la tragedia.
Miguel Ríos peleó mucho, en la gira de “Rock & Ríos”, por las condiciones del músico de rock…
Sí. Eran otros tiempos, todo muy antediluviano, muy polvoriento, y parecía que la sensibilidad de los rockeros no ponía pegas a nada. Y Miguel dijo no muchas veces. Una le costó pasar la noche en el calabozo.
¿Te quedaste “colgado” en “Rock & Ríos” o has seguido de cerca la trayectoria posterior de Miguel?
He seguido toda su trayectoria, ya no con esa idolatría de aquellos años pero sí con enorme curiosidad y mucho cariño. Conozco muy bien la obra de Miguel.
El trabajo de campo e investigación te ha llevado a entrevistar a todos los principales protagonistas del “Rock & Ríos”. ¿Les extrañó que estuvieras trabajando en un libro como este? ¿Te lo pusieron fácil?
No, no les extrañó mi interés y todos me trataron con mucha amabilidad. Aquí quiero nombrar a María Parsons, la mujer del guitarrista John Parsons, que fue la que más me ayudó a que el libro quedase lo más completo posible, y eso a pesar de la distancia que separa Colonia de Salamanca. Ella me facilitó muchos contactos y puso su memoria a mi disposición. Lo que sí les produjo sorpresa a los entrevistados es cuando les confesaba que sus impresiones actuales no eran lo importante para mí. Yo solo quería información y descripciones del propio evento. No iba a poner en el libro ningún testimonio actual. Todo lo que aparece entrecomillado en sus páginas está extractado de la prensa de entonces.
La narración en el libro transcurre en tiempo real: los hechos van produciéndose mientras leemos. ¿Te resultó complejo narrar de este modo?
Muchísimo, pero me lo planteé como un reto literario, una forma de jugar con mi prosa de un modo distinto a mi anterior libro. Tuve que cambiar por completo el modo de relacionarme con referencias muy asentadas en mi acervo cultural. Pasé de dialogar con ellas en pasado a hacerlo en presente y en algunos casos en futuro. Para articular correctamente esa elasticidad de los tiempos verbales tuve que ensayar y corregir mucho. También multiplicar la investigación y la documentación. Fue un cambio significativo que decidí implementar cuando llevaba la mitad de la obra redactada. Era muy fácil cometer errores. Seguro que alguno se me ha colado. Como contrapartida, la narración se vuelve muy vívida y veraz.
Escribiste también una biografía de Asfalto y Topo, los verdaderos precursores del rock urbano, y en el libro del “Rock & Ríos” sostienes que Miguel Ríos, en aquel tiempo y con este álbum, se imbuyó en dicha corriente. ¿Qué tiene de especial para ti el rock urbano, que tanto te atrae?
Supongo que su eclosión coincidió con que yo tenía una edad en la que la música posee mucha centralidad en los resortes identitarios de las personas. Más todavía en aquellos años en los que la música a su vez tenía un incontestable protagonismo en la vida social. Se juntaron ambas cosas. El rock urbano me gustaba por sus guitarras y por el costumbrismo de sus narrativas.
Si tuvieras que valorar el papel de Miguel en la historia del rock español, ¿cómo lo harías, qué posición ocuparía?
Es un grande. Desde luego el que más ayudó a que el rock en España sea lo que ahora es. Y en mi biografía emocional goza de un puesto privilegiado.
¿Su figura ha sido lo bastante reivindicada?
Afortunadamente en los últimos años ha habido una merecida resurrección de su figura. Pero vivió unos años en los que rara vez se le citaba. Era tan lacerante su olvido que hubo un momento en que parecía que el “Rock & Ríos” no había existido y a todos los que lo disfrutamos nos habían practicado una severa lobotomía. El relato oficial contaba una historia que no casaba con la memoria personal de muchos de nosotros, que habíamos vivido realidades sonoras y estéticas mucho más plurales. Reparar esta injusticia también me motivó a hacer existir este libro.
¿Andas preparando otro libro de temática musical?
He acabado muy exhausto con la tremenda investigación y la peculiar redacción del libro del “Rock & Ríos”. Necesito descansar. Pero te confesaré un secreto: no estoy preparando ningún nuevo libro, pero sé que mi cerebro sí.