“No podemos dejar de entusiasmarnos cuando nuestras canciones están sonando de esa forma, pero hay que mantener la cabeza fría, hasta cierto punto, para no dejarnos llevar por ese entusiasmo”
Arancha Moreno asistió a la presentación de la gira «Soltad a los perros», que une a José Ignacio Lapido y Quique González. Luego, tras la rudea de prensa, los entrevistó.
Texto y fotos: ARANCHA MORENO.
Se tenían ganas, y desde hace mucho tiempo, pero han tenido que pasar diez años de amistad para encontrar el momento de girar juntos. El próximo 11 de octubre, José Ignacio Lapido y Quique González arrancan su tour «Soltad a los perros», todo un experimento que aúna a los dos veteranos en una misma formación, interpretando al alimón temas de uno y otro y acompañados por otros cinco músicos en el escenario. Una nueva banda de dos cabezas, fusionando repertorios y defendiendo a medias cada tema, algo que se ve muy poco en nuestro país.
Acuden a la Sala Sol de Madrid, con el periodista Santi Alcanda como maestro de ceremonias, para realizar ante medios especializados y una veintena de invitados un avance de lo que harán en los próximos meses. Interpretan cuatro temas: ‘Nubes con forma de pistola’, la única canción de 091 que sonará en la gira, según anuncian; ‘El más allá’, del repertorio en solitario de Lapido; ‘Clase media’, el último single que ha lanzado Quique, y ‘Deslumbrado’, otro tema del madrileño. Un muestreo muy variado, hilado a dos voces y con dos guitarras, y a ratos con la armónica que acostumbra a sacar Quique, en el que demuestran con qué suavidad encajan los dos repertorios, y los dos músicos, entre los que siempre ha habido química musical y personal.
La aventura la emprenden con cuatro músicos de sus respectivas bandas: el guitarrista de Lapido, Víctor Sánchez; su teclista, Raúl Bernal y dos músicos de Quique, Edu Olmedo a la batería y Pepo López a la guitarra. El quinto integrante es el productor y bajista Ricky Falkner, el elemento “neutral” de esta equilibrada banda, “en el centro de la balanza”, como explica Quique. Los siete han pasado una semana ensayando en Capileria, un pequeño pueblo montañoso en plena Alpujarra granadina, tal y como cuentan minutos después en una entrevista a EFE EME: “Ha sido de una forma más fácil y más ágil de lo que parecía”, aclara Quique. Y continúa: “Llegamos por la noche y montamos. Tocamos sin Ricky porque llegaba al día siguiente, y vimos que antes de tener el bajo ya había algo”. Para aprovechar las sesiones, “ensayábamos todos los días desde las diez, diez y media de la mañana, hasta que yo…”, cuenta Quique, incapaz de terminar por la risa. Un rato antes, había confesado que Lapido llevaba en pie desde las cinco y media de la mañana, y prácticamente “iba con el látigo”. “Puse una cláusula en el contrato”, sonríe su madrugador compañero, a sabiendas de que los horarios no han conseguido perjudicar el buen tándem. “Ensayábamos hasta la hora de comer, y luego por la tarde hasta las ocho y media o nueve, en un local que nos dejó el Ayuntamiento, de ensayo, en un barranco, en un sitio alucinante”, explica Quique.
Los ensayos de la gira, pues, se han gestado en lo más alto de la Alpujarra, por idea expresa del granadino. “Tenía mis dudas, porque la casa estaba en el fondo del pueblo y el ensayo en la parte alta. Pensaba: “verás estos tíos, ¡no sé si van a estar acostumbrados a subir cuestas!”. Les costó, la primera fue de categoría, sudaron”, recuerda divertido el impulsor. Esa misma sensación de camaradería ha predominado toda la semana. “Nos hemos reído mucho”, cuentan, y después del trabajo llegaba la recompensa: “Hemos estado muy a gusto, comiendo superbien, la sopa alpujarreña es un hallazgo en mi vida”, ríe el madrileño.
En ese clima cómplice no se ha producido ningún desacuerdo: “No lo ha habido, o no lo hemos manifestado”, asegura el rockero madrileño. Todos han remado en la misma dirección, hasta los músicos, que acudieron a la cita con la lección aprendida y la mejor predisposición: “Se habían estudiado la música y eso facilita mucho las cosas. Además, han conectado muy bien, parecen amigos de toda la vida”, afirma Lapido.
Cuando uno trabaja con alguien con quien tiene química musical y personal, enfrentándose a un repertorio que disfrutaba antes como público, ¿pesa más el corazón o la cabeza? Ambos separan la parte emocional de la profesional: “Los dos somos bastante responsables y cerebrales”, declara Quique. Y José Ignacio comparte su reflexión : “No podemos dejar de entusiasmarnos cuando nuestras canciones están sonando de esa forma, pero hay que mantener la cabeza fría, hasta cierto punto, para no dejarnos llevar por ese entusiasmo”. En ese fluir natural, ambos notaban sensaciones nuevas: “Pasan otras cosas con tus canciones, estás en otra posición, compartiendo”, narra el madrileño. El granadino asiente: “Estás como dentro y fuera, metido en la banda pero viendo cómo tus canciones se están interpretando de otra manera. Es placentera esa sensación”.
Ese peso compartido ha sido tan natural que no han querido fijar la intervención vocal de cada uno: “Ha habido un intercambio, te vas acercando al micro… no había un guión”, cuenta Lapido. Y sigue sin haberlo. “Hay que cubrirle las espaldas al otro, a mí me encanta eso”, confiesa Quique. Así, haciendo equipo, han conseguido hacer propios los temas del otro compositor: “Los problemas los tengo con mis propias canciones, ¡me sé mejor las suyas que las mías!”, bromea el granadino.
Así, casi sin darse cuenta, están materializando un proyecto que gestaron alguna noche “en un garito después de un concierto”, como han aclarado en la rueda de prensa, para el que al fin han encontrado el momento. “Ha partido de nosotros dos, no de oficinas. Con espíritu de banda de rock and roll”, resúme el andaluz, que ha sido siempre fiel a ese espíritu, como su compañero. Entre los dos han elegido un repertorio propio y ajeno –cuatro canciones por barba– que ha conformado el setlist definitivo, aunque como afirma el de Granada “lo difícil era desechar canciones del otro. Es complicado, porque tenemos carreras largas y era difícil descartar, pero hemos llegado a un entente cordiale y está muy compensado”. Aunque lejos de defender lo propio, cada uno tenía especiales ganas de abordar los temas del otro. “Yo cambiaría cinco de las mías por cinco de las suyas”, declara González.
La vorágine de los ensayos no les ha dejado tiempo para hacer planes a largo plazo, como grabar algún directo para publicarlo en un futuro. “Es muy pronto para pensarlo. Hombre, lo piensas un poquito, pero la idea es darle algo bueno a la gente. Queremos hacerlo muy bien. Si la cosa va a más, y decidimos juntarnos en el estudio, será la prueba de que podemos hacer un buen equipo juntos”, dice por el momento Quique. En su primera semana haciendo equipo, alguien del público se interesa por saber si “en el ratito” de los ensayos se ha gestado alguna canción a medias. “Somos superhombres, pero no tanto”, ironiza el más veterano, a lo que su compañero, como buen aficionado al balonpié, responde con un simil futbolero. “Nosotros también vamos partido a partido. Ilusiona pensar que puede ser posible. Pero eso del ratito de los ensayos… nos hemos tirado cinco días, ocho horas, ¿no?”, advierte Quique, ya que un repertorio conjunto y a medias lleva una compleja elaboración. Lo mejor es que lo ha hecho con su artista favorito: “Es el escritor de canciones que más admiro y de quien más espero los discos. Me da un poco de apuro decirlo porque está aquí, pero es la verdad. Para mí es como el bueno de las pelis del Oeste, un tipo íntegro”. “Como Alan Ladd en ‘Raíces profundas’, ¿no?”, sonríe Lapido, encantado de compartir escenario con un músico “de talento innegable y con una connotación ética que no siempre brilla en nuestra profesión”, señala. Se aprecian, se admiran y ya están listos para soltar a los perros.