«Este disco recoge sus primeras rabietas eléctricas, sus primeros aullidos poéticos en garganta propia, sus confesiones a golpe de riff»
Se cumplen 25 años de aquel primer salto al vacío que dio José Ignacio Lapido en solitario, tras la disolución de 091. Una efeméride que celebra reeditando su debut y preparando un doble concierto muy especial en Granada. Por Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
«Si yo tuviera el diapasón que afina sentimientos», anhelaba el poeta eléctrico en aquella primera canción con la que debutó, en solitario, allá por 1999. Veinticinco otoños después, certificamos que encontró aquel diapasón del que hablaba en sueños mientras retrocedemos hasta el disco donde empezó todo: el recién reeditado Ladridos del perro mágico.
Disparo estas palabras al mismo ritmo que José Ignacio Lapido dibuja sus riffs, sus recuerdos, los electrocardiogramas de su corazón roto. Hasta hace poco, su debut podía encontrarse, a duras penas, en alguna tienda de segunda mano en el subsuelo de la ciudad, o en algún callejón ignoto. Pero ahora este disco ha regresado del exilio en forma de doble vinilo, en una hermosa edición en blanco y negro que mejora el arte original. Un diseño que ha preparado ex profeso por necesidad, tras perderse las fotos originales de aquel lanzamiento. Pero, a juzgar por el resultado, a veces las cosas pasan por algo y perdiendo, también se gana.
Nos mira Jose Ignacio, desde la portada, con cara de poquísimos amigos. Un rictus severo, como un chaleco antibalas, que el tiempo ha suavizado, aunque siga sin bajar la guardia. Un tipo que entonces no imaginaba, ni por asomo, que 25 años después la flor y nata de su gremio versionaría sus canciones, en un efusivo concierto de homenaje en su Granada natal, ante 800 personas. Ni que esos mismos músicos, junto a periodistas, poetas, ilustradores y artistas de diversa condición darían forma a El tiempo, lo soñado y lo real, un libro coral, a corazón abierto, para darle las gracias por sus canciones. De haberlo sabido, seguro que habría bajado el volumen de sus dudas y habría exhibido una pequeña sonrisa.
Pero entonces no tenía ni la menor idea. No sabía que lograría pelear contra la adversidad desde su propia trinchera, Pentatonia Records, y grabaría siete discos más con los que se labraría una carrera impecable. Que las puestas de sol y los zarpazos vitales alumbrarían un puñado de canciones profundas y hermosas que se convertirían en nuestro hogar. Que lograría el más difícil todavía: la admiración de sus compañeros, el respeto de la prensa, el amor del público. Sin falsear sonrisas, sin presupuestos holgados ni haciendo colabos. Bebiendo de los maestros, trabajando artesanalmente y mezclando su mirada crítica y soñadora con el fervor de su Gibson SG.
Volver a estos ladridos es reencontrarse con un autor consagrado que empezaba a ser cantante, peleado con una voz propia que siempre acertó sobre el papel y que ha ido cogiendo seguridad con el paso de los discos. Un músico capaz de expresar con sus guitarras lo mismo que con sus letras. Esculpiendo canciones que laten, que rugen, que bluesean, que poseen el elixir de la eterna juventud y que, en esta edición, nos llegan con algo más de luz, abrillantadas lo justo por las sabias manos de Pachi García Alis. Él, siempre próximo al universo de Lapido, ha sido el encargado de pulir el sonido original y remasterizarlo para la ocasión.
Contiene, este doble y generoso disco, dieciséis temas del Lapido primigenio. Los catorce de su primera edición y dos recuperados para la ocasión, extraídos de sendas caras B: “Dudas razonables” y “Me voy”. Dos pequeños tesoros para quienes no adquirimos una copia de aquellos singles, como un par de fotografías antiguas que olvidamos revelar, en algún carrete, y que alguien guardó primorosamente al fondo de la caja de latón.
Aquí están, después de su primera etapa con 091, sus primeras rabietas eléctricas. Sus primeros aullidos poéticos en garganta propia. Sus primeras confesiones a golpe de riff. Las huellas iniciales de su riquísima cartografía. El primer Lapido, que le abrió paso a todos los demás. Dios lo guarde en su gloria y le acompañe en esos dos conciertos conmemorativos, el 13 y el 14 de diciembre en el Teatro Caja Granada, con los que celebrará este cuarto de siglo de canciones propias. Allí sonará su música una vez más, pero como ninguna otra.