José Antonio Labordeta, «el Abuelo», alejado de la política activa, celebra su jubilación con numerosos proyectos. En noviembre se le rindió un homenaje en forma de libro y se prepara un documental a él dedicado. De su actualidad, de su día a día y de su pasado reciente charla en esta entrevista con su compañero de oficio cantautoril Joaquín Carbonell; ambos, viejos amigos, comparten inquietudes creativas que exceden el ámbito de la canción: literatura, periodismo…
Texto: JOAQUÍN CARBONELL.
Foto: CARLOS TABERNA.
SIN PARAR UN SEGUNDO
Habituado como estoy a escribir cientos de crónicas en el Periódico de Aragón, donde trabajo hace años, entrevistas, relatos, reportajes, charlas con personajes más o menos populares, cada vez que entrevisto a José Antonio Labordeta no sé cómo abordar la faena, porque hablar de alguien tan conocido por mí, un amigo más que un personaje, un colega más que un compañero de escenarios, me desborda el estilo, las formas y toda la experiencia que he acumulado. ¿Cómo entrevisto a Labordeta, después de mil viajes, cientos de conciertos, muchas bromas, algunos cabreos comunes con lo que sucede en el mundo, canciones compartidas, intimidades desveladas y alegrías compartidas? Nadie lo sabe.
Así que quedamos en el viejo-nuevo café de Levante, muy cerca de su casa, en una calle todavía con árboles del centro de Zaragoza. Y como no sé por dónde comenzar, empiezo por preguntarle si el jubileo, la jubilación que ahora disfruta (¿?) era y es esto:?“Sí, pero yo no paro”, me responde dando un sorbo a la horchata que se ha pedido. “No me dejan estar jubilado. Antes tenía excusas para decir que no a muchas propuestas, pero ahora, como todo el mundo sabe que ya no voy por el Congreso, me llaman para todo, incluso para las cosas más peregrinas. Te llaman de Castellón y al día siguiente de Asturias, y a menudo no sabes decir que no”.
¿Nunca se para uno en este oficio de crear?
Lo puedes hacer, pero siempre hay gente que te invita a cantar o a escribir. No me lo planteo. Lo que sí abandoné hace años es la parafernalia de este negocio, el tener un montaje con músicos y equipos de sonido y todo eso. Hacer cosas sueltas, como ahora, cuando me apetezca, sí me hace ilusión.
¿Concibes no hacer nada, absolutamente nada?
Me encantaría…
¿Lo dices en serio?
Claro.
Me refiero a nada de nada…
Sí, sí, no leer ni el periódico. Pero hoy por hoy no me lo planteo. Tengo la cabeza funcionando todavía. No soy capaz.
BRUCE SPRINGSTEEN
El camarero le saluda, le saludan tres señoras sentadas en la terraza del Levante. José Antonio es conocido en su ciudad. Pero comentamos que en las ocasiones que he paseado con él por Madrid o Barcelona, su grado de popularidad no es menor que en cualquier rincón de Aragón. Su paso por cualquier calle, por cualquier bar del pueblo más alejado de España, le supone un sinfín de saludos, de firmas de autógrafos, de peticiones de fotografías… Quizás porque su música apenas ha cambiado en este infernal negocio de los discos. “No me gusta lo que se hace ahora”, nos comenta. “No me interesa mucho. De todo lo que se cuece ahora me gusta Bruce Springsteen, porque quizás es el único cantante auténtico que queda, un folclorista de nuestros tiempos. Los raperos también me hacen mucha gracia, pero para un rato”.
Te he escuchado decir últimamente que si comenzaras ahora harías rap.
Sí, sí, lo he dicho. Creo que la gente como Violadores del Verso son los cantautores de hoy en día.
¿Entiendes la industria musical?
Claro que la entiendo, y no me gusta nada. Antes la calidad musical acababa por imponerse siempre; hoy en día es un factor que no es determinante. Sólo hay que verte a ti, que acabas de hacer un disco tan estupendo como Clásica y Moderna y no ha sucedido nada con él. No me parece justo. Todo se mueve alrededor del negocio, de lo comercial…
¿Tal como está el panorama, comenzarías ahora si fueras joven?
Bueno, cuando uno empieza es un inconsciente en todo, si no, no se atrevería. Con dieciocho años era un inconsciente, pero como sabes yo empecé con 35. ¡Fíjate si hay que ser inconsciente para empezar a cantar con 35 años! A menudo me invitan a grabar un nuevo disco y no, no me veo… Todo lo que sucede ahora no tiene nada que ver con la música, y ahí tienes fenómenos como OT.
¿Escuchas música todavía?
Escucho folk americano, chanson francesa, y copla, copla de la buena, la genuina. Escucho música en el coche con mis nietas, y a menudo tengo que poner lo que quieren ellas, que por cierto, tienen muy buen gusto.
HABLAR Y NO CALLAR
Hablar con Labordeta no significa nunca abordar un monotema, centrarse en una actividad ya sea cultural o política, porque este aragonés universal ha realizado numerosas tareas creativas, y siempre con notable éxito. Ha escrito, tanto novela como poesía, ha hecho discos, ha realizado documentales y programas para televisión, como el popular Un país en la mochila, y es además, protagonista de una serie de proyectos que se centran sobre su persona. El 25 de noviembre pasado se presentó por todo lo alto en el teatro Principal de Zaragoza, un libro a él dedicado, rememorado por tantos amigos y conocidos que le han acompañado a veces en su vida. Un gran homenaje popular, donde tuve el honor de ejercer de presentador. De paso, también me cabe la satisfacción de producir y realizar con José Miguel Iranzo, un documental donde José Antonio es el protagonista absoluto, relatando a cámara su propia vida. Todos esos proyectos van naciendo para conmemorar la personalidad de este creador que a lo largo de los años ha dejado una huella imborrable.
Has hecho muchas cosas, José Antonio. ¿Dónde te has encontrado más cómodo?
Yo creo que en el programa Un país en la mochila, para TVE. Al principio te encuentras envarado, porque no lo conoces, pero en cuanto solucionas los pequeños problemas, es muy satisfactorio, todo funciona.
¿Cuál era la clave de ese éxito?
Yo creo que la naturalidad. Nunca he actuado ante la cámara, no sabría hacerlo.
¿La serie acabó porque se acabaron los temas, por fatiga tuya…?
No, no, había temas todos los que quisieras… Como no sabíamos cuánto iba a durar, comenzamos con una mirada sobre las comarcas muy amplia, tratando de abarcar toda España en pocos programas. Pero el espacio fue creciendo y cada vez centrábamos la mirada sobre territorios más pequeños. Creíamos que era difícil hablar con la gente, ¿sabes?, que no sabríamos hacerlo, pero funcionó muy bien. Todo el mundo quería colaborar.
La gran pregunta es: ¿por qué finalizó si gustaba tanto?
Porque cambió el director de TVE y le dio carpetazo. Hubiera podido maniobrar, hablar con algún jefe para que el programa continuase, pero yo soy muy vago y poco zalamero. No soy maniobrero.
CHICO DE PROVINCIAS
Has escrito mucho, Labordeta. Siempre te he conocido un libro nuevo, una novela…
Pues le tengo mucho miedo al folio en blanco.
Ahora estás con un nuevo proyecto.
Sí, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados. Lo tengo ya acabado para entregar. Son mis recuerdos de estos ocho años en el Congreso, donde he conocido a tanta gente de todo tipo. Gente como Aznar, que nunca me saludó en el Congreso, a pesar de que nos hemos cruzado mil veces. Nunca me miró a la cara…
Has colaborado en mil programas de radio y televisión. Tu voz también se ha hecho famosa.
Sí, he estado en Onda Cero, donde aún sigo, en la SER, en TVE, en RNE, en casi todas las empresas. Yo aporto sinceridad y naturalidad. En estos sitios te encuentras de todo, gente muy estirada y otros muy afables.
¿Cómo te ha tratado Madrid?
Mira, llegas siendo un chico de provincias y regresas de provincias. Si no tienes ambiciones políticas Madrid está muy bien. Es una ciudad muy acogedora, que ofrece lo mejor y lo peor. Pero si tienes ambiciones de cualquier tipo, artísticas, creativas, tienes que ir a Madrid, allí se cuece todo. Y lo cierto es que a veces te preguntas cómo hacen algunos para sobrevivir, porque la ciudad puede ser muy dura.
¿Te has sentido cómodo en estos ocho años?
Mucho, y ya te digo que te tratan como a un chico de provincias, siempre que no pisotees a nadie. Hay bordes y hay gente buena, claro, una ciudad incómoda para trabajar, pero la gente de la calle es muy amable.
SEÑOR DIPUTADO
Labordeta siempre ha sido un animal político, un hombre comprometido, al principio desde sus canciones, y más tarde bajando al ruedo de la afiliación política. Ha sido diputado durante cuatro años en el Congreso de Aragón y ocho más en el Congreso de los Diputados de Madrid, representando a Chunta Aragonesista. Este año decidió abandonar, retirarse, pese a que todo el mundo le insistió en continuar una legislatura más. “Estaba muy fatigado, son muchos años. Yo me voy satisfecho. La gente así me lo reconoce cuando me ve. Pero por otra parte te llevas la sorpresa de que tu grupo político no ha podido renovar el diputado en Madrid. Es una cosa muy rara, porque no entiendes que lo hayas hecho bien y luego no voten…”. Labordeta fue la única voz genuina aragonesa en el Congreso, donde intervino más él solo que entre todos los diputados del resto de partidos.
Probablemente te votaron a ti, votaron a la persona más que al partido político…
Quizás. Pero, claro, es que yo recibí 83.000 votos en Aragón y en esta legislatura Chunta ha bajado a 40.000. Es muy difícil de comprender…
¿Te sientes reconocido por todo el mundo?
Sí, sí, incluso por la gente de otros partidos de izquierdas. Creo que los del PSOE me estiman, y me lo demuestran cuando nos encontramos por ahí. Lo mismo que la gente de IU.
PALMO A PALMO
Un día decidimos reunirnos con Eduardo Paz de la Bullonera y con José Antonio a comer. De aquella comida, de aquella celebración, nació un proyecto feliz: la realización de un concierto conjunto. Realmente esa iniciativa no tenía nada de original, hemos dado miles de recitales sobre el mismo escenario y para organizar uno nuevo no hace falta comidas ni sobremesas. Pero la oferta era un poco más arriesgada; yo había constatado que después de tantos años, no existía ningún documento sonoro de nuestro paso por los escenarios. Nunca habíamos registrado un disco que mostrase a nuestros hijos, a nuestros nietos, a todos los que durante todos estos años nos han acompañado en el gozo de cantar, que mostrase, repito, lo que significaba un recital de los cantautores. Nos pusimos de acuerdo. Y decidimos que las fiestas del Pilar del 2006 eran la fecha ideal. En la Sala Multiusos de Zaragoza, rodeados de miles de amigos, se grabó un CD con 19 canciones y Aragón TV grabó de paso las imágenes. Todo ello dio como fruto un CD y un DVD más un libro confeccionado por Margarita Barbáchano y Antonio Domínguez, que recogía la memoria de la transición aragonesa, con los cantautores de fondo. Ya estaba hecho, ya todos podrían conocer de primera mano, qué era aquello que a menudo los padres les ilustraban con las viejas casetes, en los viajes interminables a la costa levantina a tantos niños que ahora son jóvenes…
Ese documento dio pie a numerosas peticiones de conciertos comunes. Y de nuevo brotó una relación de coleguismo, que nos ha llevado a compartir escenario a los tres en los más alejados o próximos rincones de Aragón. Jaca, Graus, Monreal del Campo, incluso Barcelona o Guadalajara, decenas de pueblos que han querido entonar a nuestro lado esas viejas canciones que han resistido el tiempo después de casi 40 años.
Por eso, si hay alguien que conozca de memoria este viejo territorio que es Aragón es este hombre que ha recorrido cada pueblo, casa masada, cada camino, con su guitarra y su voz a cuestas. “Aragón es un territorio grande, descuajeringado, con poca gente, por lo que es difícil de estructurar. Con un futuro complicado. Donde la gente suele vivir bien, porque aquí ya sólo quedan los viejos, muchos jóvenes se fueron a la emigración”.
José Antonio ahora repasa a diario su agenda, siempre repleta de compromisos, de peticiones a las que a menudo es difícil decir no. Recoge a diario a sus dos nietas en el colegio o pasea con Juana, su mujer, por este centro zaragozano que tan bien conoce. Dice que le encantaría no hacer absolutamente nada, gozar del jubileo del ocio total, pero no es cierto. Libros, recitales, charlas, le prestan lucidez y creatividad, le exigen a diario una fortaleza que aún posee pese a los avatares de la salud.
El abuelo sigue en activo sumando a cada día un nuevo día, la única manera de durar cien años.