Jorge Ilegal y Los Magníficos: Clases de arqueología

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«Ilegales atravesábamos nuestro momento álgido. Éramos los que conseguíamos extraer el dinero de una entrada de los vaqueros de la gente con más facilidad en los últimos tres años. No éramos una banda subvencionada por ayuntamientos. Nos hemos metido en esto cuando estábamos arriba»

Jorge Martínez, cierra etapa junto a Ilegales y abre un nuevo capítulo bajo el nombre de Jorge Ilegal y Los Magníficos. Para ellos ha preparado un repertorio de mambos, joropos, chachachás, boleros, guarachas… ¿Se ha vuelto loco? Eduardo Tébar trata de comprobarlo en esta entrevista.


Texto: EDUARDO TÉBAR.


Lenguaraz, provocador. Y siempre afable en las distancias cortas. Jorge Martínez es sapo de otro pozo. Cuando Ilegales atraviesan su ¿tercera?, ¿cuarta juventud?, el asturiano finiquita la marca después de treinta años desafiando las reglas del juego del rock en español. No extraña que el patrón se le quede pequeño a uno de los guitarristas más finos del país. Sus elásticos punteos tipo Shadows –entre tanto riff letal– resultaban demasiado sugerentes. Así que Jorge Ilegal, a sus 56 tacos, retoma Los Magníficos, su orquesta de pubertad. Su escuela: el mismo perro con distinto collar. Una excusa, en realidad, para zambullirse en el ubérrimo proto-rock and roll hispano. Mambos, joropos, chachachás, boleros, guarachas y otros estilos con solera. El terreno abonado antes de la Invasión Británica. Pura arqueología.

Vuelves a las músicas de tu adolescencia. ¿Autohomenaje?, ¿egotrip?
No es un egotrip, en absoluto [carcajadas]. El 60% de las canciones son mías. El resto son piezas escondidas, ocultas, de los años 30, 40 y 50. Hombre, un poco de egotrip sí que hay. Todos los que aspiramos a ser artistas tenemos un poco de ego. Yo soy un fabricante de canciones. Nuestros cromosomas tienen memoria. Se nos ha calado por muchos sitios. No es un autohomenaje porque le devolvemos a la gente algo que siempre fue suyo. Mirar hacia las más oscuras profundidades puede resultar peligroso. Pero yo lo hago.

Y te expones a que te llamen obsoleto.
Estas canciones no son obsoletas. Al contrario, se trata de caminos fértiles, prematuramente abandonados, insultados y mal gestionados cuando todavía quedaba mucho por cosechar en ellos.

¿Por qué se volvió la cara hacia otro lado?
Por la hegemonía de las discográficas anglófonas. Tendieron hacia otros estilos más simples, de más fácil comprensión. Abordar estos géneros es muy difícil. Requiere cierta actividad cerebral, algo que se le da muy mal al estadounidense medio. He comprobado esa fertilidad. Todavía quedan muchísimas cosas por buscar. Los caminos revisitados están esquilmados.

¿Fue culpa de la colonización de los Beatles?
Si aquello no hubiese explotado, no tendríamos que rescatar estos tesoros. Tesoros que hoy jugarían en las mismas condiciones que la música anglófona.

¿Y el tiempo pone las cosas en su sitio?
Mantengo lo que te dije hace unos años: el tiempo nunca pone las cosas en su sitio. Aunque reconozco que es un placer tocar estas composiciones. Debemos asumir este tipo de riesgos. Tanto por el público que nos sigue como por el nuevo. Somos el único grupo capacitado para hacerlo. Los demás carecen de los instrumentos y de los conocimientos adecuados. Jorge Ilegal y Los Magníficos es un conjunto necesario ahora. Ilegales atravesábamos nuestro momento álgido. Éramos los que conseguíamos extraer el dinero de una entrada de los vaqueros de la gente con más facilidad en los últimos tres años. No éramos una banda subvencionada por ayuntamientos. Nos hemos metido en esto cuando estábamos arriba. Hay que ofertar cosas constantemente. Lo hacemos porque podemos y porque queremos. Hemos realizado tres actuaciones experimentales, una de ellas cerca de Avilés, donde yo iba a escuchar los primeros twists cuando tenía siete años.

¿Funciona la memoria proustiana?
Nunca olvidaré esas primeras guitarras eléctricas, con ese sonido. He recobrado aquellas sensaciones. Y me gustaría transmitirle ese subidón al público.

La guitarra truncó tu carrera de abogado.
Pero me alegro mucho de que la guitarra me haya liberado: no soy tan mala persona como para ser abogado.

Como músico, ¿hay límites?
En Jorge Ilegal y Los Magníficos cabe un montón de música, dejando fuera estilos para mí proscritos como los pasodobles, el flamenquito y la odiosa rumba catalana. Joropos, guarachas, guajiras o la combinación de un vals con la psicodelia sí son susceptibles de tocarlos. Nos interesan esas mezclas en el túnel del tiempo. Para ello utilizamos el poder evocador de la música. Hay científicos que dicen que los viajes en el tiempo son posibles. Nosotros no somos físicos, pero confiamos en ese poder evocador de las canciones.

¿Qué palo te ha dado más guerra?

Por alguna razón, me he sentido cómodo desde el primer momento. Me ha resultado fácil. Lo más difícil es cambiar de chip entre Ilegales y esto. Ingenuamente, pensé que podríamos simultanear ambas cosas. Todos lo creíamos. Nos hubiese gustado girar tocando un día como Ilegales y otro como Jorge Ilegal y Los Magníficos. Fue imposible. Por eso tengo que dar muerte a Ilegales. Un grupo que muere por propia mano, como debería tener la oportunidad de morir cualquiera. También tengo una lista negra de grupos a los que hubiese dado muerte sin pestañear. Pero, bueno, me ha tocado dar muerte a Ilegales para poder dar vida a Los Magníficos.

Hablando de listas negras, ¿temes empezar a redactar la de los desertores?
Es posible que perdamos a un sector del público de Ilegales. Pero hay mucha gente con otra mentalidad que se va a abrir a esto. Hay capas de seguidores que muestran cierto interés. Vamos a ver qué pasa. El tiempo lo dirá. Aunque el tiempo habla poquito.

Citas estilos proscritos, pero aquí hay fusión.
Cuando se habla de mestizaje, se me ponen de punta los pelos que no tengo. Me parece que bajo esa etiqueta se ha vendido mucha basurilla repugnante. En Los Magníficos se abordan los estilos puros, teniendo en cuenta su endemismo geográfico. Los joropos son muy de Venezuela, pero las fronteras latinoamericanas son mucho más permeables que en Europa. Se producen influencias constantes. Estos estilos no están tan contaminados. No se da esa mezcolanza incongruente, en la que las canciones parecen gallinas con patas de rinoceronte.

Sin embargo, te atreves a swinguear ‘Bésame mucho’.
Muchas melodías se pasan a otros ritmos con facilidad. A veces ni se sabe cuál es la escala original. Melodías tocadas en Irlanda resulta que existían antes en España. Es muy difícil averiguar de dónde vienen las cosas. Cuando un estándar se hace muy popular, aparecen muchas versiones. Algunas eclipsan al original y surgen las versiones degeneradas. Nunca sentí simpatía por ‘Bésame mucho’, pero adaptaciones como la de Óscar Alemán en los años 40 me parecen muy interesantes.

¿Se ha desmadrado el mestizaje en España?
Ha caído en muy malas manos. Desde el principio ha sido un subproducto. Los que hacen mestizaje me parecen sospechosos, como mínimo.

Tampoco pierdes de vista el primer rock and roll europeo: revisas a Celentano.
Lo descubrí en “La dolce vita”, haciendo una versión de ‘Ready Teddy’ realmente brillante, con una gran presencia escénica y con un muy buen tono rocanrolero. Adriano Celentano es uno de los grandes. En Europa se compusieron buenos rocanroles. También había cosas interesantes en México y Argentina. En España salíamos de una anormal posguerra. No entramos en el Plan Marshall de lleno, como deberíamos haber hecho. La música fresca y deseable llegaba desde Italia. Los italianos saben divertirse. Siempre ha sido así, desde la época de los romanos. Sobrevivieron a una Edad Media cruel tras la caída del Imperio. Sobrevivieron a tantas traiciones y apuñalamientos. Y siempre sacando algo en limpio en forma de arte. La alegría renacida tras la II Guerra Mundial. En países neutrales, sin dramas, como Suiza, surge una gran banca, el chocolate y el reloj de cuco. Pero de Italia salieron cosas valiosas.

Algunos antecedentes: Bunbury, Calamaro, Jaime Urrutia, Josele Santiago, los dos discos de boleros de Corcobado. ¿Te convenció alguno?
La verdad es que no me han interesado nunca. Creo, sinceramente, que no han logrado ni de lejos tales objetivos. Tengo que decirlo así. Han sido intentos muy tristes, muy vanos, sin los conocimientos suficientes. Alguno ha sido simpático, como Josele, que me cae muy bien. Otros, como Jaime Caligari, me parecen grotescos. No es tan fácil abordar este tipo músicas. Requiere una preparación y unos instrumentos. Y una banda que sepa tocar estos estilos. Podría darle un manual de instrucciones a cada uno, pero se asustarían.

«Ilegales ha sido la mejor banda del rock español. Lo afirmo con total seguridad. Es un hecho establecido. En América tienen a muchas bandas en español para escoger. España es una parte muy pequeña de la que se han extraído muy pocas bandas que trasciendan dentro del gran mapa del rock en español. Algunos críticos visionarios afirmaban que Ilegales éramos los mejores. Lo han dicho algunos popes de la música internacional»


VINTAGE, PERO EN ESTÉREO

Ahora no tocas con la válvula al rojo.
En el troquel de Ilegales no cabían estos estilos. No podíamos parar. Debíamos luchar en un campo distinto. Todo ese trabajo ya se ha hecho a lo largo de treinta años. Ahora abrimos otro frente. Es una opción arriesgada, incluso suicida.

En casa tienes un museo de guitarras. ¿No te ha bastado?
No ha habido más remedio que salir a buscarlas fuera. Yo tengo buenas guitarras para tocar rock and roll, pero no para un proyecto como Jorge Ilegal y Los Magníficos. El resto de la banda tampoco tenía esos instrumentos. Los hemos estado buscando durante los últimos dieciocho años. Saxofones con aleaciones que hoy se consideran tóxicas y están prohibidas; un vibráfono del año 37. Necesitábamos todas estas cosas para lograr el sonido que deseamos. Cierta gente me decía que no existían esas guitarras. Bien, pues tengo doce.

¿Qué aportan instrumentos tan deshabituados como la marimba o el vibráfono?
Esos instrumentos se dejaron de utilizar, no porque su sonoridad no fuese valiosa, sino por la dificultad para transportarlos y para ejecutar música con ellos. Son instrumentos caros. Por eso se relegaron al olvido. Me gusta mucho el clima que generan y el encanto especial que tienen.

Tus composiciones no desentonan entre los clásicos populares. ¿Cómo lo has conseguido?
Encajaban perfectamente. Los troqueles admiten muchos cambios más que el básico del rock and roll. Todo ha fluido de manera natural. Lo llevamos en la memoria de los cromosomas, insisto. El disco, a pesar de lo muy heterogéneo que es, lleva una línea de congruencia.

Pero tú te reivindicas como poeta “puro”.
Hay que ser valiente desde el primer momento. Me he dedicado a la poesía pura. De hecho, el grupo muerto tenía algo que ver con eso. Desde el principio, muchas canciones de Ilegales entran de lleno en el surrealismo. Es una escritura sugerente, que deja libertad al oyente. No conviene decirlo todo muy claro. En la actualidad, se limita mucho la libertad del oyente. Desde el momento en el que el disco lleva una carátula que asocia la música a una imagen. Luego están los videoclips, que son lo peor. Los realiza alguien que no tiene nada que ver con la construcción de la canción. Dan una imagen muy pobre de lo que se está escuchando.

Sacas tu fondo más delicado. ¿Y el comeniños Jorge Martínez?
Ya hacía estas cosas en ‘La casa del misterio’ o, antes del primer disco, en ‘Princesa equivocada’. No soy ninguna niña pudorosa para enseñar cualquier parte de mí mismo. No voy a tener esa clase de problemas ahora, a una edad tan avanzada.

Aunque habrá quien te descubra como cantante.
Hombre, este tipo de estilos requieren cantar según los cánones. Es una de las cosas que mis compañeros no pueden hacer porque no dan la media ni para un karaoke. Sí, puede haber gente que me descubra como cantante en unos cánones antiguos.

Cánones en los que has podado la sobrecarga de arreglos.
En esa época, querían paliar las deficiencias de los sistemas de grabación, de ejecución en directo y de reproducción fonográfica. Lo recargaban todo, con lo que se perdía parte del intimismo. La música y el texto se veían muy perjudicados y mutilados. Ahora, los sistemas presentan la música y los instrumentos de una manera más fiel, con más naturalidad. Podemos colocar la voz de forma sincera, no como los tenores antiguos.

Los Magníficos manejáis un repertorio de treinta canciones. ¿Qué pasa con las que no entran en el disco?
Queremos publicar singles con cuatro u ocho canciones cada tres o cuatro meses. No sé si lo haremos en formato digital o en vinilo. Volvemos al sistema que los Beatles rompieron con “Stg. Peppers” y que ellos mismo maldijeron poco después. Tenemos una gran nevera de música para ofrecer.

¡Y en estéreo!
Es difícil oír esta música en estéreo. Además, nuestro sistema de grabación va un poquito más allá del estéreo, recogiendo la parte media y los sonidos laterales. Captamos todo el sonido de la sala. Es una cuestión de física. En el futuro queremos perfeccionar la posición de los instrumentos en el campo estereofónico. Es una tarea laboriosa, pero, ¿por qué no experimentar con ella? Naturalmente, hemos tenido que crear nuestro propio estudio.

A las puertas del verano, ¿te ves de verbena?
No vamos a tocar este verano. Pero sería interesante que las orquestas de baile actuales, que llevan todo el sonido pregrabado y se visten como payasos, recuperasen un poco su dignidad. Deberían mirar a Jorge Ilegal y Los Magníficos como un espejo, y recuperar esa elegancia que tenían sus antecesores. Sería lo idóneo, pero no sé si ocurrirá en algún momento.

Por lo pronto, visitas al sastre por primera vez.
Sí, es la primera vez en mi vida que voy al sastre. Buscamos a varios, pero lo que nos mostraban era horripilante. Daban ganas de salir con trajes transparentes. Al final encontramos a dos sastres que se habían jubilado en los 70. Empuñaron de nuevo sus tijeras. Lo hicieron con brillantez. Tenían los patrones y todo lo necesario. Se decidieron y fabricaron los trajes que ahora lucimos. Me siento muy elegante cuando me lo pongo.

¿Sigues pensando que ensayar es de cobardes?
Ensayando consigues la muerte de las canciones. Llega un momento en el que, sintiéndose heridas, se niegan a venir. Hay que ensayar poquito, no demasiado. De lo contrario, todo se convierte en tedio; el mensaje pierde su significado. Puede que ejecutes las canciones con más eficiencia, no lo niego. Pero luego no es tan divertido tocarlas y pierden todo su sentido. Cuando tenía 17 años, las orquestas con las que ensayaba traían muchas botellas de vino. Cuanto más ensayábamos, peor sonaba todo. Era un vino muy tóxico. Las babas se solidificaban en los instrumentos con suma facilidad. Era casi imposible quitarlas.

Pero más tarde te convertiste en uno de los guitarristas señeros del rock estatal.
Hay muy buenos guitarristas, mejor dotados que yo. Es cierto que quizá no son tan efectivos: todavía no saben cómo asesinar con la guitarra. Tengo la esperanza de que en el futuro me arrollen. Quiero ver cómo unos y otros vamos escalando fuerzas.

Entre sesiones de buceo a pulmón, ¿para cuándo tu prometido salto a la tele?
Me gustaría probar algún espacio televisado a través de la web. Nuestro propio canal. Me pondré a trabajar en ello cuando termine todos los conciertos que tengo pendientes con Ilegales en Latinoamérica. Quiero hacer un programa semanal. Superará, con mucha seguridad, las 10.000 visitas. Lo tengo algo abandonado, pero es que no paramos. El óxido nunca duerme.

Se ha demostrado que la resucitación es posible en la música. ¿Ocurrirá con Ilegales?
Puede que seamos necesarios de nuevo. Desde luego, lo somos en estos momentos, pero mucho más Jorge Ilegal y Los Magníficos. Teniendo en cuenta que ahora tengo 56 años y que este y otros proyectos me están llamando muy intensamente –incluso la muerte me ha hecho más de un guiño–, no sé qué posibilidades hay de que Ilegales volvamos. Yo las veo muy, muy remotas. No creo que volvamos a existir.

Afirmas con rotundidad que habéis sido la mejor banda de la historia del rock español. ¿Estás seguro?
Lo afirmo con total seguridad. Es un hecho establecido. En América tienen a muchas bandas en español para escoger. España es una parte muy pequeña de la que se han extraído muy pocas bandas que trasciendan dentro del gran mapa del rock en español. Algunos críticos visionarios afirmaban que Ilegales éramos los mejores. Lo han dicho algunos popes de la música internacional. Yo ya estaba convencido de eso hace muchos, muchos, muchos años.

Y eso que te joden los profetas.
Me joden los profetas, es cierto, pero, ¿qué le vamos a hacer? Soy uno de ellos. Ya ves, todo eso de “Europa ha muerto” se está cumpliendo palabra por palabra. Y muchas otras cosas que vienen en las canciones.

Desde aquí puedes visitar la web de Jorge Ilegal.

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