“El disco se ha buscado que sonara rústico, porque los instrumentos de los que disponíamos lo eran. Está grabado con bidones, cuatro panderetas, unos bongos, sin ningún miedo y prejuicio a sonar grande o pequeño”
El que fuera cantante de los rockeros madrileños Buenas Noches Rose, regresa a la actualidad con disco en solitario, bastante rústico y montado a lomos de un burro. Juanjo Ordás lo entrevista.
Texto: JUANJO ORDÁS.
La historia ya forma parte de la mitología del rock madrileño. Buenas Noches Rose fueron los reyes del «underground», estaban listos para saltar a primera división cuando su vocalista desapreció del mapa. Ahora Jordi Skywalker regresa a la actualidad con “Corazón de padre atómico”, su primer disco en solitario. Puede que él abandonara el negocio, pero desde luego no abandonó la música, dándose el tiempo necesario para componer una genial ópera prima tan rockera como rústica.
Estabas en Buenas Noches Rose, ¡y desapareciste! ¿Dónde has estado?
He estado viviendo en Andalucía, dos años en Almería y cuatro en Granada, y luego me fui a Francia donde he vivido cinco años. Luego he estado tres años de itinerancia viajando con el carromato. Ahora estoy en Aragón, llevo un año y medio establecido, y de ahí nació la idea del disco, porque con la sedenterización empezamos a retomar contacto con gente y ha salido muy espontáneo.
Quizá el público más joven no lo sepa, pero aquí en Madrid, cuando formabas parte de Buenas Noches Rose eras casi un héroe del “underground”.
Me he quedado alucinado porque ahora con lo de mi vuelta hay mucha gente que se acuerda de Buenas Noches Rose.
¿Qué es lo que te llevó a decir “me voy”?
Pues nada, una cosa muy personal, muy espiritual, muy sentimental. Un arrebato de amor. Decidí cambiar de rumbo. Yo creo que a todo el mundo en su vida le llega un momento de elección. No me encontraba mucho a mí mismo, tenía muchas ambiciones personales que eran muy difíciles de compaginar… Lo que más me fastidiaba era estar en una ola que te está llevando y que no controlas. No lo analicé mucho en el momento, creo que si lo analizas no te vas, pero la vida razonable al final te acaba destruyendo un poco. Hay que tener también ese lado intuitivo y pasional para hacer las cosas y que al final no te arrepientes.
¿Y un día decides que vas a hacer un disco?
He seguido componiendo y he tenido experiencias musicales con muchísima gente. Ahora se ha dado la circunstancia de que vuelvo a estar en España, no estoy lejos de mis amigos, he vuelto a contactar con ellos, se han dado una serie de circunstancias y el proyecto del disco era de cajón.
O sea, que estas canciones han ido naciendo a lo largo de los años.
Sí, siempre las he tocado.
¿Cuál es la más reciente?
‘Canción india’.
¿Y la más antigua?
Las más antiguas diría que son ‘Wakabout’ y ‘Héroe de mi casa’, que están hechas en Almería.
“Corazón de padre atómico” tiene un sonido especial, es mundial y universal, suena a Norteamérica, Francia, España.
Se ha buscado que sonara rústico, porque los instrumentos de los que disponíamos lo eran. Está grabado con bidones, cuatro panderetas, unos bongos, sin ningún miedo y prejuicio a sonar grande o pequeño, sino que sonara natural. De hecho con las primeras grabaciones con el cajón nos sorprendimos a nosotros mismos, sonaba más potente que una batería. Yo era reticente a meter baterías, pero las que hay las ha metido Rubén [Pereza] y me gusta que en algunas canciones sea así porque resalta el hecho de que haya una batería, la canción suena diferente. Hay canciones que no tienen ni bajo o que sólo lo tienen en unas partes. Yo digo que si ha salido ese sonido es porque tiene ese alma, haber intentando encontrar el sonido de este disco habría sido una tarea imposible.
¿Qué música has estado escuchando estos últimos años que te haya podido influir?
A parte de toda mi educación de rock and roll más puro, sesenta-setenta, he pasado muchos años sin escuchar música conscientemente, sin escuchar novedades. Algo que me impresionó, que me tocó mucho, fue descubrir a Camarón de la Isla. Me llegó al corazón en seguida. Más que lo que he escuchado es lo que he compartido tocando con gente, en Francia, alrededor de una hoguera, que me han enseñado unos poquitos acordes de jazz gitano francés.
¿Fue allí dónde aprendiste francés?
Sí, antes de ir a Francia no lo hablaba, sabía dos palabras.
Con este disco descubrimos al Jordi Skywalker compositor.
En Buenas Noches Rose era intérprete, quizá tenía ahí mi pequeña frustración. Era decir “¿cómo me destapo como compositor si estoy ya tan metido en esta historia donde hay roles?”. Ha sido un tiempo de búsqueda y renacimiento.
¿Cómo se ve el hecho de editar un disco desde el punto de vista de la vida tan independiente que llevas? Quieras que no, es jugar otra vez con la industria.
Lo veo como un trabajo personal muy intenso. A mí lo que me apetece es hacer esto tal como yo lo concibo y como yo lo entiendo, sin forzar. De hecho, las personas y circunstancias que se han dado han permitido hacerlo así. Tuve un reencuentro absolutamente casual con Pablo Pinilla, que era productor de Buenas Noches Rose, le conté cómo vivía y que había grabado una maqueta en mi carromato y me dijo que se la mandara porque estaba iniciando un sello nuevo independiente. Le mandé la maqueta, le encantó, me explicó su proyecto de sello y eso permitió que hubiera cierta producción a nivel ejecutivo. Me dejo guiar por los buenos encuentros, las buenas personas, el buen momento… Han salido mil copias del disco, es una tirada bastante humilde, el sello es pequeño y la persona que lo ha abierto, Pablo Pinilla, tiene mucha experiencia. Una de mis experiencias personales más claras es que trabajar con una multinacional te sujeta a cosas muy impersonales y es muy duro, porque tienen sistemas de trabajo muy rígidos con los que hay que pelearse mucho para hacer lo que quieres.
¿Qué planes tienes sobre el directo?
Lo estamos preparando. Me lo imagino como algo especial, con coristas, mucha percusión, sonidos variados.
¿Cómo fue el reencuentro con Rubén Pozo, de Pereza? ¿Llevabais mucho tiempo sin hablar?
Sin hablar llevábamos unos meses, con él hablo de vez en cuando, sin verlo llevaba cuatro años. El encuentro fue alucinante. Vine a hablar con Pablo Pinilla y le fui a ver a su casa y me dijo que me lo producía, que estaba a machete con lo que fuera. Vimos fechas y decidimos que lo hacíamos en abril, que era el mes que él tenía más libre.
¿Has retomado contacto con alguno de tus otros compañeros de Buenas Noches Rose? ¿Con Alfredo Fernández [Le Punk]?
Con Alfredo nada, con él no tengo ningún contacto. Con Rubén siempre he tenido y con Juanpa [Juan Pablo Otero, bajista] me he visto casi todos los años, se dedica a la agricultura biológica. A Rober [Roberto Aracil], el batería, hace mucho que no lo veo, sé que está tocando con Pereza.
¿Cuál es tu disco favorito de los dos que grabaste con ellos?
El primero.
El mío es el segundo.
Ese es un disco más potente, más currado, estábamos más consolidados como grupo. El mío es el primero por su energía, la energía de ‘Los chicos del coro’, ‘Del mismo modo’. Me encanta ‘La leyenda del lobo cantor’. Si no hubiese formado parte de él, sería un grupo que me gustaría por su caña, su frescura.
Fuisteis una referencia para una generación que no se identificaba ni con los clásicos del rock español ni con los indies.
Pienso que aquel era un momento a nivel musical en el que aún hacía falta encasillar las cosas. En seguida se nos encasilló en el rock tipo Black Crowes, y tampoco era eso. Había un punto cabaretero, pero desde el exterior se vio como un grupo muy Guns N’ Roses, muy “rock and roll way of life”. A mí ese cliché me dolió un poco porque en directo era más un ritual, había contacto con el público. Recuerdo conciertos acojonantes donde se establecía una especie de cabaret, hablando con la gente, insultándonos, hacía jugar al público como en una especie de teatro viviente.
Lástima que no grabarais nunca un disco en vivo.
Si que fue una lástima, porque éramos un grupo de directo.
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