Estuvo en los iniciáticos y esenciales Pentangle, grabó discos con el John Renbourn Group y junto a Bert Jansch. Hoy su nombre y su guitarra son sinónimo de la mejor historia del folk británico.
Texto: JAVIER DE CASTRO.
John Renbourn debutó hace más de cuarenta años. Perteneció a los legendarios Pentagle y, con posterioridad, lideró al John Renbourn Group. Desde mediados de los 70 se dedica a recorrer el mundo en un fecundo y brillante camino en solitario al tiempo que graba un buen número de trabajos discográficos. Guitarrista excelso, ha logrado que se le considere uno de los mejores especialistas de les seis cuerdas además de un prestigioso estudioso del folklore de los territorios anglosajones y célticos. Su viaje “relámpago” a Lleida para actuar en el ciclo Intemporals (Cicles de Músiques Populars de Petit Format) le ha permitido, no obstante, hablar con EFE EME sobre su trayectoria vital y personal y aportar su opinión sobre el estado actual del negocio musical.
John, al menos durante los años setenta y los ochenta, su presencia fue bastante habitual en los escenarios españoles. Con posterioridad, sus visitas se han espaciado un tanto. ¿Cómo recuerda sus últimos conciertos entre nosotros?
Si tengo que ser sincero, la verdad es que apenas me acuerdo. Creo que la última vez que estuve en España fue en una mini gira en locales de pequeño aforo, tipo club o cafés y el formato artístico fue de “solo” con guitarra, como ahora. Fue hace ocho o nueve años –creo–, visité media docena de ciudades y recuerdo que, como siempre que vengo aquí, me sorprendió mucho que la gente me acoja tan bien o, incluso, que me traigan algunos de mis discos clásicos para que se los firme. Entiéndame, tengo la edad que tengo y ni soy ni me considero una “estrella”, aunque reconozco que me halaga profundamente que una música de hecho minoritaria como la que yo desarrollo continúe interesando.
Profesionalmente, empezó en 1965 y a lo largo de todos estos años ha actuado en directo sin parar y ha registrado en grupo o en solitario un número apreciable de álbumes. ¿Podría explicar brevemente cuál cree que ha sido su evolución desde aquellos primeros discos solo o junto a Bert Jansch, hasta ahora mismo? ¿Cree que su música ha sufrido cambios estilísticos reseñables en todos estos años?
Empecé con la guitarra cuando tenía 13 años. Era la década de los 50 y el skiffle facilitaba a los chavales hacer música de forma sencilla; principalmente, porque este instrumento al ser barato logró bastante popularidad entre los escolares: Simplemente, se puso de moda entonces tener una guitarra. Más tarde, ya durante los 60, entré en contacto con un puñado de tipos que tocaban bien la guitarra y que, básicamente, se movían como yo en el circuito del folk. Estuve de suerte al conocer tan rápido a gente artísticamente tan buena como Bert Jansch, Davey Graham o Robin Williamson; de un gran nivel técnico los tres. Fue a partir de entonces cuando yo también me volqué del todo en aquella clase de música y cuando mi nombre empezó a sonar un poco. Experimenté mucho y toqué o colaboré con artistas también de otros géneros. Fue la época de mis primeras bandas. Más tarde, ya entrada la década de los 80, empecé a derivar hacia otro tipo de argumentación musical más tradicional y concreta como el folclore de Glasgow, por ejemplo. Ahora mismo estoy escribiendo una clase de música a partir de influencias muy diversas, la cual –lo confieso– me encanta tocarla en directo.
Cuando debutó en los años 60, se estaba produciendo toda aquella explosión de música fantástica con los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, los Who o los Animals, entre muchas otras grandes bandas. ¿La gente que, como usted, se movía por la escena folk, estaba atenta a lo que estaba sucediendo en el universo pop?
A los músicos folk muchas veces no les preocupa lo que está pasando con la música pop. A ellos les agrada la música por sí misma y no les llama la atención lo más popular. En los 60 yo era muy, muy humilde. No tenía a nadie y prácticamente dormía en la calle. Sólo me alcanzó para una guitarra y ésta tenía ser una guitarra acústica, eran más baratas [sonríe]. Si hubiese tenido más medios para adquirir una guitarra eléctrica, puede que me hubiese dedicado a tocar blues o algo por el estilo. Cuando empezó lo de Pentangle se hacía bastante música progresiva. Mucha gente estaba en sus comienzos y se notaba que la gente tendía hacia la fusión. Fueron unos tiempos estupendos. En mi caso, musicalmente hablando, puede que fuese lo más “avanzado” en lo que jamás haya estado metido y, curiosamente, al menos para mí, fue la época de máxima popularidad porque entré, incluso, varias veces en las listas de éxitos… Al mismo tiempo que alguna de aquella gente que has citado al principio (riendo). ¿Qué envidia, no?
Sobre todo durante los años 70, cuando hubo en lo estilístico un gran cambio de orden musical, es probable que la industria lo acusase también. ¿De qué manera vivió John Renbourn aquel momento junto a los Pentagle o, más tarde, con su siguiente banda, el John Renbourn Group, a nivel discográfico?
Bueno. Desde el principio mis grabaciones lo fueron en un sello musical entonces muy pequeño y de gestión independiente llamado Transatlantic y supongo que, al margen de mi mayor o menor talento, el motivo que más pesó al ficharme fue que yo les resultaba pero que muy barato [risas]. Con sólo una guitarra acústica podía hacer un disco en medio día… Ellos estaban muy contentos conmigo [risas]. Mi siguiente compañía, Warner Brothers, ya era entonces una de las casas discográficas más grandes del mundo. Así que ese fue un cambio enorme para mí. Pasé de trabajar con una compañía muy chiquitita, que era como estar con tu propia familia, a grabar para una gran compañía y disfrutar o sufrir desde dentro uno de los mayores negocios del mundo. Obviamente se produjo un cambio en mi situación laboral y artística.
Me imagino que la vida del músico se basa sobre todo en componer y en actuar en directo y más teniendo en cuenta la clase de artista que es usted. ¿De qué manera un músico que graba en una de esas compañías tan pequeñas y que, por tanto, cuenta con menos promoción, más limitada distribución y, por tato, menos ventas, logra mantenerse? ¿Actuando en vivo, básicamente?
OK. Naturalmente, para vivir de la música te hace falta dinero para sobrevivir el día a día. Sí, sí, esta es una cuestión interesante, porque siempre se han producido a lo largo de la historia de la música pop situaciones muy chocantes. A muchos artistas, las compañías en general, les han dispensado un trato bastante… Sólo cuando un disco se promociona un poco es cuando pueden salirle al artista contratos para actuar que es, en definitiva, lo que produce la entrada de dinero “fresco” de forma rápida y más o menos constante. Ésta es, por ejemplo, la historia de la música soul. ¿Se acuerda de los años 60? Un montón de maravillosos artistas que vendían millones de discos y que no obtenían apenas dinero de aquellas ventas pero que se mantenían bastante bien gracias a los muchos conciertos que les ofrecían hacer. Desgraciadamente, para la mayoría, el dinero entraba y salía con igual rapidez y cuando eres muy joven, ya se sabe… Así que, de alguna manera, la situación, pese a los años transcurridos, se sigue repitiendo de forma cíclica. Algunas discográficas pagan derechos de autor y otras no. Es lo que hay, y muchas veces no tenemos más remedio que aceptarlo.
Durante la década de los años 80, con la revolución tecnológica, se popularizó el sintetizador y, con él y otros aparatos de última generación, la música electrónica. ¿De qué manera un músico básicamente acústico como usted logra mantenerse en ese tiempo y se mantiene equidistante frente a aquella situación de cambio de las costumbres? ¿Cómo logró adaptarse a aquella situación, sobre todo, por lo que respecta a sus grabaciones?
Lo encontré personalmente un poco difícil porque a mí siempre me ha gustado vivir en el campo y no quería ir a la ciudad a grabar. Al comienzo, ya lo he dicho, grabar era muy sencillo para mí. Dado que mi música era sencilla podía registrarla en cualquier lugar y con un personal técnico muy limitado en cuanto a número de personas. Incluso mi propio hogar era un de los lugares habituales donde hacerlo. En los años 80 acostumbraba a acudir a pequeños estudios situados en el campo con plantillas reducidas de personal y ellos me decían que nunca habían trabajo de aquella manera, sonorizando acústicamente los instrumentos; aquello era un verdadero problema para ellos; tenían que utilizar un micro! [risas] ¡De verdad! Era extraño. Sin embargo, todo ha evolucionado positivamente y los técnicos ya son conscientes de qué supone grabar en acústico.
Al margen de su trabajo artístico, es decir, de la música que produce, ¿de lo que escucha a su alrededor, qué es lo que más le interesa? ¿Qué le llama la atención de verdad más allá del mundo del folk?
La verdad es que me interesa todo tipo de música. Acudí a un instituto de estudios musicales cuando ya era bastante mayor, puesto que ya había superado los 50 años. Pensaba entonces que tenía bastante experiencia y conocimientos pero me di cuenta en seguida que no sabía prácticamente nada. Me dediqué a escuchar con pasión folclore étnico de todo el mundo y músicas de muchos estilos diferentes. Escuché cosas que no sabía ni que existían y comencé a experimentar sensaciones que con antelación me eran absolutamente desconocidas. Evidentemente, estas experiencias me han sacado, ahora lo veo, de la cierta cerrazón en la que me movía y tanto mi pensamiento como mi consideración hacia el hecho artístico musical también han variado, obviamente.
Hablando un poco de lo más reciente, ¿qué piensa de esta crisis del sector discográfico –tan evidente en España y supongo que también en Gran Bretaña y en otros países de Europa– y toda la revolución de internet que, entre otras cosas, ha favorecido una bajada espectacular de las ventas de discos?
En mi caso, y teniendo en cuenta mi ya bastante larga trayectoria, llevo realizadas un buen número de grabaciones oficiales y se que circula, también, bastante material nunca autorizado por mí proveniente de mis conciertos. Yo tengo claro que a veces toco bien en mis actuaciones y a veces lo hago mal y nunca puedes prever que va a ocurrir. Soy consciente de ello por alguna gente que he ido conociendo a lo largo de los años que me dicen: “eh, tío, te oí tocar muy bien aquella vez a principios de los 70 con Bert Bert Jansch, te acuerdas…?” Se refieren naturalmente a algún registro “pirata” del que únicamente he tenido conocimiento muchos años después. Pero yo soy el artista y no me voy a meter a mis años a valorar si estas prácticas son correctas o no y a filosofar sobre su carácter de ilegalidad. A estas alturas casi todo está colgado en la red. A la gente que toca música, a los artistas, a menudo nos entran ganas de saber más sobre nuestras propias grabaciones que al público en general. Gracias a ello se han conservado sonidos e imágenes muy interesantes que de otra manera… El problema, como siempre, es que algunos se están ganando la vida con ello ¡y los artistas no vemos ni un duro! Yo no soy nadie en este sentido, ¡pero imagina a aquellos solistas y bandas legendarios de los que existen centenares de bootlegs! Creo, no obstante, que pese a todo es una buena manera de preservar materiales importantes que alguien, aunque fuese sin permiso, recogió en una cinta casera. Puede ser…
O puede que no…
Como aficionado, ¿qué piensas tu sobre este tema?
Es seguramente un tema puro y duro de dinero. Si lo miras desde el punto de vista del fan, es interesante porque se pone a nuestra disposición más material, aunque el artista acabe no viendo ni un céntimo de derechos de autor sobre estos registros…
Sí, es una situación terrible… Yo creo que si todo volviese al inicio, a años atrás, sería un concepto bastante extraño pensar que no puedes establecer el copyright sobre una cosa como la música. ¿No crees?
Desde la perspectiva actual, efectivamente, se hace extraño pensar esto.
En cualquiera de los casos, estoy contento porque he logrado ganarme la vida con este oficio, aunque la situación me recuerda a cuando los hombres blancos invadieron los territorios de los pieles rojas. Los pobres indios no entendían qué hacían los blancos con ellos ¡y en su propia tierra!
Sí, pero imagine que grabo su actuación de esta noche y que la “cuelgo” en la red y empiezo a ganar dinero con ello y se entera de lo que está pasando…
Evidentemente, el tema no me haría ninguna gracia, aparte de ser ilegal.
Claro que es ilegal. Pero yo le pregunto, ¿qué pasaría?
Es complicado, claro. Pero no creo que pudiera hacer mucho para parar esta práctica. Creo que lo mejor es tomarse el tema filosóficamente o con cierta “deportividad”. Piensa que ni las grandes estrellas cargadas de millones para pagar abogados ni sus compañías pueden plantarle cara a un fenómeno tan desmesurado y popular como internet.
¿Después de 42 años trabajando, dónde encuentra la inspiración necesaria para seguir produciendo música y las ganas de actuar; es decir, la motivación para mantenerse en el negocio?
Durante un tiempo me tentó la posibilidad de dejar de viajar, establecerme definitivamente en el campo y dedicarme sólo a componer Pero dar ese paso se me hizo muy cuesta arriba porque mis agentes querían que siguiese al mismo ritmo de trabajo… [risas] Ellos también tienen que vivir. Intenté resistirme, pero no me dejaron, y eso que yo ya soy un tipo mayor que ha superado los sesenta. En fin, pensándolo bien encuentro todo un privilegio que la gente aún se interese por sentarse a escucharme tocar.
Evidentemente, el tipo de música que hace es concreta y, pese a su calidad, no está de máxima actualidad hoy en día porque no es la que suena en la radio o la que vemos en la televisión. Me gustaría saber qué tipo de público es el que le sigue en la actualidad y si percibe que hay interés sobre su trabajo tanto entre la gente que le es más contemporánea como entre la de las generaciones más recientes.
Durante mucho tiempo, la gente me decía que esto del folk era sólo como un gran revival y que las generaciones jóvenes estaban locas por la música pop, aunque nunca me acabé de creer esto. He tocado bastante recientemente en un festival folk en Gales ante miles de chavales jóvenes y fue fantástico tocar para ellos. Creo que en la actualidad hay mucha gente joven que sigue los circuitos de esta clase de música. También están surgiendo constantemente muchos nuevos valores y multitud de grupos también notables a los que están respondiendo grandes audiencias. Probablemente hay una crisis general del negocio pero, pese a todo, esto no para.
Aquellos que han seguido bastante de cerca toda su carrera, seguramente destacarán de ésta, sobre todo, la fundación de Pentangle. ¿Cómo recuerda aquella época y el hecho de haber tenido que desenvolverse en ella con más músicos y, por tanto, disfrutar de las ventajas y los inconvenientes del trabajo en grupo?
Obviamente, el aspecto principal de trabajar en un grupo lo constituye tu relación con la otra gente; la personalidad de todos, la versatilidad de gustos y de estilos, etcétera. Tuve suerte de pertenecer al grupo Pentangle porque al ser todos grandísimos músicos de sesión podían tocar de todo: pop, jazz, blues, folk naturalmente; todo ello a partir de una actitud siempre muy buena; actitud técnica e imaginativa muy buenas. Bert, Jacqui McShee… todos éramos capaces de tocar de todo. Fue fantástico estar junto a ellos y les agradezco todo lo que aprendí junto a ellos. Aquella fue para mí una época brillante e inolvidable.
Si tuviese que escoger de toda su producción discográfica un álbum que pudiera considerarse como característico de todo su trabajo, ¿cuál escogería, exceptuando las recopilaciones de hits?
No lo sé. Me resulta muy difícil escoger por que cada trabajo es fruto de un momento o etapa personal concreto. Creo que durante los 60 y hasta principios de los 70 tocaba básicamente lo que la gente quería escuchar. Puede que desde cierto punto de vista lo que hacía entonces fuese bastante original aunque había más músicos o formaciones que tocaban cosas parecidas. Era una especie de blues acústico o algo parecido. Discos con el grupo como Sweet child o Basket of light. Cuando inicié el camino más en solitario, los álbumes se convirtieron en cosas un poco más personales estilísticamente hablando y en cuanto a aportación propia: Faro Annie o The lady and the unicorn, por ejemplo. De los últimos años, me interesan los trabajos que más tienen que ver con mi propio yo interior y las circunstancias que me rodean afectivamente, por ejemplo Long time back. Contiene música con ritmo, así que tiene mucho que ver conmigo.
Una última cuestión. ¿En estos últimos tiempos qué es lo que le apetece hacer más, componer o arreglar música folclórica tradicional?
Esta última es interesante porque el material tradicional no he probado nunca tocarlo como auténtica música tradicional. Lo veo como música en el sentido que puede analizarse, entender su estructura, escalas y el ritmo que la dicta. Yo tomo estos aspectos de la música y los arreglo a mi gusto cambiando el tono, la sonoridad y todo aquello que me viene en gana. A veces, los tonos son exactamente iguales que unos tonos tradicionales, excepto por el arreglo a los que los someto. Así que no se reproducen de una manera tradicional. Cuando compongo, dibujo ideas musicales sobre mis propias circunstancia personales. Realmente pueden acabar siendo dos maneras de hacer bastante similares. Lo único que puedo decir es que este trabajo aún me apasiona.