Horas después del fallecimiento de Chavela Vargas, Joaquín Sabina recuerda a la cantante mexicana en las páginas de “El País”. Al enterarse de la notica, “me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido. Siempre me culpé por no ser capaz de llorar con la muerte de mis padres, pero esta vez me venció el desconsuelo”, dice Sabina. Recuerda cómo conoció a Chavela Vargas hace unos veinte. Le pidió a Pedro Almodóvar que se la presentara: “Al acercarme, escuché cómo él le contaba quién era yo, pues Chavela no tenía la menor idea. ‘La admiro desde niño’, le dije. ‘Yo también le admiro mucho a usted’, contestó. Ante la mentira, exclamé. ‘Vete a la mierda’. Nos fundimos en un largo abrazo que nunca aflojamos hasta ayer mismo”.
“Con su desaparición, se pierde una manera de cantar llorando, un quejío inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular desde la muerte de Roberto Goyeneche”, sentencia Joaquín Sabina.
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