«Fue a por todo desde el primer minuto, con chaqueta y pantalón verde rápidamente exorcizó los malos presagios que pudieran derivarse de su reciente vahído»
Había expectación por el segundo concierto de Sabina en Madrid tras el susto del fin de semana. Pero el maestro y los suyos salieron a por todas, sin miedo, y ofrecieron un concierto de los que detienen el tiempo.
Joaquín Sabina
16 de diciembre de 2014
Palacio de Deportes, Madrid
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Foto: RODRIGO HARO.
Al principio iba a ser un disco doble, pero artista y compañía no tenían claro qué hacer con el nuevo cancionero, hasta parecía que ambas partes guardaban cierto miedo o necesitaban muchas precauciones ante el giro que suponía «19 días y 500 noches» (1999). Y ahí está, quizás el mayor éxito de Sabina, su mejor disco sin duda, sobran los motivos. Quince años después, Joaquín lo retoma para salir de gira: «500 noches para una crisis». Tras el ligero susto de su estreno en Madrid el pasado sábado, este martes salió motivadísimo, buscando todo el rato la máxima complicidad con el público de un Madrid que le necesita para capear su actual color gris, muy gris. Plagado el público de amigos como Serrat o Victor Manuel, y de admiradores como Jordi Évole, entre una larga lista, tampoco faltó Alejo Stivel, productor de «19 días y 500 noches». Joaquín Sabina empezó prácticamente puntual, constantemente agradecido y en ocasiones visiblemente emocionado, alargando algo más de dos horas y media la magia que le unía con un Palacio de los Deportes lleno.
‘Lili Marlene’ en la voz de Marlene Dietrich prologó la salida al escenario del madrileño nacido en Úbeda. Joaquín Sabina no tardó en calentar la noche con ‘Yo me bajo en Atocha’, ‘Ahora que…’ y ’19 días y 500 noches’. Sin miedo, fue a por todo desde el primer minuto, con chaqueta y pantalón verde rápidamente exorcizó los malos presagios que pudieran derivarse de su reciente vahído. Con un show impecablemente montado: sonido, pantallas gigantes con recursos de pintura, cómic y cine para la pantalla central, luces y una banda íntima de enormes músicos como Pedro Barceló (batería), Jaime Asúa (guitarra eléctrica), Mara Barros (voz, coros), Josemi Sagaste (saxo, teclados, acordeón), el imprescindible Antonio García de Diego (teclados, guitarra, voz y coros) y el viceversa de Joaquín Sabina, Pancho Varona (bajo, guitarrón, voz, coros). Con todo esto, digo, solo había que sentarse a disfrutar hasta que llegara el momento de tirar el asiento.
Joaquín se deshizo en agradecimientos al público y a todos aquellos que han estado pendiente de él en estos días: «decir gracias es decir poco», afirmó. Y uno a uno, fue desgranando ordenadamente el repertorio de «19 días y 500 noches» menos ‘Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o». Hubo tiempo para rarezas como la versión ‘Ese no soy yo’ a partir del ‘It ain’t me babe’ de su venerado Bob Dylan. Pero sobre todo hubo tiempo para disfrutar con el reencuentro de Sabina con ‘Una canción para la Magdalena’, ‘A mis cuarenta y diez’, ‘Cerrado por derribo’-‘Nos sobran los motivos’, ‘Pero qué hermosas eran’… Todas fueron bien recibidas, cantadas y muy sentidas. Llama la atención la gran acogida para ‘De purísima y oro’, fantástico retrato del Madrid grisáceo de la posguerra civil, quizás sea porque se parece demasiado al de ahora, regido como está por los herederos de aquellos nacionales.
«Se preguntarán por qué volver a tocar este repertorio, yo también, quiero decir, tampoco lo sé. Porque en mi casa, los que me conocen lo saben bien, nunca se oyen discos míos porque en mi casa solo se oye buena música. Pero hace unos meses, vinieron unos amigos argentinos que querían llevarnos a tocar por allá, donde siempre nos gusta ir y no teníamos mucha cosa que ofrecer. El tipo me puso ese disco, empecé a oírlo más bien enfurruñado, entonces me tomé un whisky, seguí enfurruñado, tomé otro, y me empezó a parecer que no estaba tan mal, al tercero me pareció un disco comparable al ‘Sgt. Pepper’. No fue tan así, pero sí me pareció que las canciones habían envejecido como los viejos verdes, es decir, moderadamente bien, sin mucha dignidad y también empecé a pensar que fue el último verano de mi juventud, mi juventud la alargué hasta los cincuenta, que no está tan mal». Así explica el bueno de Joaquín cómo llegó a recuperar «19 días y 500 noches» para el directo, luego, en esa escena profunda pero entrañable que se produjo entre público y artista, siguió hablando, casi haciendo terapia, al relatar sus cambios de hábitos y de compañías, músicos por poetas, después del ictus que sufrió.
El ex Alarma Jaime Asúa estuvo fantástico a la hora de resolver ‘El caso de la rubia platino’, y ese juego de variantes que trajo otras joyas al escenario del Palacio de Los Deportes, acabó de confirmar una de las mejores noches de Joaquín Sabina en su ciudad, inolvidable como aquellas Ventas de «Mentiras piadosas» o las primeras de «19 días y 500 noches». Pancho Varona se marcó ‘Conductores suicidas’, Antonio García de Diego inició ‘Tan joven y tan viejo’, Mara Barros agrandó su papel con ‘Y sin embargo te quiero’ para seguir Joaquín con ‘Contigo’… A esas alturas el asiento le sobraba a todo el mundo, y ‘Princesa’ vino a traer la realidad de un repertorio único e infinito. Dos bises regaló Joaquín, no le quedaba otra ante un público que no quería dejarle escapar, donde aparecieron enormes canciones como ‘Máter España’. ‘Pastillas para no soñar’ marcó el cierre, las doce y cuarto, una vez más, Sabina paró el tiempo.