«En algunas canciones me apetecía volver a los arreglos y las orquestaciones, que siempre me han gustado. Era una lucha entre mantener el formato del primer disco y dejarme llevar por las orquestaciones»
El albaceteño publica “La Frontera”, un segundo elepé en solitario que deja atrás la austeridad sonora de “El ritmo de los acontecimientos”, y que le obliga a volver a los escenarios acompañado de una banda. Eduardo Guillot lo entrevista.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Le avala una trayectoria de difícil parangón en la escena estatal, pero Joaquín Pascual no es de los que se duerme en los laureles. Finiquitados Travolta, inició con «El ritmo de los acontecimientos» una carrera en solitario que se afianza con «La frontera», de nuevo grabado junto al productor Paco Loco.
«La frontera» llega tras una gira sin banda y el cedé casero «Aproximación a la frontera», una maqueta difundida entre el público que ya contenía dos de las canciones del disco en estado embrionario. ¿Para qué te ha servido el proceso?
Para comprobar cómo son las canciones. Porque las tocas en casa, solo, y en principio todas te gustan. Tenía muchas y llevaba tiempo en casa dándoles vueltas. Como hacíamos con Surfin’ Bichos y Mercromina, pensé en la posibilidad de tocarlas en directo y comprobar cómo me sentía interpretándolas ante el público. Entonces estaba obsesionado con el tema de la comunicación, de tratar de mostrar cómo era mi interior y ver cómo reaccionaba la gente, qué me decían, y pensé que era una buena manera de comprobar cuáles de esas canciones me iban a compañar en «La frontera». La verdad es que saqué bastantes conclusiones. Hubo muchas que se quedaron fuera, y otras que pensaba que no iban a aportar mucho, resultó que sí lo hicieron. Fue una experiencia bastante gratificante. Si pudiera, lo haría con todos mis discos.
No solo ha servido para seleccionar las canciones. Durante la gira asegurabas que querías grabar un disco muy desnudo, pero no ha sido así. ¿Por qué?
Cuando empecé a componer y grabar maquetas, la idea era mantener el espíritu de «El ritmo de los acontecimientos», esa fórmula de composición desnuda. Pero, por otro lado, en algunas canciones me apetecía también volver a los arreglos y las orquestaciones, que siempre me han gustado y he utilizado en discos anteriores que he grabado con grupos. Era una lucha entre mantener el formato del primer disco y dejarme llevar por las orquestaciones. Hay canciones que han mantenido la pureza, como ‘Un ritmo caliente’, que es bastante desnuda, o ‘La reacción’, que prácticamente no tiene nada, mientras que otras han ido tomando más dinámica de arreglos. Cada disco tiene su forma de ser, cada momento es distinto, y nunca me ha gustado repetirme demasiado.
¿Ha tenido mucho que ver Paco Loco en el proceso?
Tenía bastante claro lo que quería de cada canción. Ninguna ha cambiado de formato. Pero es cierto que hay alguna, como ‘Hotel Romántico’, que no llevaba cuerdas, tenía un tratamiento más austero, con un toque indio, a base de tambores y guitarras, y Paco me sugirió la posibilidad de grabarla con arreglos de cuerda del estilo de los que ya tenían ‘Cosas bonitas’, ‘Tres vidas’ o ‘Los Protagonistas’, que le encantaban. Yo no lo veía, pero hizo una labor de producción que la acercó a las otras. Y, por supuesto, también hay muchas aportaciones suyas en guitarras, sonidos, posibilidades de estribillos y arreglos, que hacemos siempre en todos los discos.
Puede que las cuerdas sean las mejores que has grabado nunca. ¿Estás de acuerdo?
Quería hacerlas bien, trabajar mucho esos arreglos, hacer unas orquestaciones bonitas y tomarme mi tiempo. Una vez tuve decididas las canciones que iban a llevar los arreglos, que eran ‘Los protagonistas’, ‘Cosas bonitas’ y ‘Tres vidas’, les dediqué bastante tiempo, estuve haciendo arreglos y trabajando con mi padre, que me echó una mano con las orquestaciones y las armonizaciones de las voces. Fue un proceso complejo, porque no pude grabarlas en Cádiz, como estaba previsto. Era verano, y los músicos que conoce Paco estaban de vacaciones, así que paramos la grabación un mes, volví a casa, acabé los arreglos, busqué músicos de la Orquesta Sinfónica de Albacete para empezar a trabajar, grabé aquí, en mi estudio, volví a Cádiz y allí ya lo montamos. Nunca le he dedicado tanto tiempo a las cuerdas y las orquestaciones.
En ocasiones, el sonido se acerca a las texturas cinematográficas.
Es que, cuando empecé a componer las canciones, quería que todas tuvieran un reprise, un final instrumental.
¿Como lo es ‘La mina abandonada’ respecto a ‘Un ritmo caliente’?
Exacto, o los finales de ‘Tres días’, ‘Hotel Romántico’, ‘Cosas bonitas’, ‘Los protagonistas’ e incluso el de ‘La reacción’, aunque en este caso es más breve. Todas tienen un final en el que, solo con música, se trata de rememorar la idea de la canción, de conseguir una gran fuerza expresiva que sugiera al oyente su propia película, su propia intuición interior o su forma de representarse lo que la canción está diciendo. De ahí ese mundo cinematográfico o que, de alguna manera, se recrea en imágenes.
El teclado de ‘Un ritmo caliente’ me recuerda ‘Red right hand’, de Nick Cave. ¿Es intencionado?
Debe ser algo inconsciente, porque no la tenía en mente, ni mucho menos. Durante un tiempo he estado escuchando afrobeat y afrojazz. Tengo un Hammond en casa y he compuesto bastantes instrumentales de espíritu afro que aún no he sacado a la luz, basados en el órgano, con sus ritmos, su reverb y sus efectos. Cuando compuse ‘Un ritmo caliente’ tenía ya algunos de esos instrumentales y pensé en adaptarlos a la canción.
Sorprende que te hayas metido en ese terreno. Y dan ganas de escuchar los resultados.
Son las canciones que tengo maquetadas y que no han entrado en los discos. Hay ocho o nueve con el espíritu de ‘Tres vidas’ o ‘Un ritmo caliente’, con tendencia hacia lo afro, lo psicodélico, con sonidos bastante jazzísticos: flautas, órganos… Seguramente dejaremos que «La frontera» respire un poco y, para después de verano, grabaremos los instrumentales y sacaremos un disco con ellos.
¿Este álbum te obliga a salir de gira con banda?
Pues sí. Pero me hace ilusión, porque en este momento me apetece tocar este disco con banda. El formato de dúo con Ana Galletero, que usé en «El ritmo de los acontecimientos», es mucho más llevadero y fácil de amortizar, pero ahora lo que toca es esto, tengo muchas ganas de presentar el disco en formato de grupo. Iremos cuatro personas, y en los conciertos oficiales seremos cinco músicos, con un teclista para poder hacer las cuerdas y la orquestación. Hemos recuperado temas del primer disco que crecen al tocarlos en grupo.
Poco más o menos, El Genio Equivocado se creó para publicar tu primer disco. Sin embargo, editas el segundo con Grabaciones en el Mar. ¿Por qué?
Es complicado hablar de estas cosas. Yo estaba muy bien con El Genio Equivocado, aunque parezca absurdo que me haya ido. Lo he sacado con Grabaciones en el Mar porque no quería enclaustrarme en un sello. Desde que abandoné Mushroom Pillow, mi idea es no pertenecer a un sello con un contrato por medio, no me apetece, y en El Genio Equivocado lo sabían desde el primer momento. En realidad, el disco está autoeditado, lo he pagado yo, y lo único que necesito es alguien que me eche una mano en labores de promoción, conciertos y tener un poco de apoyo a la hora de organizar las pequeñas giras. El Genio Equivocado se ha vinculado a otros grupos, ha crecido como sello, y a mí me asustaba un poco volver a formar parte de una escudería.
¿Tan mala fue la experiencia con Mushroom Pillow?
Pues… Un poco sí, qué quieres que te diga. No es que fuera especialmente mala con ellos, pero sí fue especialmente malo el momento. Quizá me tocó vivirlo con ellos y a ellos conmigo. No les echo la culpa de todo, ni mucho menos, pero yo estaba al límite de mis posibilidades de soportar según qué cosas. Tomé la decisión de que no iba a firmar ningún contrato discográfico más en mi vida. Espero no tener que arrepentirme de lo que estoy diciendo, pero decidí que iba a intentar autogestionarme, y cuando necesitara apoyo, pedirlo puntualmente a quien considere que en cada momento está por la labor de dármelo.
La portada del disco es de Joaquín Reyes, que ya hizo alguna para Mercromina. ¿Cómo retomasteis la relación de trabajo?
Diseñó con Enrique Borrajeros la de «Canciones de andar por casa», e hizo solo la de «La montaña más alta del mundo». Me lo encontré en Madrid, después de un concierto de la gira de «El ritmo de los acontecimientos», me dijo que le había gustado mucho y me comentó que le apetecía hacer otra portada. Le tomé la palabra y, cuando tenía el disco grabado, le mandé las canciones y se puso a diseñar la portada. La verdad es que es un poco chanante, pero me gusta mucho. Me parece que interpreta muy bien el mundo interior del disco, loco y lleno de emociones. Ni siquiera le he preguntado por qué ha dibujado esas cosas. Cuando hablamos, ya sabía que no le iba a poder decir que no me gustaba o que hiciera cambios, así que me arriesgué y el resultado me encanta. Y tiene el valor añadido de ser una portada suya.