“A la histórica intérprete de canción protesta le comenzó fallando su principal arma, pero si algún incrédulo subestimó sus recursos, ¡se equivocaba! Un bagaje de cincuenta y cinco años otorga la experiencia suficiente como para resolver de una manera notable situaciones adversas”
Bajo el título “A evening with Joan Baez”, la veterana cantante neoyorkina ofreció el pasado martes uno de sus esperados directos en el Palacio de Euskalduna de Bilbao, donde llegó con la voz tocada, escollo que superó gracias a sus más de cinco décadas sobre los escenarios. Lo cuenta Miguel Tébar.
Joan Baez
17 de marzo de 2015
Palacio de Euskalduna, Bilbao
Texto: MIGUEL TÉBAR. Fotos: UNAI NUÑO (CORTESÍA LAST TOUR)
Lo advirtió la propia Joan Chandos Báez (1941, Staten Island, New York) desde que apareció el martes por la noche en el amplio y lleno auditorio Euskalduna de Bilbao, con una envidiable buena planta y arropada por los aplausos del público: “Disculpadme porque me encuentro muy mal de la voz… he estado pensando cancelar este concierto pero finalmente cantaré aunque sea un poco más suave”. Así que, para esta ocasión, cualquier comparativa con sus diferentes épocas y giras parece inoportuna, tal como lo comenté a posteriori con Silvia N., una uruguaya aficionada a Joan Baez desde que siendo una niña se enganchó a sus maneras: “Dar rienda suelta a mi fanatismo por “la vieja” es parte de mis vacaciones… a la vez que una inofensiva terapia. Espero verla morir con las botas puestas sobre un escenario, sobreviviendo a muchas de sus seguidoras”.
A la histórica intérprete de canción protesta le comenzó fallando su principal arma, pero si algún incrédulo subestimó sus recursos, ¡se equivocaba! Un bagaje de cincuenta y cinco años actuando por todo el mundo, sin duda otorga la experiencia suficiente como para resolver de una manera notable situaciones adversas. Al parecer las cuerdas vocales son un instrumento capaz de responder sorprendentemente, máxime si su dueña ha sido todo un modelo de cultura popular durante el siglo XX (y parte del XXI).
En poco más de hora y media, el concierto anunciado como “An evening with Joan Baez” mantuvo nuestra atenta escucha sobre veintidós canciones (de dispar autoría) cargadas de recuerdos, con denominación de origen e intrínsecas amables reivindicaciones.
Durante todo el concierto una eficaz técnico le fue permitiendo alternar de guitarra acústica sin detenerse a afinar ni un solo segundo. En las dos primeras se defendió por si sola –‘God is God’ (Steve Earle) y ‘There but for fortune’ (Phil Ochs)– y según lo fuera exigiendo el repertorio se apoyaba de una u otra forma en su big band. Tres músicos de confianza compartieron con ella el desnudo escenario: el valioso mano derecha Dirk Powell (productor, multiinstrumentista y compositor de, por ejemplo, la preciosa declaración de amor ‘Just the way you are’ que acertadamente suelen tocar y que aún está inédita), su discreto hijo Gabriel Harris (percusionista e involuntariamente protagonista de aquel festival Woodstock en que su madre fue la tercera artista mejor pagada y su padre David estaba preso por insumisión antimilitar) y la jovencita resolutiva Grace Stumberg (contratada como asistente personal durante los largos viajes y que tan bien suple con su clara segunda voz los ya no tan agudos de su jefa).
En el encore nos concedió los himnos universales ‘Imagine’ y ‘Blowing in the wind’ como suele ser habitual, y los cuatro versos de ‘Here’s to you’ con los que nunca olvidaremos aquella injusta ejecución de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Una composición de autoría propia, al igual que la extrañamente poco celebrada ‘Diamonds & rust’ que cantó bastante pronto.
Joan Baez no mostró explícitamente su faceta de sempiterna agitadora, pues atendiendo quizás a títulos como ‘Joe Hill’ (Earl Robinson) no haga falta explicar los derechos básicos a los que alude con cada canción. Obviamente el principal manantial de sus historias es el folk de EE.UU., siempre mezclado en la memoria de esta activa cantautora con perlas como la tunecina ‘Jari ya hammouda’ (Ahmed Hamza) acompañada de palmas, la metafórica ‘Donna donna’ (Aaron Zeitlin) traducida del yiddish, el popular poema vasco ‘Txoria txori’ (Joxean Artze/Mikel Laboa) tan lógicamente celebrado y, por supuesto, su confesa pasión latina por ‘La llorona’, ‘Llegó con tres heridas’, ‘Gracias a la vida’, ‘No nos moverán’ o ‘El preso número nueve’ -estas tres últimas del tirón antes de despedirse por vez primera-.
Los olvidos en partes de las letras fueron anecdóticos, así como la simpática dedicatoria que tuvo hacia su nieta de diez años de quien leyó unas frases para introducir a la paradójica letra de Violeta Parra. La divertida historia de ‘The lily of the west’ siempre contrasta con la melancólica ‘House of the rising sun’ y el baile en pareja que se marcó durante la tradicional ‘Give me cornbread when I’m hungry’ dejó clara la madera de la gran e incomparable artista.
En definitiva, toda una abuela de armas tomar, a la que se le respeta y se aguarda en silencio –probablemente de más– como una dignidad viva que es. ¡Larga vida señora Baez! Mientras tanto, nosotros seguiremos aguantando en la lucha de la vida.