«La música me ha acompañado toda mi vida y me ha ayudado a gestionar las emociones. Es una manera de vivir»
En los últimos años, el inquieto Javier Sólo ha formado varias bandas: La Contradicción, Javier Sólo y Sus Malas Costumbres e Imprudentes. Ahora defiende sus temas en solitario con un disco recién horneado titulado Mejor sólo y bien acompañado. Carlos H. Vázquez habla con él.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto: MIGUEL CASTELLANO.
Las canciones son contradictorias. Los músicos (y músicas), cuando las escriben, cuentan lo que les ha sucedido, lo que puede que les suceda o lo que nunca sucederá. Javier Sólo lo hace en su nuevo disco, Mejor sólo y bien acompañado (Temps Record, 2018), donde se rodea de, efectivamente, buena compañía. Tras haber formado La Contradicción, Javier Sólo y Sus Malas Costumbres e Imprudentes, Javier continúa viviendo una carrera artística —empezó por una apuesta— que a partir de ahora se defenderá en directo con La Banda del Vecino (Irene Garcés, Edu Corral, Carlos Cerezo y Josep Pagés). Las grandes ideas no siempre salen de un garaje.
La música, ¿mejor como estilo o medio de vida?
Yo, como Javier Sólo, no entendería mi vida sin música, una de mis grandes pasiones junto con la educación social. La música me ha acompañado durante toda mi vida y me ha ayudado a gestionar las emociones. Es una manera de vivir.
Eres de Tarrasa, donde empiezas a tocar en 2005. ¿Cuál fue el motivo?
Una apuesta. Escribo muchísimo y no soy de sentarme a ver si rimo o algo; si me siento es porque tengo algo que contar y hay una necesidad. El primer encuentro fue en el Tramuntana de Tarrasa. Hablando con un amigo a altas horas de la madrugada, me dijo que fuese a tocar allí alguna de las canciones que tenía escritas, entre ochenta y cien. Esa semana pedí un préstamo, me compré una guitarra acústica, un amplificador, un pie de micro… y llegué, como quien dice, con las etiquetas puestas.
En 2012 te vas a Lérida y en 2013 grabas Amores en la cola del paro con el grupo Javier Sólo y Sus Malas Costumbres, pero creo que no llegó a publicarse…
Se quedó en maqueta. Allí monté la banda y una de mis canciones preferidas. Amores en la cola del paro son amores condenados a ser precarios. Me tomé mi primer café en Lérida con un bajista, al lado de la Facultad de Educación, y me dijo que me fuera a unos locales de ensayo y preguntara por Jonathan. Fui, pregunté… y rápidamente nos pusimos en contacto con varios músicos y montamos la banda.
También formaste un grupo llamado Imprudentes, ¿no?
Sí. Editamos con Microscopi el disco Parece mentira. Le pusimos ese título porque parecía mentira que hubiéramos podido acabarlo; éramos cinco músicos y cada uno con una perspectiva distinta. Cuando realmente nos sentamos y tuvimos que salir a defender el disco, cada uno tenía unos compromisos, otro tenía otras prioridades… Aquello se quedó ahí y fue el momento de montar algo solo.
Solo… y bien acompañado, como llamas ahora a tu proyecto.
Es un juego de palabras. Necesitaba un apellido, porque solo Javier suena a futbolista o a concursante de Operación Triunfo. Al final me puse Javier Sólo, como adverbio. Cuando acabamos el proyecto de Imprudentes supe que había llegado la oportunidad de montar algo en solitario, así que empecé a llamar a los amigos y a los compañeros. Yo había pensado en Lichis, Litus y en Pere Mallén, que estaba girando con Sidecars… Fueron diciendo que sí y se generó algo muy guapo alrededor del disco. También aparecieron personas como David Gnaposs (Els Pets), al que le propuse el tema “Falsos modales”, y al final produjo todas las guitarras. La cosa fue cogiendo fuerza y por eso también el disco se llama así. Javier Sólo, sí, pero mejor solo y bien acompañado.
Hay cuarenta y tres artistas en el disco. ¿Más vale calidad que no cantidad?
Nosotros no quisimos que fuesen cuarenta o cincuenta, no pusimos ni un máximo o un mínimo. Simplemente sentimos que el proyecto estaba vivo en menos de un año y que iba cogiendo la forma de los músicos que se estaban sumando. Incluso se ha quedado fuera alguna canción grabada a la que solo le faltaba meter las voces definitivas.
Lichis y Litus te acompañan en la misma canción, “La guapa y el ciego”. ¿Fueron los invitados los que eligieron los temas?
Algunas canciones las eligieron ellos. Incluso hay dos que no canto yo: la número nueve, “Imprudentes compulsivos”, que canta Rosa Zeta, y la diez, “Quiero llegar a las manos contigo”, donde canta David Serrat. Son dos voces muy interesantes de Tarrasa. En “La guapa y el ciego”, con Lichis y Litus, hay tres estrofas diferenciadas que han quedado muy chulas. En otras canciones, como “Doctor enfermo”, pensé en Miki Florensa, de La Pegatina.
Creo que “Mientras pueda cantarte” tiene un trabajo de guitarras muy completo.
Esta canción está en el disco porque, en principio, iba a ser cantada a dúo con otro compañero, pero la canto yo solo. Es una de mis preferidas. Si tuviera que quitar alguna del disco, la que no tocaría, sin duda, sería “Mientras pueda cantarte”. Y eso que es una que no debería estar.
Con “Tango de ida y vuelta” pienso en que la música es como esas historias en las que tropezamos dos veces con la misma piedra.
Como te he dicho, escribo porque tengo algo que contar. Normalmente, cuando uno se sienta a escribir, es porque lo que le ha pasado ha sido una frustración o ha tenido esa emoción de la tristeza. Yo escribo cosas que me han pasado a mí o que me gustaría que me pasaran o cosas que le han pasado a mi entorno más cercano. Contar cosas muy específicas en las canciones es algo que no me ha terminado de gustar, porque realmente escribo y canto secretos, pero no los cuento. Si contara más de la cuenta de esta canción, se habría visto reflejada alguna cosa.
¿Cuándo fue la última vez que te emocionaste con una canción?
Anteayer. Estábamos escogiendo un tema para acabar un bolo y decidimos poner una canción de Daniel Higiénico, “Yo quiero hablar como un argentino”. Me imaginé cerrando el concierto con esa canción, pensando en que podría ser un broche perfecto.