«La noche se vistió de colores cuando Cullum se acercó decidido al piano y empezó a interpretar su repertorio con una frescura y un descaro emocionantes, inocentes, pasionales»
Explosivo, conmovedor y con una incuestionable presencia escénica: así se mostró Jamie Cullum en el directo que ofreció en Las Noches del Botánico de Madrid. Al concierto acudió Luis Lapuente.
Jamie Cullum
Noches del Botánico, Madrid
26 de julio de 2017
Texto y fotos: LUIS LAPUENTE.
Como en las viejas películas de cine negro, la figura del crooner es un arquetipo recurrente en el paisaje del pop, una meta para muchos aspirantes a estrellas que buscan su modelo en los clásicos de Frank Sinatra y de los grandes intérpretes after hours de la historia, desde Nat King Cole y Hoagy Carmichael hasta Ella Fitzgerald y Dinah Washington, aunque también para soulmen como Marvin Gaye o rockeros como Rod Stewart. En 2004, Cullum se fotografió en la portada de su segundo álbum, el aclamado «Twentysomething», con aspecto de bohemio despistado, pero la realidad es bien distinta. Fan declarado de Radiohead, The Cure, Errol Garner, Pharrel Williams y Ray Charles, Cullum siempre acertó a reconocer su papel protagonista en el grupo de quienes se atreven a mezclar con desparpajo las tradiciones del jazz con el rock contemporáneo.
Menudo y apasionado, cuando aparece sobre el coqueto escenario madrileño de las Noches del Botánico, ese festival ecléctico y tranquilo donde apetece escuchar música en calma, Jamie Cullum recuerda a aquellos jóvenes parisinos de los años cincuenta que habitaron los garitos nocturnos de Saint Germain predicando su amor por el jazz y apurando la vida con actitud rebelde en cada sorbo de aire. Pero Cullum es mucho más que eso: un pequeño gran cantante que ya apuntaba maneras de artista con mayúsculas cuando casi le encasillan en el movimiento de los neocrooners de principios de la década pasada junto a vocalistas como Michael Bublé o Peter Cincotti.
Pero siempre había algo distinto en los discos de Cullum, un toque especial, único, que descubría a un músico inquieto y sediento de descubrir universos distintos a los que se le presumían, un músico promiscuo, explosivo, cuya bendita voracidad artística deslumbra sobre el escenario cuando enlaza sin problemas a Radiohead (‘High and dry’) con Ray Charles (‘Don’t you know’), a Esther Phillips (‘What a diff’rence a day made’) con una Rihanna virada al jazz descarado (‘Don’t stop the music’) y con su amado Jimi Hendrix (‘The wind cries Mary’ en terrenos del scat), o cuando interpreta algunas de sus piezas inmortales, esas que ya son canónicas, como ‘Everything you didn’t do’ o como la reveladora ‘When I get famous’ (del álbum Momentum, de 2013), una pieza intimista que podría haber escrito Ray Davies: «Tú eras demasiado distante, con tu camiseta de Morrissey, el tipo de chica que nace para vivir la juventud; bueno, eso es una bendición y una maldición».
Sí, Jamie Cullum tiene el blues, tiene el jazz, tiene el aura del rock primigenio. Se viste de Nat King Cole y de Jerry Lee Lewis y conquista al público con su formidable presencia escénica, su pasmosa complicidad, sus aires de saltimbanqui heterodoxo y cercano, te atrapa, te abraza y ya no deja que te vayas, como un ilusionista que se sabe intocable, con poderío y mando en plaza, como debe ser. Por eso, cuando despide el concierto con una preciosidad hermosa y conmovedora al piano (‘Photograph’) y con la descomunal ‘Mixtape’ (de The pursuit, 2010), una de sus canciones más torrenciales, nadie quiere irse y deshacer el hechizo, porque esas canciones que suenan bajo el cielo cristalino de la noche madrileña son para cada espectador como una de esas viejas cintas de casete hechas a mano, que le regalabas a alguien muy querido. Como dice la letra de ‘Mixtape’: «Soy un tipo tranquilo, pero en cuanto a la música que me gusta soy un dictador. Esta es mi vida, desde Morrissey hasta John Coltrane, de Nine Inch Nails a Louis Armstrong, de la Cinematic Orchestra a De La Soul y The Shangri-La’s, una carta de amor adolescente… te prepararé una cinta que sea la huella de mi alma».