«Me apetecía cambiar y reflejar en el estudio lo que hacemos en las maquetas. Lo cierto es que nuestras maquetas siempre han sonado de puta madre»
Jaime Urrutia ha publicado esta semana “Lo que no está escrito”, su cuarto álbum en solitario, tercero en estudio. Un disco con su sello personal, pero definido por un notable cambio de sonido.
Texto: JUAN PUCHADES.
Una de las características más apreciadas de Gabinete Caligari fue su capacidad de sorprender, de reinventarse, de salirse por la tangente, aunque en ocasiones esta actitud les supusiera tropezar y caerse, todo ello sin perder nunca su identidad y sonido bien peculiares. Sin embargo, Jaime Urrutia en solitario, en sus dos discos de estudio y en el directo “En Joy”, parecía aferrado a un sonido determinado, con su sello personal, sí, pero poco arriesgado, demasiado convencional. Y lo que funcionó en el fascinante “Patente de corso” no cuajó en “El muchacho eléctrico”. Por ello, es de agradecer que para dar forma a su nueva criatura, “Lo que no está escrito”, haya optado por pegar un giro radical y refugiarse en una sónica de hechuras clásicas y analógicas que le sientan francamente bien a sus nuevas canciones, y a su voz, una de las más reconocibles de nuestro rock. Ahora, Urrutia rasca un poco, y eso está bien, que ya se echaba de menos.
La gran novedad de «Lo que no está escrito» es que, por vez primera, lo habéis producido Esteban Hirschfeld y tú, y además en el estudio de Jorge Explosión, donde habéis ido a la búsqueda de un sonido analógico.
Sí, este disco, en principio, lo iba a haber producido Enrique Bunbury. Hace un par de años, en Madrid, nos juntamos y me dijo que le gustaría producirme el siguiente disco, y yo le respondí que encantado de la vida, cómo no. Me gusta como trabaja Enrique y me hacía ilusión, me apetecía trabajar con él, le pasé tres maquetas, le gustaron, pero se empezó a liar con su historia con Estados Unidos, tuvimos alguna reunión y en junio del año pasado me dijo que iba a ser imposible, que se iba a Estados Unidos y que iba a estar con su lanzamiento allí. Esteban, que es mi teclista y mi músico de cabecera, había estado mezclando en Gijón el disco de la vuelta de Los Mockers, en el estudio de Jorge, y me habló muy bien del estudio, de todo el sonido “vintage”, analógico, de los micrófonos y demás. Además, Doctor Explosión me parece un grupo cojonudo, los vi en directo y son una caña. Otra cosa es que tampoco contábamos con un presupuesto muy alto y nos encajaba todo, el precio y que queríamos un sonido nuestro, propio, que es, digamos, antiguo.
¿A ti te apetecía cambiar el sonido en disco, no?
Sí, yo respeto mucho a Jesús N. Gómez, creo que es un gran productor, pero es un tipo que coge las canciones y las lleva a su terreno, bastante más estándar. El disco en directo lo produjo Carlos Narea, y está muy bien, pero también es una producción muy estándar… La verdad es que sí, me apetecía cambiar y reflejar en el estudio lo que hacemos nosotros, lo que hacemos en las maquetas que grabamos en La Sala, en Valencia. Lo cierto es que nuestras maquetas siempre han sonado de puta madre, siempre me han gustado mucho. Así que en esta ocasión vimos claro que teníamos que producir Esteban y yo, y que el sitio era el estudio de Jorge. Se dieron las circunstancias para dirigir nosotros nuestra primera producción y trabajar a nuestro gusto. También tenía su punto irse un mes a trabajar a Gijón, que es una ciudad que me gusta, donde he tocado muchas veces. En la grabación hubo muy buena sintonía con Jorge..
Además, has llamado a la sección rítmica que forman Candy Caramelo y José “Niño” Bruno.
El primer disco, «Patente de corso» lo grabé con ellos, y hace un par de años estuve de gira con Calamaro y retomé el contacto con ellos, que son dos musicazos. Además, creo que los dos me respetan mucho, el Niño me dijo que «Patente de corso» ha sido uno de los mejores discos que ha grabado en su vida. También, por lo que sea, Germán Vilella, de Los Corsarios, mi grupo, vive ahora en Gerona, aunque sigue siendo mi batería de directo. Simplemente, que la base rítmica sean Candy y el Niño es porque funcionan como una máquina.
¿Las guitarras son tuyas?
Casi todas, porque también ha tocado Juan Carlos Sotos. Como él vive en Valencia, muchas veces Esteban, aunque yo no esté, sigue trabajando en las maquetas y a veces llama a Juan Carlos, pero también se vino unos días a grabar a Gijón. De todos modos, prácticamente todas las guitarras son mías, incluso, te cuento, hay una cosa que me dijo Enrique Bunbury, cuando pensábamos que él iba a ser el productor, me dijo que yo tocaba muy bien la guitarra y que tenía que meter más solos en disco, y hay varios solos en este disco que son míos. En ‘Siempre a veces’, que es un tema muy rockero, hay unos solos míos. Me he lanzado más a tocar la guitarra en este disco, a pesar de que yo me considero más guitarra rítmica que solista. Pero en la primera época de Gabinete, como éramos un trío, no tenía más remedio que hacer yo los solos. Lo que pasa es que me costaba mucho cantar, tocar la rítmica y hacer los solos, llegó un momento que era muy agotador, porque tenía que estar muy concentrado. A partir de ahí, conforme Gabinete fue teniendo más éxito, me fui relajando, y llevamos a un guitarra solista y a Esteban de teclista, la banda se fue haciendo más grande, y yo, con el tiempo, me di cuenta que me daba rabia o pena, no haber sido más protagonista con la guitarra.
¿Qué crees que has conseguido con el sonido de este disco?
Básicamente, lo que tenía en mente, es un sonido muy sencillo, que no tiene nada de especial. Suena como nos suenan a Esteban y a mí las canciones en la cabeza desde que empezamos a trabajar con ellas, algo como muy sencillo. Esteban tiene unos gustos muy parecidos a los míos, a los dos nos gusta mucho el sonido de los años 60, a mí me gustan cosas como los discos de mediados de los 60 de los Rolling Stones, cuando sonaban muy rhythm’n blues, que es su época que más me gusta. Cuando estaba Brian Jones, y tenían un sonido con potencia.
Un sonido algo más sucio, más áspero.
Eso es. Los productores, generalmente, lo que hacen es limpiarte las guitarras, tratan de hacerlo todo como con más luz y más agradable, y en ese sentido aquí hemos podido reflejar nuestros gustos. Y para eso el estudio de Jorge es ideal, porque tiene amplificadores de los años 50, de los puros y auténticos, el amplificador que llevaba Buddy Holly, por ejemplo. La verdad es que ese mundo de los viejos equipos es muy bonito, a mí me gusta mucho, sobre todo si te gusta ese sonido, que es el que me ha gustado toda la vida. Nosotros, Esteban y yo, en discos anteriores, nos hemos encontrado tratando de hacer cosas así que luego, en la mezcla, desaparecían, y lo digo con todos mis respetos a los productores con los que hemos trabajado, y con los que han salido cosas buenas, pero en las que se perdían esos matices.
Tengo la sensación de que en tus discos solistas el sonido siempre ha terminado por ser muy limpio. Lo cual estaba muy bien en «Patente de corso», por lo que tenía de ruptura, de cambio con el pasado, pero en el segundo, me parece que aquello no terminaba de tirar, ¿Lo ves así?
Sí, estoy de acuerdo. El primero suena mejor que el segundo. Cuando entramos a grabar, Jesús Gómez me dijo «Patente de corso’, suena muy bien, pero voy a tratar de hacer algo distinto». Sobre todo fue en el tratamiento de la voz, una voz muy en primer plano, como de cantante de toda la vida, y se perdió la gracia del primero, que era más fresco.
Hablas de la voz; en el nuevo disco, pese a ser un trabajo más claramente rockero, por momentos sacas una voz más lírica, en ‘Aquí sin más’, por ejemplo. A mí me recuerda un poco a algo que alguna vez hemos hablado, aquellas grabaciones de Roy Orbison.
Me has tocado la fibra, ya sabes, esa mezcla de lirismo y rock de Orbison, para mí es algo muy especial. Me he dado cuenta que de dos años a esta parte canto mucho mejor, no sé si es del “fumeque” o qué, pero canto muy bien y me siento muy a gusto con mi voz, es algo que he notado mucho con este disco, más que en los anteriores. Creo que lo tengo más claro. ‘Aquí sin más’ va en ese plan, es como ‘La fuerza de la costumbre’, que tenía ese punto más lírico, como de opereta tipo Orbison. Es también la forma de componer, compongo canciones en las que, entre comillas, me pueda lucir con mi voz, aprovechando ese tono que tengo, más gravote. En este disco me ha sido muy fácil grabar las voces, no ha habido más de dos o tres tomas. Las grabaciones de voz fue lo más rápido, unos cuatro días.
«Me fastidian mucho los discos que empiezan y acaban con la misma canción. Soy muy exigente a la hora de que no salgan canciones muy parecidas unas a otras»
EL MÉTODO URRUTIA
Siempre te ha costado mucho escribir las letras, ¿ha sido este el caso?
Sí, siempre termino las letras muy al final, ante la desesperación de la compañía de discos y de mi manager. Paso un mal trago. Pero no tengo más cojones que trabajar así, porque me cuesta mucho escribir letras, contar algo que sienta. Normalmente, el ochenta por ciento de mis letras, están acabadas el mismo día que las grabo. Me cuesta, y me jode. La maqueta de este disco la grabé cantada en “guachiguachi”, a Bunbury le di una maqueta así [risas], y él, elegantemente, me dijo «sí, ya sé que faltan las letras». En Gabinete también me pasaba. Voy madurando la idea, voy escribiendo cosas, alguna estrofa, le doy muchas vueltas. Es una forma de trabajar, me da mucha envidia la gente que hace la letra antes que la música. Cada uno es como es y trabaja como puede.
Lo chocante es que, al mismo tiempo, siempre se destaca el valor de tus letras, y son muy admiradas por compañeros tuyos.
Sí, quizás sea precisamente por eso, porque me las curro mucho [risas]. Pero, por ejemplo, el verano pasado, con la familia de vacaciones, yo me pasé el tiempo encerrado en casa, trabajando en las letras, y había días en los que no salía absolutamente nada. Te entra ese vacío que te agobia, ese vacío del escritor, de “no me sale nada, soy una ruina, voy a dejar esto”. Y al final, siempre se ve un poquito la luz.
“Lo que no está escrito”, como ya viene siendo habitual en tus trabajos solistas, incluye una canción firmada por Juan Carlos Sotos.
Sí, es como una costumbre, en esta ocasión me presentó ‘Tus problemas’ y me gustó mucho. Juan Carlos es amigo, además de guitarrista en mi grupo. Esta canción me parece una maravilla, se acababa de separar de su mujer y le salió así, y la hice mía. Ha quedado muy bonita.
Vamos, que te has aprovechado de una separación ajena.
[Risas] Efectivamente. Pero sí, es un tradición meter en mis discos una canción de Juan Carlos.
El disco tiene ritmos muy variados, que es otra característica muy tuya, muy definitoria de tu obra.
Lo suelo hacer siempre, me fastidian mucho los discos que empiezan y acaban con la misma canción. Soy muy exigente a la hora de que no salgan canciones muy parecidas unas a otras. El disco es muy corto, pero porque las canciones son muy cortas, la mayoría son de dos minutos y medio. No es vagancia, es que las canciones, en mi cabeza, cada vez las resumo más. Así es el pop, un estribillo de más o una intro de más puede joder una canción, quiero resumir mucho, dar la esencia de la canción.
¿Pero tampoco eres, precisamente, un autor muy prolífico, te cuesta parir canciones?
Sí, me cuesta, soy muy exigente en el proceso de selección. Supongo que hay gente que lo primero que le sale lo apunta y lo hace. Hay gente que dice “tenía veinte canciones y me quedé con trece”. Yo, en cuanto compongo algo con la guitarra, lo grabo en el casete, y si al día siguiente no me gusta, lo desecho, me olvido de ello. Pero, sí, efectivamente, cada vez cuesta más hacer canciones.
¿Y eso cómo es?
Me cuesta, sobre todo, decir algo nuevo, algo distinto. Mira, Gabinete estuvimos dieciocho años juntos y sacamos siete LPs y uno de ellos era un mini LP, en ese tiempo hay gente que se ha hecho dieciocho discos. Vamos, que no me considero muy prolífico. Ahora, con las tecnologías, creo que se ha perdido la costumbre de escuchar un disco de arriba abajo, se escuchan más canciones sueltas, el concepto de disco, como «Camino Soria», que era un disco conceptual de la primera canción a la última, se ha perdido. Aquello de escuchar la cara A, darle la vuelta y escuchar la cara B… ahora eliges la canción que quieres, yo también lo hago, sí, me da rabia, pero cada vez lo hago más. Echo de menos eso de ponerme un disco entero, pero habría que volver a ello.
Intuyo que ‘Lo que no está escrito’ va a ser el primer single.
Sí, has acertado. Me parece una buena canción, pero yo tenía muchas dudas, porque me da miedo que se vuelva en mi contra, que la gente diga «ya está aquí el Urrutia otra vez con la pachanga torera». Veremos qué pasa. En cierto modo nos pasó en el anterior disco con ‘Maribel’, que hasta me llamaron machista. Pero da igual, es la música que hago, sé que no soy un gran vendedor ni voy a estar sonando todos los días en la radio, pero, sí, es la canción más comercial, entre comillas.
Mi canción favorita es ‘De perdidos al río’, un tema en el que te sales de lo habitual y pruebas una melodía que tiene bastante de música disco de los setenta.
Salió en Valencia; estaba en casa de Esteban, un día que me levanté muy pronto y empezó a salir, se la toqué a él cuando se levantó y le gustó mucho, nos fuimos al estudio y la ensayamos enseguida. Me gustó ese rollo medio funky, medio música disco, y eso que a mí nunca me ha gustado mucho la música disco, pero reconozco que soy de esa generación, y todos los días en la radio sonaba música disco. De melodía y de coros es una canción muy mía. Cuando la tuvimos acabada, nos sorprendió mucho cómo quedó.
Comentas que no eres un gran vendedor de discos, ¿en qué situación te ves?
Estoy en buena situación, porque creo que hay mucha gente que se daría con un canto en los dientes por estar en mi situación. Sé que tengo mucho respeto entre mis compañeros y entre vosotros, la prensa musical. Sé que estoy en una situación privilegiada, que se me considera buen compositor, cosa que disfruto, pero, por otro lado… Ayer salí del cine y me entra un tipo medio borracho, el clásico corbatón de El Corte Inglés, de cuarenta años: «¡hombre, el del chachachá! Pero lo has dejado hace mucho tiempo». Eso, quieras o no, jode, te sirve para medir lo que pasa, que la gente, la masa, te conoce por Gabinete porque estabas todos los días saliendo en la tele, pero que ahora no estás ahí. Ahora saca un disco Jaime Urrutia y la gente ni se entera, se enteran los que están en el mundillo y se quieren enterar. Esto que te cuento es un detalle, pero da rabia, te contienes y le dices, «sí, sí, lo he dejado». Me pasa de vez en cuando, y decir eso es una forma de no seguir la conversación. Pero te da coraje, porque sigues trabajando pero te das cuenta de que no llegas a cierta gente. Pero, vamos, es evidente que no soy un gran vendedor de discos, «En Joy» vendió 18.000 discos, que no está tan mal. Por lo menos puedo hacer lo que me gusta, escribir y grabar mis canciones.
¿Te hace ilusión ese documental biográfico que se está preparando sobre ti?
Sí, se ha grabado la parte de entrevistas y ahora se va a grabar una parte en la que otros músicos cantan canciones mías en acústico: Ariel [Rot] y Andy Chango, [Luis Eduardo] Aute. Lo dirige Carlos Duarte, un director colombiano muy colgado con Gabinete Caligari, que lleva ya dos años trabajando en ello. La experiencia es interesante.
Creo que ha habido problemas con tus compañeros de Gabinete Caligari.
Sí, Carlos Duarte se puso en contacto con ellos nada más empezar y en principio dijeron que sí, y luego que no. Ellos decían que estaban interesados en salir si era una película sobre Gabinete Caligari, no sobre Jaime Urrutia.
¿La herida sigue abierta, después de tanto tiempo, no?
No es herida, no, es que no tenemos ninguna relación. La herida estaría abierta si nos viéramos. Pero es que ni nos insultamos cuando nos separamos, ni hubo peleas, nos castigamos mutuamente con el látigo de la indiferencia, y la historia sigue así. Yo sigo diciendo que no hice nada malo, que me gusta la música y que dieciocho o diecinueve años con el grupo, no está nada mal. Ellos se lo tomaron a mal, y lo respeto.
¿Duele que la separación haya sido así?
Sí, pero pudo ser más dolorosa, porque fue muy fría, pero, qué quieres que te diga, son amigos del alma. Sé que ellos me aprecian y yo a ellos también, cómo no vas a apreciar a unas personas con las que has vivido tanto y con las que nos fue tan bien. Pero sí, en el fondo duele, claro que duele. Alguna noche he soñado con ellos, pero la vida es así, es como cuando rompes una relación amorosa. Supongo que a ellos les parecerá una putada que un día yo me marchase. Va a hacer casi once años que rompimos, así que nos hemos acostumbrado. Hace poco me encontré a Ferni [Presas] en el cine y nos saludamos educadamente, pero nada más.
Vamos, que es imposible una operación nostalgia con el retorno de Gabinete.
Totalmente. La operación nostalgia me gustaría que fuera volver a ser amigo de ellos, que retomáramos la amistad. Pero, artísticamente, tengo muy claro que no. Aunque todos tenemos nuestro precio, estaría bueno, pero como sé que nadie va a ofertar mucho por la vuelta de Gabinete, porque sí, tenemos un nombre, pero no íbamos a llenar estadios. Como no nos van a hacer esa oferta, pues nada. A mí, de todos modos, artísticamente, no me interesa. Yo sé que a ellos, a lo mejor les quema que yo siga cantando el «Cha-cha-chá» o ‘Camino Soria’, pero también me lo piden.
Pero son tus canciones.
Pues sí, son mis canciones. Paul McCartney sigue cantando canciones de los Beatles, estaría bueno que no lo hiciera. En fin, la historia es así. Así es la vida.
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[Nota del autor: Quisiera aclarar que esta entrevista no quiso ser tal, en realidad, y en honor a la verdad, es parte de una charla telefónica mantenida hace bastantes semanas con el objeto de recabar datos sobre «Lo que no está escrito» para un texto que debía acompañar al disco. Pensé que si daba juego, podía ser la entrevista de EFE EME, la primera en la que Jaime hablaba de este nuevo álbum, antes de caer en las sesiones de promoción y en las respuestas más o menos similares, en la repetición de argumentos.]
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