Iván Ferreiro y Leiva: Unidos por sus diferencias

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Iván: “A la hora de componer con alguien es muy importante la intimidad. Si estás con alguien de confianza no te importa soltar ideas, aunque sean una mierda”

 

Amigos desde hace más de quince años, Iván Ferreiro y Leiva tienen una química que trasciende el backstage y se palpa en el escenario. Y no porque sean parecidos, ni mucho menos. Arancha Moreno habla con ellos antes de su concierto conjunto en Santiago.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: ANXO IGLESIAS.

 

Hay veces que los amigos completan perfectamente el puzle de lo que uno es. Cuando te encuentras con Iván Ferreiro y Leiva, entiendes la metáfora. Se conocieron en los primeros pasos de Pereza, en una fiesta que hicieron Rubén y Leiva en un piso alquilado en Madrid. “La fiesta más glamurosa que ha hecho Pereza nunca. Alquilamos un piso e invitamos un montón de bandas, prensa, amigos…”, recuerda Leiva. Un año más tarde los madrileños tocaron dos noches consecutivas en la sala Caracol de la capital, y después del primer concierto, Iván se juntó con ellos en los camerinos. “Esa noche se querían venir conmigo a grabar en el ocho pistas, pero les dije: “No, tocad mañana, disfrutad de la sala Caracol y ya quedamos el lunes para grabar”. Me llamaron y grabamos un tema de mi primo Mon”. Aquella noche se mostraron el uno al otro su material inédito. “Nos pusiste tu primer disco, que aún no había salido”, cuenta Leiva. “Vosotros me pusisteis Princesas”, recuerda Iván, aunque su compañero apuesta que fue “Algo para cantar”. “No, no, no. Estás equivocado. Yo ya me había ido de Piratas”, corrige el de Vigo.

Sea cual fuese el disco, surgió una química que les ha unido en muchos escenarios, el último en Santiago de Compostela, dentro del ciclo de Cómplices de Mahou. “Somos amigos antes que tocar juntos, y lo que nos tiene hoy aquí es que siempre hemos escrito juntos, siempre hemos compuesto juntos, montando grupos de versiones… esto es consecuencia de un montón de cosas”, dice Leiva un rato antes de salir al escenario de la sala Malatesta. A Iván le viene a la cabeza uno de sus primeros conciertos juntos en Madrid, muy diferente al que les espera esta noche: fue en Siroco, cuando montó Rai Doriva con su hermano Amaro, un espectáculo en el que se disfrazaban de mujer y tocaban versiones. “Os invité a tocar a todos y ninguno os sabíais la canción”, apunta. En ese “todos” se refiere a Coque Malla, Sidonie, Xoel López y Pereza. La improvisación no les echó para atrás. “La primera vuelta yo cantaba y ellos tocaban, y Amaro les iba indicando: La menor, Re sostenido…”. El resultado era variopinto: “Hacíamos una primera estrofa lamentable, un primer estribillo lamentable, y luego una segunda estrofa gloriosa y un segundo estribillo increíble”, ríe el gallego. Esa noche, subido al escenario, conoció a Xoel. “Ibamos a tocar ‘Que no’ y nos dijeron que estaba allí, yo no le conocía. Subió, nos saludamos, tocamos, vino al camerino un rato y después no volví a verle en tres meses”.

Aquel fue el inicio de una amistad que perdura entre las bandas. “Creamos una pandilla que hemos estado coincidiendo, tocando…esa noche fue el principio de algo”, apunta Leiva. Para el dúo madrileño mezclarse con otros grupos era lo habitual: “Tocábamos con todo el mundo. Hubo un verano que todos los jueves en Siroco tocábamos en acústico Pereza y luego Vetusta Morla”. Para Iván, que venía de Vigo, era la novedad: “Venía de estar un poco aislados con Piratas, yo solo era amigo de los Sexy Sadie, que venían de Mallorca medio aislados y tenían ganas de relacionarse”. Una relación que les llevó también al Laboratorio Ñ en Argentina, cuando se juntaron en una casa durante varias semanas junto a Quique González, Xoel y Amaral. “Había estilos diferentes y todos aprendimos de todos, todos salimos de ahí entendiendo que lo único importante eran las canciones. Es lo que nos ha unido hasta hoy”.

 

Escribir canciones

Es difícil que un amigo llame a Leiva o a Ferreiro para invitarles a un escenario y que declinen la invitación, por amistad y por hiperactividad, pero ellos dos juntos acostumbran a hacerlo cada dos por tres. “Yo no he tocado con nadie tanto como con Iván. Somos amigos desde hace muchos años, nos hemos apoyado mucho extramusicalmente, he vivido todos sus drama y él los míos, y eso en un escenario se tiene que notar. Nuestros repertorios intercalados en ciertos momentos parecen un repertorio único. Después de ‘Afuera en la ciudad’ él toca ‘El equilibrio es imposible’ y yo toco ‘Champán’ y funciona muy bien. Un guiri pensaría que escribimos juntos”, reflexiona Leiva. Y en muchas ocasiones lo hacen: “A veces tengo un tema que podría acabar, pero le llamo, me hago el idiota y le digo: “Leiva, estoy atascado…”, viene y la hacemos a toda hostia”.  Ocurrió hace unos meses preparando el próximo disco del vigués, que llevará por título “Casa”: “Ayer escuchamos una canción que hemos hecho juntos para su nuevo disco. Creemos que es lo mejor que hemos hecho juntos”, adelanta el madrileño.

En esa tarea, la de escribir canciones, salen a colación varios nombres de compañeros que admiran: José Ignacio Lapido, Jorge Drexler, Santi Balmes… Músicos que en ocasiones escriben sus textos contra reloj, con las músicas ya grabadas a falta de las letras definitivas, algo de lo que ellos se siente incapaces: “Para mi la primera frase define toda la canción. Si no tengo la primera frase, no tengo nada. Es como en los relatos cortos: en el primer párrafo ya te dan el estilo, de qué va la movida…”, explica el gallego. Su compañero coincide: “Cuando tienes una idea muy buena con una melodía muy buena te queda lo más difícil, el texto. Lo más difícil si tienes compromiso con la letra. Yo pienso lo mismo: el primer verso tiene que ser definitivo, porque es de donde tiras”. Por eso casos como el del cantante de Love of Lesbian les impactan de forma especial: “Santi Balmes sabía desde el principio que el disco se iba a llamar “El poeta Halley”, pero grabaron todas las maquetas en guachu-guachu. Cuando oí los textos me pareció increíble: estaba todo”, se sorprendió Iván. “Yo termino unas cuantas canciones y pienso: ¿de qué estoy hablando? Y ahí saco el título. Puedo ir al estudio sin preparar nada, y grabar una guitarra, pero con textos… hay que ser muy buen letrista para hacer eso, y estos tres casos son tíos que escriben especialmente bien, si tuvieran tiempo serían acojonantes. Me parece una fórmula heroica”, reflexiona Leiva.

No todo les une, pero las cosas que les separan acaban siendo complementarias. “Cada uno tenemos nuestro rollo. Si le pido algo para mi, trabaja para mi, quiere que suene el mejor Iván, no que suene a Leiva. Y a la hora de componer es muy importante la intimidad. Hay un montón de descartes que dan palo, pero si estás con alguien de confianza no te importa soltar ideas, aunque sean una mierda”, admite el vigués. Entre ellos existe “un punto de confianza que es importantísimo, decir cuando algo no mola, poder decirlo sin que sea una situación incomodísima”, asegura el madrileño.

 

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Leiva: “Iván gira con su hermano y yo con el mío, y eso no es por casualidad. Él necesita un punto de familiaridad fuera de casa y yo también”

 

Ser como en sus canciones

“De un músico esperas que sea como en sus canciones”, ha dicho Leiva alguna vez, en alusión a Joaquín Sabina, con el que sí le sucede. Con Ferreiro no le pasa del todo: “Iván expresa muy bien el dramatismo, encuentra muchas canciones ahí, en la parte emocional. Sí que encuentro a Iván en las canciones, veo a un tío obsesionado con un montón de cosas, es Iván el de las canciones. Pero es el tío con más sentido del humor que conozco, y eso lo encuentras en el cara a cara. Cuando le conoces ves que él se ríe de todo, pero encuentra las canciones en la profundidad. A mi me pasa lo mismo. Lo decía de Joaquín, porque con sus canciones tienes una imagen de él, quieres que sea así, deseas que se quede dormido en puticlubs y tenga deudas y sea un desastre, y luego tenga la parte entrañable. Y después de conocerle me di cuenta de que es la persona más fiel a sus canciones que conozco”.

Pero el humor también se abre paso en el escenario, entre canción y canción. “Nos reímos mucho, nos reímos de nosotros todo el rato. A veces es más un show de humor. Él me ha llegado llamar E.T. tirado en el río, y no me ha pedido perdón”, suelta el gallego, mientras su amigo se ríe. “En el escenario, a Leiva le gusta estar con su mandanguita, pero le ves ese rollo cuando mira para atrás. Toca muy serio, pero cuando mira a sus músicos ves a Leiva. Está en su mirada”. Una mirada que, en las pruebas de sonido, cambia mucho de uno a otro: “Cuando probamos parece que estoy enfadado siempre, porque estoy concentrado. Iván se está descojonando siempre”, aclara.

Viven su profesión con una intensidad muy extrema, pero cada uno se vuelca con algo distinto. “Tenemos una obsesión clara por hacer una canción. Yo me preocupo menos del sonido, Leiva sí. No soy productor, el error me gusta siempre, pero él quiere un sonido, si está grave la guitarra puede darle la tabarra al fulano de la mesa seis putas horas hasta que le quita la frecuencia que no quiere. Sin embargo, aunque parezca más libre, yo soy más obsesivo a la hora de cantar. Los dos buscamos algo y hasta que lo encontramos no paramos”. Leiva asiente: “Iván es un enfermo del concepto, de lo que quiere explicar una canción. Su mayor obsesión es que lo que quiere contar en la canción se entienda. Ahí es el tío más obsesivo que conozco. Yo soy un tarao con el patrón de la batería”. La clave está en respetar las manías del otro: “Cuando grabamos juntos él está obsesionado con una parte de la canción y yo con la otra. A él le da igual lo mío y a mi lo suyo, confiamos completamente. Cuando trabaja Leiva me voy al sofá, y cuando me toca a mi él espera. Somos dos enfermitos”, ríe Iván.

Pero las obsesiones trascienden la composición: “Yo tengo que escribirme mi propio repertorio. Si me lo escribe alguien me parece la letra más pequeña y mierdas así”, admite Leiva. “Necesito escribirlo yo siempre, igual que Rafa Nadal se saca el gayumbo del culo antes de sacar. Es increíble que nadie le haya dicho: “Oye, vamos a trabajar en esto”… Somos un poco TOC”, ríen los dos. Iván no tiene interés alguno en escribirse el repertorio, y a veces ni en elegirlo: “Que lo haga Amaro, y si no, Manolón. Hoy no lo llevamos ni escrito”.

 

Preparando el show

Para el mano a mano de esa noche que ha orquestado Mahou, en Santiago, han preparado un bloque en solitario cada uno, y se unirán en la última parte del concierto a tocar temas de los dos. Desde el más puro antagonismo, preparar un directo juntos es casi una odisea, aunque lo intentaron el día antes en casa del vigués. “Yo quiero tocar, comer y tocarlas otra vez, pero Iván no puede soportar ensayar. Iván quiere que charlemos sobre el show”. El gallego cede ligeramente: “Yo odio ensayar, si quieres la canto una vez para que te quedes tranquilo, pero si me la haces cantar tres veces a lo mejor me equivoco al día siguiente”.

Ensayen o no, en el escenario su complicidad fluye. En el concierto de Santiago Iván cantará ‘Afuera en la ciudad’, porque su amigo se lo ha pedido, le apetece escucharla en su voz. Y para él es un placer: “Nunca me pide una canción que no me guste. Llevo cantando esa canción toda la semana en mi casa, siempre elige la canción que me gusta”.

Esa noche les acompañan Amaro Ferreiro a la guitarra y César Pop al piano. En sus compañeros de escenario, los dos encuentran otro punto en común: “Su hermano Amaro es una pieza clave, siempre está entre nosotros, mediando, sujetando, es nuestro arnés. Iván gira con su hermano y yo con el mío, y eso no es por casualidad. Él necesita un punto de familiaridad fuera de casa y yo también. Ha coincidido que los dos hermanos son grandes músicos, muy talentosos”, reflexiona Leiva. Y de forma imprevista, recuerdan la última anécdota, ocurrida en Zamora cuando se juntaron las dos bandas. “Nuestros músicos no se conocían, y de pronto acabamos todos en corro riéndonos sin parar tres horas”, revela Ferreiro. “Creamos un concepto que es cambiar los tipos de panes por tipos de fans: fan integral, fan duro, fan caliente, fan de pueblo, que es el mejor…”. “Fan de ayer, de las canciones de Pereza”, ríe Iván, reconociendo que su hermano ese día estuvo “glorioso”. “Sí, dijo fan integral y fan de pueblo, y eso es lo más grande que hemos encontrado”. Las risas siguen al borde del show, y durarán, seguramente, hasta la madrugada.

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