“Is this the life we really want?”, de Roger Waters

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DISCOS

“No es un disco agradable ni pretende serlo. Es más, es duro”

 

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Roger Waters
“Is this the life we really want?”
SONY

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Llama mucho la atención que a sus más de setenta años Roger Waters siga tan encabronado. Su caso es parecido al de Neil Young, en el sentido de que no se cortan a la hora de mostrar su malestar respecto al devenir del mundo y su funcionamiento. Es importante que haya figuras con un discurso fuerte y razonado que no sonrían a las fotos porque sí. Sin embargo, si Young es excesivamente prolífico escribiendo canciones, Waters es lento, mucho más lento. Gira regularmente con buenos espectáculos que aúnan la cultura de masas y la actitud crítica (¡para quitarse el sombrero!), pero si obviamos la reedición de “Amused to death” de hace un par de años y la ópera “Ça Ira” (2005), su producción más reciente dentro del rock databa de hacía veinticinco años hasta la llegada de este “Is this the life we really want?”. Waters llevaba tiempo dándole vueltas a las canciones pero, vaya, no ha sido hasta ahora que las ha pulido, atado y lanzado. Que los eruditos tengan en cuenta que en la producción está ni más ni menos que Nigel Godrich, y aquellos que han alucinado con la reciente gira de “The Wall”, pero no hayan profundizado tanto en su universo, piensen que este disco es una representación del Roger Waters que vieron en escena. Cabreado con motivo y con muchas ganas de discutir.

“Is this the life we really want?” no es un disco agradable ni pretender serlo. Es más, es duro. Suena a unos revitalizados Pink Floyd, hay majestuosidad, teatralidad, pero casi siempre al servicio de la oscuridad y dolor. ¿Qué os parecen títulos como ‘Part of me died’ y ‘Broken bones’ (atentos al alarido en esta última)? Es importante cuestionarse si esta visión del mundo que Waters plasma es real. ¿Podría ser una exageración con fines teatrales? ¿Está la cosa tan mal como para dedicarle sesenta minutos densos? Me temo que sí. Ya no se trata de preguntarse si este mundo es mejor que el de hace treinta años (que en parte lo es y en parte no), sino de plantearse los problemas actuales como una secuencia que viene de lejos pero también con nuevas dificultades añadidas. En ese sentido, el enfoque de Waters no puede ser mejor. Ciertamente, “Is this the life we really want?” es un eslabón más en la cadena iniciada con “The wall” y “The final cut”, en ese aspecto no hay novedad, incluso que la segunda canción se titule ‘Deja vu’ parece llevar implícito un mensaje, pero es indudable que sus herramientas dramáticas siguen funcionando y en cuanto entra ‘The last refugee’ queda claro.

A nivel de producción, Godrich ha renovado el tratamiento de esos recursos, siendo un buen ejemplo el frío bajo electrónico o el sintetizador de ‘Picture that’, uno de los momentos culmen del disco, realmente memorable. El productor también destaca cuando inserta las cuerdas conducidas por David Campbell en ‘Is this the life we really want?, consiguiendo otro punto álgido que roza el cielo (o el infierno) cuando se enlaza histéricamente con la agobiante ‘Bird in a gale’. Es importante continuar citando músicos, pues la renovación en ese aspecto es importante. A los teclados se encuentra un verdadero mago como Roger Joseph Manning Jr. (Jellyfish, Imperial Drag) y a la batería Joey Waronker (habitual de Beck que también ha trabajado con REM). En el contexto roto y desesperante del disco, la belleza solemne de ‘The most beautiful girl’ es casi mortuoria, la cadencia semi funk de ‘Smell the roses’ casi obscena, simplemente perfecta para la barbarie que describe, partida en su mitad. Como el disco te deja a ti. Pese a ello, volverás a recurrir a él.

Anterior crítica de discos: “Three estonian kids”, de Samu del Río.

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