«El heavy metal de Iron Maiden significaba diversión y escapismo y en este documento quedó perfectamente registrado»
Juanjo Ordás revisa las dos reediciones de Iron Maiden que Warner acaba de lanzar al mercado: las de los directos Live after death (1984) y Rock in Rio (2002).
Texto: JUANJO ORDÁS.
Se reeditan los más míticos discos en directo de Iron Maiden: Live after death (1984) y Rock In Rio (2002). Hablamos de una banda que, a día de hoy, cuenta con un total de doce trabajos grabados en vivo, por lo que cada seguidor tiene donde escoger, pero al margen de filias y fobias es indudable que Live after death y Rock in Rio son los más legendarios, aunque por diferentes razones.
Live after death es el directo por excelencia de Maiden, el colofón final a una etapa muy inspirada con la que redefinieron el heavy metal gracias a la entrada del vocalista Bruce Dickinson y a los álbumes de estudio The number of the beast (1982), Piece of mind (1983) y Powerslave (1984) —el primero excelente, el segundo notable y el tercero peor de lo que los fans quieren reconocer—. En sus dos discos, Live after death contiene las mejores canciones de los trabajos mencionados más algunos clásicos de la primera etapa del grupo, con Dickinson tomando las riendas de canciones que no cantó originalmente, lo que hace de este directo un resumen de mayor calado. Grabado en California y Londres, si el grupo estaba engrasado, lo mismo se puede decir de sus seguidores, muy presentes a lo largo de toda la grabación. Y es que, generacionalmente, Live after death significa mucho, al margen de que se trate de un trabajo al que es imposible poner peros. Las canciones están muy bien seleccionadas, de Powerslave solo se tocaban las mejores, dejando el mediocre resto en el tintero, y de los potentes The number of the beast y Piece of mind suenan hasta nueve. El heavy metal de Iron Maiden significaba diversión y escapismo y en este documento quedó perfectamente registrado. Sí, había canciones basadas en hechos históricos y poemas de autores del siglo XIX, pero la apuesta era simplemente pasarlo bien, no hay que buscar tres pies al gato.
Rock in Rio es arena de otro costal y reflejaba el retorno del grupo tras unos años noventa muy difíciles en los que tuvieron que salir adelante sin Bruce Dickinson y el guitarrista Adrian Smith, es decir, el cantante y su compositor más comercial, respectivamente. Pero en 1998 ambos regresaron, insuflaron nueva vida al grupo y con el notable Brave new world (2000) demostraron que Iron Maiden seguían siendo capaces de firmar grandes canciones. La gira de presentación concluyó en el festival Rock In Rio donde se grabó este álbum, que contiene casi dos horas de clásicos mezclados con los temas de Brave new world. Y la cuestión es que este último era tan bueno que el show no se resentía, aunque llegaran a sonar hasta seis canciones nuevas. Pero hubo apuestas más fuertes incluyendo dos de los mejores temas de su etapa más controvertida de los noventa que, con el talento de Dickinson y Smith, lucían más clásicos y quedaban definitivamente consolidados en el repertorio del grupo.
Fue el disco con el que toda una nueva generación alucinó con Maiden, con el que demostraron que su nueva y exagerada formación con tres guitarristas a bordo aportaba una nueva visión del sonido del heavy metal, más centrado en el todo que en las personalidades individuales.