DISCOS
«La recopilación de su música que acaba de aparecer permite calibrar el estado de salud de esta escena. Y el diagnóstico es bueno»
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Intromúsica. The Mixtape 1
INTROMÚSICA, 2019
Texto: CÉSAR PRIETO.
El sello ypromotora Intromúsica se ha ido convirtiendo en un referente sólido y de éxito al apostar por grupos de un determinado calado. Suelen ser bandas que nacen con querencia independiente, de potente sonido, que no desdeñan la electrónica y que tienden a veces a la pista de baile. Para que el lector de haga una idea, acoge a todo el entramado de los Surfin’ Bichos, La Habitación Roja o Dorian, entre otros del mismo calado. Por tanto, la recopilación de su música que acaba de aparecer, un escaparate de sus bandas, permite calibrar el estado de salud de esta escena. Y el diagnóstico es bueno.
Los complementos electrónicos derivan, en ocasiones, en una intensa melancolía, como es el caso de Dorian, o en llenapistas repletos de baile como sucede con Tulsa. También aparecen a veces arreglos orquestales que buscan sostener la canción. Los de Tórtel están llenos de oxígeno y a un milímetro de lo melodramático; los de Betacam, sostienen con sus cuerdas las desventuras amorosas de la letra.
Siendo esta la tónica general, hay marcas de estilo que se alejan de estos parámetros y consiguen una recopilación variada y abierta. Es el caso de ciertos fondos nerviosos, al borde de la neurosis; por ejemplo, el otro tema de Tulsa —“Atalaya”, hay dos por intérprete— y, sobre todo, la voz plagada de sensaciones de Helena Goch, la cantante valenciana, que es susurrante y dolorida en “Despídete de mí” y enormemente tierna y dulce en “Así, así”. El sentimiento la arrastra y envuelve de emoción cada flexión de su voz.
En las letras también hay marcas de época y estética: un interés desmesurado por el paso del tiempo, toda vez que van estos grupos tomando años. “Dominó” de Fernando Alfaro, sostiene su pueblo, su infancia, su familia, con el férreo abordaje de un tono acústico, “Capa oscura” de Tórtel resulta tan evocadora como dolorida y, sobre todo, “Señores”, de Rusos Blancos, llena de tono coloquial la despedida y elegía a la juventud, que cae entre los dedos y que se quiere sentir por última vez.
El disco no solo es un buen muestrario de lo que ha significado este estilo en los últimos dos años —una franja que ocupa desde 2017 hasta ahora mismo—, sino una colección de enormes y exquisitas canciones.
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Anterior crítica de discos: Salto al color, de Amaral.