DISCOS
«Comunión, catarsis colectiva, fue precisamente lo que Pet Shop Boys, con su primoroso electropop y su inventiva puesta en escena, lograron en la ópera londinense»
Pet Shop Boys
Inner sanctum
X2, 2019
Texto: Javier de Diego Romero.
Transformar una meca de la ópera en una macrodiscoteca es, para Pet Shop Boys, algo perfectamente natural; no en vano, llevan más de tres decenios fulminando las barreras entre la llamada «alta cultura» y la cultura popular, entre el arte y el pop (uno de sus recopilatorios, el publicado en 2003, se titula precisamente PopArt). Fue en la Royal Opera House de Londres donde, en julio de 2018, montaron la particular rave recogida en este doble cedé más deuvedé y Blu-ray. Lo hicieron de la mano de la mejor aliada posible, la solicitadísima escenógrafa británica Es Devlin. Y es que su mirada a las artes es tan abierta y desprejuiciada como la de los creadores de “West End girls”: su currículum incluye conciertos de U2, Miley Cyrus o Kanye West, óperas de Strauss o Berlioz, obras de teatro de Shakespeare o Pinter y la ceremonia de clausura de los recientes Juegos Olímpicos de Londres.
Mientras suena “Inner sanctum”, el tema de Super (2016) que da título al espectáculo, aparecen en el escenario dos esferas multicolores giratorias, de las que emergerán, magnificados por sendos abanicos de láseres, vestidos de negro y portando estrambóticos cascos plateados, Neil Tennant y Chris Lowe. Así arranca un show visualmente deslumbrante, basado en motivos circulares que desarrollan el diseño gráfico de Super. La profundidad psicológica es uno de los rasgos que caracterizan las producciones de Es Devlin, y en Inner sanctum también la encontramos: la proyección de hormigas deambulando por un cuerpo humano ilustra idóneamente el deterioro mental del protagonista de “The dictator decides” —para la que Tennant se disfraza de tirano soviético—. Lo más flamboyante del concierto es la coreografía: lo aderezan tres bailarines alienígenas y —nada menos— otros veintiséis ataviados con trajes de sumo fluorescentes. Entre todo el sarao, Neil actúa con cautivadora languidez, de cuando en cuando baila —a su manera: dándose palmadas en la cadera—, mientras que Chris, el Mensch-Maschine de Blackpool, permanece impasible.
“Vamos a tocar otra canción antigua”, anuncia Tennant en el tramo final del concierto, y continúa, intrigantemente: “Pero, ¿qué canción antigua? Hay muchas entre las que elegir”. Hay muchas, en efecto, y la audiencia de la Royal Opera House disfrutó de un buen número de ellas (lo que siguió a las palabras del cantante fue un medley de “Heart” y “Go West”). Pero la actuación no está centrada en la época dorada del dúo londinense; es de agradecer que no dejen de lado sus álbumes del siglo XXI, notables o incluso brillantes —lo son Fundamental (2006), Yes (2009) y Electric (2013)—, pero poco conocidos por el gran público. De hecho, trazan un recorrido muy completo por su catálogo, interpretan canciones de once de sus trece largos de estudio; tan solo Behaviour (1990) y Elysium (2012) no están representados, significativamente: son sus trabajos más introspectivos y melancólicos, y los Pet Shop Boys de Inner sanctum son los más bailables y hedonistas. El repertorio está secuenciado con mimo, Tennant y Lowe hacen dialogar a canciones distantes en el tiempo pero próximas musical o literariamente: después de “The Sodom and Gomorrah show” (2006) suena “It’s a sin” (1987), ambas impregnadas de grandeur cinemática y referentes al catolicismo y el pecado; tras “Love comes quickly” (1986) atacan “Love etc.” (2009), sus dos mayores elogios del amor romántico. Destaca especialmente un “Home and dry” terso y envolvente, francamente conmovedor, así como la reformulación en clave house del clásico “Left to my own devices”, cortesía de Stuart Price, su actual productor.
“Está en la música, / está en la canción, / y la sensación de calidez que nos rodea / es tan fuerte”, canta Neil en “Vocal”. Comunión, catarsis colectiva, fue precisamente lo que Pet Shop Boys, con su primoroso electropop y su inventiva puesta en escena, lograron en la ópera londinense. Un espectáculo, en suma, de altísima costura, al que se añade como material bonus la actuación del dúo en el festival Rock in Rio de 2017.
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Anterior crítica de discos: Niño futuro, de Rafael Berrio.