“Imaginarium” (2006), de Máscara

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OPERACIÓN RESCATE

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“Un trabajo que recoge el nervio de Pearl Jam y la vanguardia de Radiohead, pero con las cintas caseras de Camarón en el inconsciente”

 

Meses después de su décimo aniversario, Eduardo Tébar recupera “Imaginarium”, el debut de los granadinos Máscara. El primer y último disco de una banda apadrinada por Jota influida por Pearl Jam, Jeff Buckley y Radiohead, pero con influencias flamencas y andaluzas.

 

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Máscara
“Imaginarium”
EL EJÉRCITO ROJO/PIAS, 2006

 

Texto: EDUARDO TÉBAR
Foto de la banda: ERNESTO GALVÁN.

 

En 2006, los miembros de Máscara vivían en Granada la transición natural del veinteañero en la España de la precrisis: de la efervescencia universitaria al incierto mercado laboral. La banda empezó a perfilar las canciones de “Imaginarium”, su único disco, diez años antes de su publicación. Tras varios cambios en la formación, Noel Ruiz, Juanma Melchor, Santi Ramal, Daniel Martínez y la finlandesa Jutta Järvenpää culminan un trabajo que recoge el nervio de Pearl Jam y la vanguardia de Radiohead, pero con las cintas caseras de Camarón en el inconsciente. En el grupo había ingenieros, algún arquitecto y un matemático, lo que explica su afán, a menudo doloroso, de llevar al límite las posibilidades de las estructuras postrockistas. En la complejidad de su relato habitan las secuencias numéricas de Slint y la libertad formal de Tortoise. El “ambient”, la música cinematográfica, la instrumentación orientalista y el jazz aparecen condensados en unas composiciones que aplican una imprevisible economía de recursos. Llegaban tarde al grunge, pillaban en horas bajas la corriente de los de Thom Yorke. Y sin embargo anticiparon unas claves para el rock progresivo con las que la crítica premia hoy a nombres como Toundra.

 

 

De manera inevitable, Máscara se convirtió en un laboratorio de ideas. Alquilaron El Refugio Antiaéreo para una semana y acabaron grabando el álbum durante todo 2005 gracias a la mediación del dueño, J, que pulía esos meses el material de “La leyenda del espacio” en el mismo estudio. El líder de Los Planetas también apostó por lanzar “Imaginarium” a través de su sello, El Ejército Rojo. La promoción fue nula, salvo una entrevista televisiva –muy surrealista– en Cuatro. La escena granadina contempla en aquella época el ascenso meteórico de Lori Meyers, mientras que Máscara abandera una onda experimental fuera de los focos. Aquella generación silenciosa sigue hoy en activo, reciclada en proyectos igualmente arriesgados: Alice Moon, Nelaika, Diciembre, El Pequeño Salvaje, Jigkorova, Maine, Seashell Velasco, Kiamer, Red Passenger, Joe Maremoto… Todos fueron y casi todos son. Máscara hermanaban a su vez con otros bichos raros de Madrid (Sou Edipo, The Joe K-Plan) y Barcelona (Nueva Vulcano).

Más allá de su carácter de disco yacimiento y de lo pretencioso de sus intenciones, “Imaginarium” brilla por su desparpajo. No solo refleja con frescura el tedio de una juventud hiperindividualista, sino que ofrece hallazgos deslumbrantes. ¿El más llamativo? La veta aflamencada –que no flamenca– que descubren en ‘Tor Bled Nam’. Noel canta todo el repertorio en un andaluz ni chirriante ni estereotipado. Ojo: Máscara adelantan la normalización lingüística en el rock alternativo, cuestión que Grupo de Expertos Solynieve asumía en las salas de la ciudad. De hecho, Noel colabora en “Alegato meridional” (El Ejército Rojo, 2006), el debut coetáneo del plantel de J y Manu Ferrón. Pero los Máscara se erigen en una suerte de Generación X periférica y extemporánea. “Imaginarium” es una obra de rock burbujeante y arcano. Un jeroglífico confeccionado a partir de claroscuros y fugas de creatividad intrincada. La frustración de echar currículo y que nadie te llame. Lo de sentirse solo rodeado de gente. Salir solo los jueves. Las aristas de sol, el alcohol como refugio. Aquí se desprenden las consecuencias de la explosión del sistema financiero, que ha reducido todas las posibilidades vitales a una cuestión meramente contable. “Voy a tener que emborracharme” es la frase que cierra el digipack en la inmensa ‘Función de despedida’.

Una de las mayores virtudes que cabe destacar de “Imaginarium” es que no sobran piezas. Y que acertaron con la secuenciación, dividida en dos partes mediante un instrumental de jazz, ‘Sintonía’ –medio Chaplin, medio Queen–, en el que toca la batería Juan Manuel Melchor padre, superviviente del pop granadino de la etapa de Los Ángeles. Abrían con fuelle en ‘Mosca’, la visión fumada del díptero que se suicida volando sin remisión hacia el ventilador. El mismo ímpetu de ‘PM’, ‘La técnica de Kaito’ o ‘Simplificar’. Una orgía de recursos, una bacanal electrizante de la que siempre salen airosos con estribillos inmortales. Juanma Melchor, alumno y sustituto de Eric Jiménez en los Napoleón Solo primigenios, estira los márgenes del rock matemático y de los fractales rítmicos en ‘A.M.’ y ‘11/8’. Otra joya es ‘Suco’, tripi de seis minutos de atmósfera narcótica, con ese bajo distorsionado para la posteridad. Así, pues, ¿qué fallaba en Máscara? Su propio listón de exigencia. Necesitaron una década para terminar un disco y a punto estuvieron de registrar el segundo al cabo de un lustro. Además, semejante pórtico, con planchas de metal, tablas indias, didyeridú, cajón flamenco o carrillón, sumados al muro de guitarras, complicaba la faena en directo. En “Imaginarium”, eso sí, materializaron la ópera imposible que solo existía en sus cabezas.

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