“Creo que el rock se hace muy bien en España, pero siempre de la misma manera: los grupos emplean arreglos muy similares, la manera de contar es muy parecida… y sin querer hacer vanguardia, ni mucho menos, me pedí un poco más y busqué alejarme de caminos un poco trillados en el formato canción”
En plena vorágine personal y profesional ve la luz el segundo disco de Igor Paskual, “Tierra firme”. Tres años de directos con Loquillo y en solitario, grabaciones y escritos en diarios y libros en los que ha sacado tiempo para confeccionar las trece canciones que componen este disco. Se lo cuenta a Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Lo aprendió de Bowie: para conseguir un resultado diferente tenía que emplear un método diferente. Y eso ha hecho en su nuevo disco, “Tierra firme”, en el que ha cambiado mucho de banda: el guitarrista toca el bajo en varias canciones en su nuevo disco, hay varios baterías… Fórmulas de las que se ha valido Igor Paskual para componer su segundo trabajo en solitario, que publica cuatro años después del anterior, «Equilibrio inestable». Con él llegará este sábado 23 a la sala Sol de Madrid, donde le acompañarán Antón Ceballos al bajo, Ángel Miguel a la guitarra, Alejandro Blanco en la batería y Carlos Stró, el productor del disco, a los teclados. Horas antes nos reunimos con él en Madrid, en un bar malasañero situado en la calle Espíritu Santo. Al otro lado del cristal llueve, pero en el interior suena música de los años 20, y en la mesa aterriza la primera jarra de cerveza. El momento perfecto para charlar sobre canciones, escritores, música y vida.
Tu “Equilibrio inestable” ha mutado en “Tierra firme”. Y el proceso de gestación te ha llevado tres años. ¿Cómo han sido?
Paso del “Equilibrio inestable” a “Tierra firme” porque no me queda más remedio. Con tres hijos no puedes ofrecerles inestabilidad, a él y a los que me rodean. No es que tenga las dudas de antes, los conflictos entre el día y la noche, y estar en casa y viajar, pero aprendo a vivir mejor con ellos. Por eso necesitaba que el disco fuese firme, no entendido como una cobardía, sino como una raíz para ser más valiente. Creo que los hijos han tenido mucho que ver, aunque no lo tengo muy analizado. A lo largo de estos tres años me han pasado un montón de cosas que me han dado herramientas para convivir con la inestabilidad. El proceso ha sido larguísimo porque lo he grabado a trozos, entre otras cosas.
¿Qué cosas?
Hice la tesina de los estadios de fútbol, publiqué el libro “El arte de mentir”, escribí un montón de columnas de fútbol y de música, grabé dos o tres discos con el Loco, giré dos o tres veces con él, además de irme yo de gira a Argentina… Eso lo prolongó todo. Y yo soy muy lento. Parto del rock más tradicional, si quiero no repetirme en estructuras ya vistas necesito un método distinto, grabar canción por canción. En el disco hay tres o cuatro baterías distintos, tres bajistas… eso lleva muchísimo tiempo. Acumulé bastantes canciones, no todas me servían para lo que quería contar: hubo cosas que quedaron fuera, algunas las grabé varias veces porque no estaba conforme… Intentaba que dentro de mi ADN rock el disco tuviese muchas vías. Creo que el rock se hace muy bien en España, pero siempre de la misma manera: los grupos emplean arreglos muy similares, la manera de contar es muy parecida… y sin querer hacer vanguardia, ni mucho menos, me pedí un poco más y busqué alejarme de caminos un poco trillados en el formato canción. Distintos arreglos, más estilos… que no se quede tan anquilosado, a veces parece que se está grabando el mismo disco desde 1975. El mundo del rock en España en ese aspecto es poco pacato, poco ambicioso artísticamente. Sí es rockero, sí es de alma, sí es sincero, pero es poco atrevido. Como no tenía un referente claro, iba grabando. Me iba de gira, tenía un hijo, grababa, volvía a irme, tenía otro hijo, volvía (ríe). Me vino muy bien, porque se permea mucho en el disco. Hay cosas que no se pueden acelerar; si tienes que esperar cuatro años, pues cuatro. No creo que sea nada fácil para un autor reunir cada dos años doce canciones magníficas, no digo que las mías lo sean, pero no es nada fácil, sobre todo vestirlas. Grabar doce canciones no es lo mismo que un disco. Un disco tiene una narrativa muy concreta, lo cuido muchísimo y me lleva la vida. Es desesperante lo lento que soy.
De hecho, has trabajado cada canción como un concepto propio.
Sí, como si fueran doce grupos distintos. Está el grupo de pop, el de punk, el de la parte más electrónica, la parte más country… Una cosa es que el disco sea heterogéneo, pero lo que no quiero es que sea disperso. Al ser tantos estilos me llevó mucho tiempo reaprender a cantarlas, según vas grabando la canción se va transformando.
Darle identidad a cada canción.
Sí, tu dieta musical se va ampliando. Cuando crecía era tan importante lo que escuchaba como lo que no. Juegas mucho a la contra. A veces te define mucho eso.
El prejuicio.
El prejuicio. Cuando vas abriendo escucho cosas desde Schubert hasta música del Renacimiento o cosas como Violeta Parra, que cada vez me gusta más. Quiero que eso se vaya metiendo poco a poco y es difícil. No sé cómo hacía Bowie, escuchaba un disco o dos y enseguida lo tenía interiorizado, yo también soy capaz de absorberlas pero necesito un proceso larguísimo.
Bowie te ha influido siempre, y ahora que se ha ido a la vez que emprendes tu gira, y tu ruta por los medios, también está marcando esta parte de tu camino.
Sí, mi relación con Bowie es muy curiosa. Hay grupos que te marcan de adolescente y cuando creces dejan de hacerlo, pero yo descubrí a Bowie de adolescente, me marcó, y cuanto más mayor soy más lo tengo de referente, no se diluye. Es un artista que ha envejecido muy bien y tú creces con él. No me he hecho las preguntas de qué es lo que haría Bowie, pero sí su mirada sobre las canciones, sobre la forma que tiene de hacer equipos, cómo colabora y consigue sonar siempre a él. Está muy abierto a relacionarse con otros músicos, eso lo he tenido presente en todo el disco. Soy músico, tengo mucho ego, pero en eso no tengo nada, no necesito que esté mi guitarra, ni tocar en todas las canciones. Hay canciones mías que las toca mejor otro. Creo que el disco se enriquece un montón. Cada vez toco menos en mis discos. Cuando menos participas, más tienes una visión externa. Si estás muy metido acaban muy poco abiertos, queda muy poco aire.
Para ti es una responsabilidad muy grande hacer un disco, comunicar lo que quieres con tu música. Supongo que alejarte de ella te ayuda a no obsesionarte y tener una visión más neutral.
Es una manera de hacerla crecer con más habilidad. Grabar un disco es una responsabilidad tremenda. Tomar distancia, estar vigilando pero no estar encima de ella. Uno no es especialista en todo, y en el negocio de la música se da mucho: uno canta, graba, hace la portada… cuanta más gente participe, más personal salen las cosas.
Sigues afirmando que trabajas concienzudamente, desde el pudor y el respeto. ¿A qué le tienes miedo?
(Sonríe). Tengo miedo a hacerlo mal, a llenar el mundo con un disco de mierda, a dejar una cosa mala. Sí, tengo mucho miedo a que lo que voy a aportar sea malo, éticamente me parece una falta moral hacerlo así. Es tu trabajo, y toda estética implica una ética. Tengo mucho miedo a hacerlo mal, a dar un mal concierto, a que la canción no sea suficientemente buena. Hay mucha gente buena por ahí y hay que intentar estar a su altura. Hay que hacer las cosas bien, pero es muy difícil.
Tienes un compromiso con el rock, que te ha dado mucho y quieres devolverle algo.
Sí, aparte porque hay otros que estuvieron antes que yo en circunstancias más difíciles, en los 60, en los 70 en España hubo gente que luchó muy a la contra, que hizo cosas cuando era casi inviable. Ellos abrieron esa senda, nosotros tenemos que honrar su memoria y para que el que venga después camine bien. Hay una responsabilidad con los que te preceden y con los que van a llegar. ¿Qué escena le vamos a dejar a los futuros rockeros? No estamos solos, pertenecemos a un linaje. Pertenezco al árbol genealógico del rock y quiero que esa rama crezca sana y fuerte.
Qué visual, me estoy imaginando un árbol de rockeros. ¿Para ti quienes están en la base?
En España consideraría que de los primerísimos están Lone Star en los 60, el Dúo Dinámico, no son españoles, pero te hablaría de los Teen Tops, el primer Miguel Ríos, Bruno Lomas… al margen de sus resultados, muy dispares por las circunstancias, batallaron muchísimo. Los Burning de los 70 para mi son un grupo esencial en ese momento. Juan y Junior también estarían ahí, Los Íberos… hay gente buenísima. Cuando hablamos de la música parece que antes del 80 no hubo nada, pero Juan y Junior no le tienen nada que envidiar a Nacha Pop, dejaron joyas. Nos olvidamos de grupos como Solera. Radio Futura son increíbles, pero Los Pekenikes también. Y había circunstancias muy difíciles.
Subrayas mucho la dificultad.
Si tener un grupo ahora es una lucha contra los elementos, imagínate en aquella época.
Y en ese árbol del rock, ¿a quienes ves en las ramas actuales?
Necesitaría que pasase más tiempo para verlo con más claridad. El tiempo te permite valorar al que tiene éxito, y los que no lo tienen, si son reivindicables. El crítico juzga cuando sale el disco. Yo tengo una colección de revistas de música muy grandes, y a veces leyendo cosas publicadas en el 78 veo críticas malas de discos esenciales hoy en día, y discos absolutamente prescindibles celebrados por todo lo alto. El historiador juzga a toro pasado, me veo más como el historiador que como el crítico. El rock padece algo de enquilosamiento, pero sin duda goza de buena salud.
Aunque dices que tienes miedo, eso no te impide arriesgar y moverte en varias orillas, aunque siempre dentro del rock. No eres un artista de una mirada única.
Tengo miedo a hacerlo mal, no a meterme en berenjenales (ríe), eso me resulta superestimulante. El rock and roll siempre ha sido mezcla, todos los primeros palos del rock tienen carácter mexicano, hay una mezcla termenda. Cuanto más se contamina, mejor es. Mira las razas, cuanto más se mezclan, mejor. Si vas a Inglaterra, a ciertas ciudades del Norte, ves que es una raza en decadencia, no se mezclan y cada vez son más feos y más violentos, en horrible. El inglés es esencialmente feo, creo que ha habido uno guapo, que es David Beckham, y se ha cerrado el grifo (ríe). En España la gente es mucho más guapa. Al rock and roll le pasa lo mismo. Quiero que mi disco se contamine de punk, de jazzie, de electrónica, de country, del pop más fácil, tampoco tiene que ser todo muy complicado. Que se reflejan las guitarras que me gustan, como las de Coxon, que piensan más en la canción que en ser solistas. Meterme en charcos me encanta, pero me meto con prudencia.
En el charco glam sigues, en ‘Alborada’ y ‘Casanova’.
No lo puedo evitar. Yo tenía un prejuicio super tonto, consideraba que el rock and roll era música sexy, y luego descubres que hay rock de carácter reflexivo, reivindicativo… pero hay canciones que me salen de una manera natural. Si me dejara lleva, sería todo el disco lleno de Casanovas, y dejaría de reflejar otras partes de la vida que también son interesantes. El rock and roll es un sonido que tú llenas de contenido. Antes solo lo llenaba de sexo, ahora de momentos reflexivos, de intelectualidad, como Bowie. He ampliado mi visión estrecha sobre el rock. El glam forma parte de mi educación emocional, viene de T.Rex, Little Richard, Bo Diddley, cosas como Roxy Music… no son sexys, pero muy sensuales. Pego un gran paso como compositor cuando empiezo a trabajar con el Loco, que me lleva quince años y por edad me exige dejar de hacer remedos de T.Rex todo el día.
¿Y qué descubres?
Yo tenía muchas carencias, desconocía muchas cosas tipo Christopherson, que a él le gusta mucho, tenía muy olvidada la canción francesa, no controlaba la canción más italiana… todo eso te abre muchísimo la mirada.
En el disco hay canciones con cierta oscuridad, como ‘Opulencia’ o ‘Nuevo cine español’.
Es un disco bastante optimista, es una obsesión que tengo desde que empecé en solitario, no podía hacer canciones tristes. Quería compensar por lo que me rodeaba, pero ahora sí planteo cosas menos luminosas. Me interesa mucho que haya un recorrido emocional por la persona. Somos veinte o treinta caras distintas, y quería que estuvieran.
“Tengo miedo a hacerlo mal, a llenar el mundo con un disco de mierda, a dejar una cosa mala”
También es cierto que es un disco luminoso, hay más luz en la canción ‘Poemas’. Y hay swing y jazz…
Uno de mis cantantes favoritos es Chet Baker. Los estándar de los 40 o 50 están muy bien escritos, el nivel de las letras es alucinante. Pasa también mucho en los compositores de copla. Era un homenaje a eso, me hubiera gustado un estándar a lo Chet Baker, pero lo llevé a mi terreno. En mi cabeza rondaba todo eso, de lo que me ronda a lo que consigo hay un abismo. Ese tipo de canción a media luz pero celebrando la vida. Hablo de gastronomía… ¿por qué con lo que nos gusta comer en España, se habla tan poco de comida en las canciones? Es una parte esencial de nuestra vida social. Pasamos mucho más tiempo comiendo que follando. Y hablar de poemas también, es un género que me gusta mucho, intento hablar de un texto literario sin caer en la pedantería. Eso Aute lo hace muy bien, aunque no soy muy fan suyo.
He visto muy bien contrastada la oscuridad y la luz en las dos canciones que has llamado ‘El cielo es poco acogedor’. La primera parece más mística y la segunda más infernal. Supongo que son contrastes formales, como otros que planteas: el amor y la infidelidad, lo bueno y lo malo…El recorrido vital del que hablabas.
Siempre trato de enfocar la misma temática desde varios puntos de vista para no caer en el monolitismo, también lo intenté en «Equilibrio inestable». Aquí mi intención era cómo de una misma letra, una misma frase, se puede contar de dos maneras opuestas, desde la rabia y desde la ternura. Aunque no lo parezca soy una persona creyente, y me interesa mucho cómo nos han vaciado el cielo, cómo nos lo han robado. Sigo pensando que Jesucristo es una figura absolutamente revolucionaria, todo lo que él dice solo es realizable a través del arte. Solo puedes querer a tu enemigo cuando lo ves en un libro o en una película. No es una teoría mía, es de Felix de Azúa. El arte nos permite ser cristianos porque en la vida normal es imposible. ¿Cómo no le vas a robar la mujer a tu vecino? (Risas). Es broma. El arte nos permite cumplir con esa máxima moral.
Acaba de salir el Igor más rebelde, y eso que hoy has venido bastante reflexivo. Tienes esa doble vertiente, intelectual y canalla. Dos adjetivos que me recuerdan a Sabina, aunque no tengáis nada en común.
Si escribiera la mitad de bien que escribe Sabina tendría cuatro chalés. Pero una cosa no quita a la otra, es una de las cosas que nos enseñó Bowie. Con 13 o 14 años me encantaba Oscar Wilde, me encantaba Dostoievski… antes de salir por la noche era un ratón de biblioteca, era un niño estudioso, muy aplicado, practicaba mucho la guitarra, leía muchísimo… A la gente que le gustaban esos escritores no les gustaba Iggy Pop, y a los que les gustaba Iggy Pop o los Guns N Roses, o los Ilegales, no les gustaba Dostoievski. Yo me sentía confundido. Bowie es de los primeros que mejor combina las dos cosas: le gustaba la Velvet Underground, flipaba con Lou Reed y a la vez citaba a Nietzsche, y a la vez era súper guapo, súper molón, una estrella… metía canción francesa por aquí, citar a un pintor… Ahí está un poco la gracia de la vida. Supongo que Sabina habrá tenido mucha noche encima, no le conozco, pero la noche tiene un componente de conocimiento humano. Si esas experiencias no las maduras, no te sirven de nada. La acción constante no sirve de nada, la reflexión constante tampoco. Un tipo flipa con Quevedo y puede estar metido en el baño de un bar hasta las tres de la tarde. Son dos placeres muy distintos pero muy combinables, y equilibrarlos es muy interesante.
En uno de los temas mencionas a varios escritores: Pessoa, Bukowski…
Pero mi favorito es Cavafis. Lo descubrí por mi madre, que es una gran lectora. Cuando salió «El arte de mentir» se enfadaron un poco, dijeron que ya estaba otra vez dando la nota. Y le dije: «Pero si tú me descubriste a Cavafis, y sus poemas no son precisamente castos». Y me dijo: «Ya, pero tú eres mi hijo y Cavafis no».
¿Y qué le ha parecido a tu madre «Tierra firme»?
Todavía no lo ha escuchado entero, pero Equilibrio inestable le encantaba. Con Babylon Chat mis padres nunca me vinieron a ver, cosa que entiendo perfectamente. Siempre había una división entre mi gran pasión y el amor a mis padres, y cuando empecé a llevar las maquetas a casa a mi madre le encantaron. Todo se ha suavizado desde que escribo. Creo que son más fans míos de cómo escribo que de cómo toco.
En “Rugidos de gato”, el libro que has editado en EFE EME, hay un artículo en el que te preocupa no llegar tanto a la gente por tu música como por tus columnas o libros. ¿Sigues pensando que la gente se interesa más por lo que escribes que por lo que tocas?
¡Qué pregunta más cabrona! Creo que están a la par (ríe). El disco está teniendo muy buena cogida, pero el otro día publiqué una carta dedicada a Bowie que tuvo una aceptación en las redes qeu no he visto con ninguna canción de «Tierra firme». Ahora mismo están más equilibradas, pero escribo con más frecuencia de lo que saco discos, es normal. Tengo una carrera un poco atípica: escribo de fútbol pero también de música, toco, formo parte de una gran banda y a la vez tengo una carrera en solitario seria, pero es lo bueno de estos tiempos, te permiten hacer cosas variadas. Está todo por reinventar.