FONDO DE CATÁLOGO
«Pese a lo arriesgado de la propuesta, en ocasiones algo hosca y demasiado dramática, la cosecha obtuvo una repercusión más que digna»
En 1968 vio la luz Ideas, el único elepé de Almas Humildes. Un referente del pop y el folk de finales de los sesenta, con orquestaciones y acercamientos a la chanson, que recupera para esta sección César Campoy.
Almas Humildes
Ideas
SONOPLAY, 1968
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Pocas voces disienten a la hora de datar, de manera oficial, el nacimiento del folk moderno hispano con el lanzamiento de aquel imprescindible Recital, del enorme Joaquín Díaz, publicado por Sonoplay en 1968 bajo la producción y el amparo de Carlos Guitart, los arreglos y dirección de José María Morales y la labor técnica de Alberto Navarrete y Jean François Beaudet. Buena parte de aquel equipo fue el encargado de seleccionar y armar la avanzadilla del género de aquel país que, poco a poco, despertaba del letargo. Guitart, pionero del rock ibérico desde su militancia en Los Sonor, y posteriormente en proyectos como Los Flecos, había devenido pieza imprescindible en aquel sello ideado por Adolfo Waitzman y los responsables de los Estudios Moro. Su labor como cazatalentos y director artístico hizo posible que, en aquellos últimos años de la década, la discográfica lanzara al mercado producciones de básicos de nuestra cultura como Los Carabelas, Nuestro Pequeño Mundo, Patxi Andión o Lluís Llach.
El propio Carlos fue el encargado de ofrecer su cobijo a un joven trío compuesto por Antonio Resines, Juan Francisco Seco y Alex Kirschner, convertidos en Almas Humildes. Un grupo que, en apenas unos pocos meses, acompañaría a Díaz y al resto en la vanguardia cultivadora de un folk que encontraría dignos herederos en proyectos que, bien picando de lo foráneo o de lo que el terruño ofrecía, cristalizarían en referentes como Voces Amigas, Mocedades, Nuevo Mester de Juglaría, Vino Tinto, o Carcoma. Aupados, en sus inicios, por el influyente locutor Ángel Álvarez, Resines, Seco y Kirschner desperdigaron por auditorios universitarios madrileños su pasión por referentes, tanto anglosajones, como francófonos. Nada más ser captados por Guitart, las gentes de Almas Humildes (originalmente, We, Humble Souls) entran en los estudios Celada. Florecía marzo de 1968 y el repertorio de aquellas sesiones acabaría conformando su primera larga duración, Ideas. Junto a ellos compartieron arreglos y dirección musical y de orquesta Isidro Maiztegui y José María Morales. Este último, profesional incansable de la industria musical, además de colaborar habitualmente con TVE pulió trabajos de Los Beta, Los Botines, Tony Ronald, Luis Aguilé y, por supuesto, Andión, Nuestro Pequeño Mundo y, ya lo avanzamos, Joaquín Díaz.
Las canciones
El disco, compuesto casi en su totalidad por Resines, se abre con la pesimista “La gacela”, una onírica pieza repleta de ambiciosos adornos que nos remiten, directamente, al bosque por el cual el malogrado animal retoza. De destacados altibajos emocionales, la sonata marca a la perfección los límites filosóficos en los que se moverá Almas Humildes durante buena parte de su trayectoria: arriesgados recovecos textuales, rimbombantes envoltorios sonoros, cierto aire derrotista en sus ambientaciones, un evidente halo de intelectualidad… Sigue su senda “Tejiendo melancolía” (ideada por José María Alameda), sentida y breve fábula mecida en un clavicordio recurrente aupado en sugerente flauta, que da paso a una “Scarlett ribbon (in her hair)” que, como la campestre “Ballad of the daysies” y la penetrante “Short ballad (for a long item)”, evidencia la vertiente más anglosajona del trío, en contraste con “Le coeur gros” (a partir del tema de Hugues Aufray y Pierre Delanoë) y “Silence (entre un garçon et une fille)” (de Antonio y Seco), inspiradas por los sonidos que, en aquella época, emanaban traspasados los Pirineos.
“Andando”, por su parte, irrumpe orgullosa y vigorosa, iluminada por tonadas más próximas, y valles, cañadas y campos de trigo castellanos. Una verdadera delicia en las antípodas rítmicas de la calmada “El vagabundo”, ahogado himno de texto penetrante y desasosegado, en la línea de una dignísima “Sueños” de evocadora orquestación. Eso sí, las joyas de la corona tienen que ver, en primer lugar, con una “Anoutschka” que marca una de las cimas creativas e interpretativas de Almas Humildes. Un año antes, la composición había sido cedida por Resines a Los Pasos, y tras la adaptación de su letra al castellano, la grabaron y conformaron uno de los sencillos más exitosos del conjunto liderado por Joaquín Torres. Ahora, más desnudo y en el inglés original, el tema se recreaba en esa estructura a medio camino entre nana rusa y pieza medieval. Finalmente, con la tenebrosa “Cuervos”, el trío fabricaba la guinda perfecta. De letra agorera («Tu camino cruzarán los cuervos, los oirás graznar; cantarán con su cantar grotesco, luego volarán»), la comunión entre guitarras, clavicordio y flautas rememora un paisaje asfixiante que provoca en el oyente el efecto deseado. Una joya.
Aquel elepé fue publicado a partir de una ambiciosa campaña también compuesta por un par de sencillos con los temas “Cuervos” y “Ballad of the daysies”, y “La gacela” y “Short ballad (for a long item)”. Todos ellos vieron la luz aquel 1968 y, pese a lo arriesgado de la propuesta, en ocasiones algo hosca y demasiado dramática, la cosecha obtuvo una repercusión más que digna, sobre todo, merced a la inolvidable “Cuervos”. El trío apareció en diversos espacios televisivos. De hecho, aquel mismo año Almas Humildes retorna al mercado con la referencia integrada por la netamente norteamericana “She’s gone” (de Resines) y una más grave y castellana “Silos, ocho de la tarde” (de Alameda). Unos meses después, todavía con el auspicio de Guitart y ya bajo la marca Movieplay, el combo cerraba una etapa con la edición del vinilo arreglado por Waldo de los Ríos y compuesto por “Sun is gonna shine on winter” y “La feria del domingo” (ambas, de Antonio).
Últimos coletazos
Ya con Kirschner (poco después, centrado en la recuperación del legado sefardí) fuera del grupo, Almas Humildes sufriría ligeras variaciones en su formación, ora cuarteto, ora quinteto, con las incorporaciones (más o menos fijas) de Javier Navarro, Guillermo Polo, Alameda o Tony Rebello. Entre 1970 y 1972, con los sellos discográficos Discophon y Top Records, la banda siguió mostrando su buen hacer con cuatro nuevas e interesantes criaturas que incluían propuestas tan bellas como “Honeychile”, una sublime “Joker’s blues (Broken window blues)” que mezclaba psicodelia y retazos de rock sinfónico (eternos esos bajos y teclados), y lograron cierta repercusión merced a composiciones como “Cantemos”. El disco integrado por el “Canta libre” de Neil Diamond y “Walking along”, de hecho, llegó a distribuirse en territorio europeo vía Decca. En esos momentos, no obstante, ya estaba claro que, como se certificó en 1973, pese a sus excelentes mimbres, aquel barco apenas tenía ya recorrido.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Night beat (1963), de Sam Cooke.