«Mi espíritu individualista me ha hecho estar siempre insatisfecho con muchas cosas de las que he hecho, me gusta trabajar más allá de los estándares, buscar en las esquinas, que a veces pueden ser oscuras y otras luminosas. Me encanta atacar las canciones y tocar desde nuevas perspectivas»
El líder de Giant Sand publica “Alegrías”, un álbum grabado en España con el acompañamiento de A Band Of Gypsies, un grupo formado por varios instrumentistas andaluces. Eduardo Guillot conversa con Howe Gelb.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Originario de Pennsylvania, Howe Gelb formó el grupo Giant Sandworms coincidiendo con su traslado a Tucson (Arizona), a mediados de los años setenta. Lleva, por tanto, más de treinta años dedicado a la música, aunque puede establecerse como su fecha de partida oficial su primer EP, “Will wallow and roam after the ruin”, editado en 1980, tras el cual acortó el nombre de la banda para dejarlo en Giant Sand. Desde entonces, ha ido construyendo con paciencia y «savoir faire» una carrera sólida, con algunos episodios conflictivos (el abandono de sus escuderos John Convertino y Joey Burns para formar Calexico) y salpicada de aventuras paralelas (Arizona Amp and Alternator, The Band of Blacky Ranchette, OP8) y grabaciones en solitario al margen del grupo, que hacen de él, hoy por hoy, uno de los músicos americanos más interesantes y completos. Siempre en busca de nuevos retos, en 2006 publicó “‘Sno angel like you”, un exquisito álbum grabado junto a un coro gospel, y ahora presenta “Alegrías”, un disco registrado en Córdoba con Fernando Vacas (Flow) y A Band of Gypsies, un grupo de músicos gitanos. “Un buen amigo, que me ha organizado algunos conciertos en España, me dijo un día que debería probar a hacer un disco como este”, explica Gelb. “Me presentó a Fernando Vacas, quien me invitó a tocar con algunos amigos, y en un momento determinado me comentó que podríamos grabarlo. Yo no podía imaginármelo, pero sonaba tentador, así que la idea fue tomando forma. Fue muy cómodo trabajar, porque grabamos en su casa, que es muy similar a la mía, en Tucson, un lugar muy confortable, que me hizo sentir muy cómodo. La actitud de todo el mundo fue estupenda. En el tejado tiene un estudio, y el calor que hace allí también es como el de Arizona. Cuando sus amigos empezaron a llegar y fuimos haciendo jam sessions, los resultados fueron muy interesantes. No me sentí un extraño, sino en un ambiente muy familiar, que me recordaba Nuevo México. En tales condiciones, era fácil que las cosas fluyeran bien, cada vez iba mejor todo: Primero, Fernando, luego su casa, después la ciudad, la comida, los gitanos, la música… ¡Y la guitarra! Eso es algo que me encanta del flamenco: Yo puedo tocar un ritmo flamenco, puedo pretender que sé hacerlo, pero en realidad es algo con lo que tienes que haber crecido. Lo que me gusta del flamenco es la esencia de la guitarra, su sonido te remite al lugar donde empezó realmente todo: No en el mundo occidental, sino en África. Cuando tocan, suena en su forma más pura, y eso me reconforta mucho”.
En España siempre hemos dicho que el flamenco es en nuestra tradición musical el equivalente del blues en la vuestra. ¿Sentiste esa conexión?
Sí, puedo ver la similitud. Especialmente cuando lo interpretas. Ambos se basan en unas pocas estructuras diferentes de acordes. Luego, puedes dejar tu impronta en esa estructura de acordes a partir de la improvisación. Y también comparten un tipo de sentimiento muy parecido. De hecho, el blues también procede de África. La guitarra vino de allí y mientras en América dio origen al blues, entrando a través de España conectó con el flamenco.
¿Cómo escogiste las canciones de “Alegrías”? Lo pregunto porque hay material nuevo, de Giant Sand, de tus discos en solitario…
Del mismo modo que en “‘Sno Angel like you”, mi anterior disco. Se ha convertido en una manera fantástica de hacer las cosas últimamente. Cuando empieza un proyecto como este, y no tengo canciones específicas, no me preocupo. Lo que hago es mirar hacia atrás, busco entre mis temas antiguos y escojo algunos. Puedo recuperar canciones cuya secuencia de acordes o melodía sea perfecta para un coro gospel o para el flamenco. Las probamos, y algunas siempre se ajustan muy bien. Los gitanos me inspiraron mucho, y también empecé a escribir nuevas canciones. Fue lo mismo que con el coro gospel.
Son dos discos en los que parece que buscas nuevos retos personales. ¿Es así?
Bueno, mi espíritu individualista me ha hecho estar siempre insatisfecho con muchas cosas de las que he hecho, me gusta trabajar más allá de los estándares, buscar en las esquinas, que a veces pueden ser oscuras y otras luminosas. Me encanta atacar las canciones y tocar desde nuevas perspectivas. Siempre lo he hecho, para bien o para mal. Es una parte de mi personalidad que hay que entender y aceptar. Y luego te vas haciendo viejo, como yo, y no estás tan inspirado como cuando eras joven, porque ya has tocado muchas veces de la misma manera, con el mismo sonido, y eso no es inspirador, así que cuando algo te inspira es como una explosión interna, una gran fuerza, como al agua que se desborda de un río, y eso es lo que me hace tomar estas decisiones. Mi amigo Rainer, a quien está dedicado este disco [se refiere a Rainer Ptacek, influyente guitarrista de blues de origen checo, fallecido en 1997], era cinco años más mayor que yo, y me enseñó a apreciar cosas que valen la pena pero que eres demasiado joven para conocer. Él me descubrió a Jimmy Rodgers, cuando yo ni siquiera había oído hablar de él. Esa actitud la extendía a lo antiguo y lo moderno, porque también tocaba una canción de The Replacements cuando acababan de empezar y casi nadie los conocía. Tocaba temas de JB Lenoir y Robert Johnson, grandes bluesmen, pero también de George Harrison o The Replacements. No era blues, pero era una buena canción. Aprendí de Rainer a comportarme en ese sentido, por ejemplo, con el coro gospel. Me dí cuenta de que nunca había escuchado uno con anterioridad, porque no acudía a la iglesia, así que lo vi como una oportunidad para experimentar ese sonido, y fue fantástico. Y ahora hay gente que ha escuchado ese disco y se ha dado cuenta de lo poderoso que es el gospel. Se trata de compartir información, de saltar barreras. Con este nuevo disco es lo mismo. He tenido el honor de abrir una puerta, no pretendo haberlo aprendido todo, sino abrir la puerta, mirar dentro y darme cuenta de que es fantástico.
¿Cómo se involucró John Parish, productor de PJ Harvey, en el disco?
Es un viejo amigo. Se convirtió en un hermano cuando Rainer enfermó y murió. John fue como un ángel que me ayudó muchísimo en un momento en que estaba perdiendo a un gran amigo. Durante años hemos buscado oportunidades para trabajar juntos, pero no es fácil, porque los dos tenemos familia e hijos y no es sencillo encontrar huecos. Fue Fernando quien vino con la idea de que John mezclara el disco. Lo primero que pensé es que era otra idea loca [risas]. El disco sonaba bien tal como lo estábamos grabando, no necesitábamos a John. A ver, que le quiero un montón, pero no nos hacía falta nadie más. Sin embargo, a estas alturas yo ya confiaba plenamente en Fernando, porque todas sus aportaciones al proyecto habían sido muy acertadas, así que llamé a John y le pregunté si quería venirse a Córdoba y echar un vistazo a lo que estábamos haciendo y, quizá, si le apetecía, mezclar las canciones. Aceptó y, por supuesto, ha hecho un trabajo maravilloso.
¿Cómo se desarrolló el proceso de grabación?
Fernando tiene una manera muy sutil de trabajar. Sabe cómo hacer que todo funcione, quitarse de en medio, dejar que las cosas ocurran y capturarlas en la grabación. Nunca hace que te sientas preocupado o estresado. El otro factor inspirador fue el modo en que tocan los gitanos. El feeling es muy fácil, todo funciona, y eso me dio mucha confianza. La idea era probar y ver qué pasaba. Si no pasaba nada, tampoco había ningún problema. La única pega, que no lo fue, es que yo no quería que llegara el final de la grabación, me apetecía seguir tocando con ellos. Pero el proyecto había empezado hace tres años y me di cuenta de que había que poner punto final en algún momento.
Una de las canciones nuevas se titula ‘The ballad of Lole y Manuel (with great respect)’. ¿Cómo los descubriste?
Fernando me regaló su primer LP, en un concierto que ofrecí en un museo de Sevilla. Nos vimos en el «backstage» e intentó explicarme lo que significaba el disco. Entendí que Lole y Manuel habían reintroducido el flamenco en la contracultura española de su época, en los años setenta, del mismo modo en que Led Zeppelin lo habían hecho con el blues. Me encantaron las fotos y lo dejé en el camerino. Los únicos que tenían acceso allí eran los guardias de seguridad del museo, y cuando regresé después de actuar, el disco había desaparecido. Alguien lo había robado. Pensé que era un verdadero tesoro, hasta el punto de que un agente de seguridad lo robara. Eso le añadió misterio. Unas semanas después, estaba de gira, creo que en Huelva, y paramos en un bar. El dueño era un tipo muy amable y me estuvo enseñando algunos de sus discos, porque sólo pinchaba vinilos. Y tenía el de Lole y Manuel. Pero lo más increíble es que disponía de dos copias y me ofreció una. Me di cuenta de que aquello era como una profecía. Tenía que aceptar la oferta de Fernando y grabar “Alegrías”.
Lo más curioso del caso es que, al final, la canción es una bossa nova.
Lo sé [risas]. De eso se trata. Los gitanos pueden tocar cualquier tipo de música, se adaptan a todos los ritmos. Yo no soy un gran intérprete, pero sabíamos que había un punto en el que podíamos encontrarnos. Quizá flamenco, pero quizá cubano, o brasileño. Todo surgió de manera tan natural, que ninguno nos dimos cuenta de que la canción estaba tomando esa dirección, y acabó teniendo ritmo de bossa nova. Fue muy divertido, al final parecía un tema de Sonny & Cher, y lo digo en el buen sentido.
En ella cantas en castellano.
Bueno, mi castellano es el de cualquier turista borracho [risas]. Creo que he creado un lenguaje propio. De hecho, estuve todo el tiempo llamando “Loli” a “Lole”…
¿Sabes que Josh Rouse también se ha atrevido con el castellano en su nuevo disco, “El turista”?
Sí, lo sé. Es fantástico. No me acaban de convencer sus letras, pero me encanta como compositor y tiene un gran sentido del ritmo. Es asombroso. Sé que está viviendo en España y se ha casado con una española. El verano pasado tuve la oportunidad de encontrarme con él.
¿Conoces la mezcla de flamenco y space rock que están llevando a cabo Los Planetas?
Sí, por supuesto. Incluso les he visto tocar en directo, en un festival. Creo que fue en Cádiz, en el Puerto de Santa María, pero no estoy seguro. Les deseo suerte en lo que están tratando de hacer.
En “Alegrías” también recuperas ‘Where the wind turns the skin to leather’, que grabaste con Arizona Amp and Alternator en 2005. ¿Por qué?
No lo sé. Esa canción surgió hacia el final de las sesiones de grabación. Si te fijas en los últimos temas del disco, transmiten la sensación de que me estoy marchando de Córdoba. La primera, ‘4 door maverick’, habla de llegar y empezar a tocar, luego las cosas fueron avanzando, y al final, las tres últimas canciones son como la preparación hacia el final. ‘Where the wind turns the skin to leather’ ya tiene menos instrumentación. Lo más soprendente es que el percusionista no la había escuchado nunca antes, pero hizo un trabajo magnífico. Y luego está ‘One diner town’, que ya grabé yo solo, porque me marcho, es como una despedida. Es una buena manera de decir adiós.
¿Cómo fue la experiencia de grabar con Raimundo Amador?
Fue maravilloso. Un día, Fernando le dijo que se pasara por la grabación, a ver si ocurría algo. Él tiene la misma curiosidad por la música que yo, y verle tocar fue uno de los grandes momentos de mi vida. Puedes escuchar que cada nota es única. Es el mejor guitarrista que he visto nunca. No puede parar de tocar, se limita a dejar salir la música de su interior.
¿Hay planes de gira?
Hicimos un par de actuaciones en Arizona y fue fantástico. Luego fuimos a Texas, y cada conciero era diez veces mejor que el anterior. Así que volveremos en junio para hacer un par de shows más. También iremos a Sevilla [el 21 de junio, dentro de los actos organizados por UFI con mortivo del Día de la Música], Córdoba y puede que Barcelona. En julio quizá hagamos Madrid. Ya veremos. No sé en qué recintos vamos a tocar, es el promotor quien lo está organizando.
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