«Se ganó el sobrenombre de poeta antipunk a pesar de que, en cierto modo, quizá fuera el más punk de todos ellos»
Las coordenadas de una obra discográfica se comprenden mejor al conocer la influencia de su autor. Es el caso de Howard Devoto, líder de Buzzcocks, que bebió y reconoció la influencia que tuvo en él la obra de Beckett. Por Sara Morales.
Texto: SARA MORALES.
Siempre caminando por el margen, saltándose la línea, obstinado con desmontar lo arraigado para cuestionarlo, para contradecirlo. Lo de Howard Devoto era experimentar, no conformarse, construir nuevas dialécticas y deconstruir consignas que les valían a todos, pero no a él. Así sucedió también en 1976, cuando decidió levantar el dinosaurio Buzzcocks junto a Pete Shelley. Devoto sabía que aquello no duraría demasiado, no encajaba ante el engendro que él mismo había creado en mitad de un Manchester que pedía a gritos su propia escena punk para competir contra el comando londinense que encabezan los Sex Pistols.
Fueron precisamente estos los que desviaron, según Devoto, el camino; porque mientras él seguía apostando por el experimentalismo alemán influido por bandas como Can o Neu! para las bases del sonido Buzzcocks, su compañero Shelley se dejó corromper y cayó rendido a los pies de Johnny Rotten y la ansiosa verborrea punkie, en aquel concierto seminal que los Sex Pistols dieron en Londres para cambiar el mundo.
Contra viento y convencionalismo
Howard Devoto, estudiante de literatura y humanidades, se alimentaba entonces de una obsesión por pulir las tendencias para travestirlas y, en aquel tiempo, la moda (y su víctima) era el punk. Consideraba que el llamado género de la insurrección, muy lejos de surgir de las clases bajas como se autoproclamó al nacer, procedía de una corriente de estudiantes de familias acomodadas que se aburrían; y él no estaba dispuesto a entrar a formar parte de esa gran secta. Esta actitud, unida a la preponderancia de planteamientos filosóficos en sus canciones, en detrimento de la crítica social que imperaban los cánones del género de las crestas, le llevó a ganarse el sobrenombre de poeta antipunk a pesar de que, en cierto modo, quizá fuera el más punk de todos ellos.
Comenzó a volcar en sus letras las ideas y reflexiones extraídas de las lecturas que transitaba y, al tiempo que sus compañeros de Buzzcocks se enganchaban a la virulencia callejera, Devoto ascendía en gnosis destruyendo cualquier acercamiento a aquel estruendoso huracán juvenil que, a sus ojos, empezaba a pervertir el verdadero sentido del movimiento. Esto fue lo que le llevó a dejar la banda al poco de fundarla para parir Magazine, el grupo donde —ya sí— daría rienda suelta a su universo creativo atestado de cinismo, pesimismo y una honestidad que, como compartiría con su «mentor» conceptual Samuel Beckett, molestaba a la gente.
Aun así, y a pesar de las diferencias congénitas con las que nacieron los Buzzcocks, dio tiempo a lanzar un epé juntos antes de que Devoto abandonara el barco. Este fue Spiral scratch (1977) y en él ya se vislumbran los preceptos nihilistas que bebió de entre los textos del dramaturgo. Afín a la escuela desesperada de Beckett, padre del experimentalismo literario del siglo XX que él también profesaba aunque en el terreno musical, nos abruma con “Boredom”. Una canción en la que da cuenta de que su camino se encuentra al lado de la evolución y lo hace recreando ese patrón angustiado pero paradójicamente esperanzador que ambienta la sublime Esperando a Godot, uno de los estandartes en la obra del literato acerca del tedio existencial. «Usted ve que no hay nada detrás de mí / ya soy, ya he sido/mi futuro no es lo que era» escribe y canta Devoto; pura tragicomedia de la condición humana, puro Beckett a ritmo de punk.
Libertad minimalista
Los Buzzcocks terminarían triunfando sin él, pero él se sintió más libre sin ellos. Ya al frente de Magazine, Devoto construyó un paraíso de secuencias sonoras donde parece que no sucede nada, porque nunca arrasaron en ventas, pero a la vez todo ocurre: fueron una de las primeras bandas, junto a The Stranglers, en sofisticar el sonido con el uso de teclados. Y lo hicieron a base de un vanguardismo instrumental donde el punto medio de ese puente entre el punk y el post punk se desvanece, se difumina en el horizonte; puede que quizá por esa indeterminación nunca llegaran a triunfar del todo.
El minimalismo, otra de las bases orgánicas beckettianas, se convierte en el esqueleto de sus composiciones y son “Definitive gaze”, “The light pours out of me” y “Parade”, del álbum de debut Real life (1978), el punto álgido en la obra de Magazine. El bajo de Barry Adamson y los sublimes arpegios de guitarra de John McGeoch terminan de sustentar un disco que, aunque cuenta con algún rescoldo del pasado más reciente de Devoto en los Buzzcocks (“Shot by both side”), cabalga por la negación y la destrucción entre atisbos de electrónica. Un pesimismo sonoro que terminaría convirtiéndose en la perfecta antesala de la ola siniestra que vendría después y que se gestó entre las páginas de More pricks than kicks, los cuentos que Samuel Beckett publicó en 1934 y que tanta huella dejaron en el músico.
Devoto, que para entonces ya se pintaba la cara de blanco, continuó escribiendo y componiendo entre flashes de mimo y vodevil, como cuando el poeta y novelista irlandés asistía a su segunda etapa literaria, aquella que se caracterizó por subjetivizar su arte y extraerlo hacia los demás en imágenes porque las palabras comenzaban a quedarse cortas.
«Devoto continuó escribiendo y componiendo entre flashes de mimo y vodevil, como cuando Beckett asistía a su segunda etapa literaria»
Y así llegó el segundo álbum de Magazine, Seconhand daylight (1979), también sin mayor éxito por culpa de una clara y, presuntamente, descabellada apuesta de Devoto por la música sinfónica. Algo que no ocurrió con el tercer intento, el álbum The correct use of soap (1980), el más célebre en la carrera de la banda gracias a temas como “A song from under the floor boards”, “Sweetheart contract” o la cover del “Thank you” de Sly & The Family Stone y, curiosamente, el último del grupo unido y en armonía. El cuarto y último trabajo del grupo (Magic, murder and the weather, 1981) sería compuesto y grabado sin McGeoch, y cuando quiso llegar el día de su lanzamiento al mercado, Devoto también había renunciado ya a llevar las riendas para comenzar una carrera como solista.
Renunciaban a experimentar más, las piruetas creativas y la innovación promulgadas por su líder, tan individualista y excéntrico, terminaron con una banda que se encaminaba a ciegas hacia lo indescifrable (como el complejo Sans de Beckett), con un contenido tan críptico que en lugar de embellecer la rareza terminó siendo engullido por ella.