Sala Apolo de Barcelona será el escenario de un homenaje al percusionista rumbero Ricardo Batista Ximenis ‘El Tarragona’, fallecido en 2012. En el concierto, que tendrá lugar el 1de abril a partir de las 18 h., participarán Chacho, Parrita, Moncho, Junco, Los Manolos, Estrellas de Gracia, Xavi Ciurans, Joan Garriga, Ramunet, Peret Reyes, Petitet, Chipén, Ai Ai Ai, Los Sinay, Pedrito y Kiki Maya, Son Combo Son, Lady Gipsy, Arrels de Gàcia, Papawa, 4 de la Cera, Revolución, Rumba alborada, Jimmy Malla, Ai Marai, Danilo, Medizina y Yumiband.
Biografía de “El Tarragona”:
“Surgido de una familia gitana tarraconense con pedigrí artístico, de muy pequeño se trasladó a la villa de Gracia, habiendo ya debutado como guitarrista de la mano de su padre, ‘El Peret de Tarragona’. En la Barcelona de los setenta, el precoz artista topó con una incipiente pero bulliciosa escena salsera local, surgida del prolífico Zeleste y de la presencia de músicos antillanos como Pedrito Díaz, Ramoncito o El Niche. Este último ensayaba en la plaza del Raspall de Gracia, donde inició el Tarragona y su compadre y amigo Manolo González ‘Patata’, sobrino de El Pescadilla, en los patrones de la percusión latina. La Sonora Catalana, la Orquesta Mirasol, la Platería, La Salseta del Poble Sec y Pernil Latino eran los representantes catalanes de aquella moda musical cacareada desde Nueva York hispano, y un jovencísimo y autodidacta Tarragona, que asistía fascinado a los ensayos de la sonora y el Pernil, pronto en se convirtió en el timbalero titular. Si bien dominaba otras percusiones, fueron los timbales o paila, habitualmente acompañados de cencerros y platos, el instrumento con el que fue más admirado, y se puede considerar el introductor en la rumba catalana y otros estilos practicados por los gitanos catalanes. Desde los ochenta se convirtió en el pailero indiscutible de los artistas y orquestas dedicadas a amenizar bodas y otras fiestas gitanas, y actualmente en las iglesias evangélicas gitanas también resuena este juego instrumental.
Los primeros en conocer y sufrir sus dotes percusivas fueron los vecinos de la plaza de Rius i Taulet, cuando repasaba obstinadamente los discos de la Fania neoyorquina imitando los toques y sobre todo los ‘cierres’ de Willie Rosario o el gran Tito Puente . Poco se imaginaba que el mismo Rey del Timbal, al verlo actuar en la sala Cibeles, le propondría sumarse a su orquesta norteamericana, oferta que el joven Tarragona tuvo que rechazar por prescripción materna. Esto no disuadió a los nombres destacados en su carrera posterior, entre los que destacan Mayito Fernández, Gato Pérez y Peret. Con el primero, entre otros proyectos, fundaron el grupo Salsa Gitana, pionera alianza entre músicos gitanocatalanes y cubanos que continúa renovándose hoy en bandas como Son como Son o Sabor de Gràcia. A mitad de los ochenta fue reclutado a la escudería del Gato Pérez, que animaba jóvenes gitanos de Gracia y Mataró a retomar una rumba en horas bajas. El músico argentinolaietano reunió a los nuevos rumberos en la formación Estrellas de Gracia, a quienes acompañó en su última etapa, la cual incluyó la actuación de El Pescadilla y su hermano El Polla en las Fiestas de la Mercè 1987. Cuando Peret volvió a los escenarios a principios de los noventa, El Tarragona ingresó en su séquito y se convirtió en percusionista del subsello Rumbasa-PDI. La lista de artistas de renombre que requirieron es larga, y se cuentan también Manzanita, Bebo Valdés, Serrat, Raimundo Amador y Tete Montoliu, entre otros. Todo ello, como él subrayaba relativamente perplejo, «sin leer ni una nota». Instrumentista polifacético -habilidad común entre los músicos gitanos-, El Tarragona también ejecutaba la guitarra ventilador y cantaba. Su voz, con una tesitura más bien grave y una huella nasal característica, tomó protagonismo con Rumbaketumba y Calle la Cera, dos efímeras aventuras de mediados de los noventa, y resurgió en 2007, invitado al primer trabajo del combo de rumba clásica Papawa, y en 2009 a raíz de la reunificación de Estrellas de Gracia que él mismo promovió.
La ausencia a menudo revela el valor de aquello o aquellos que se ausentan, y la muerte lo hace reprochándonos el retraso con que llega el reconocimiento de este valor. En el caso de El Tarragona, el rico legado que deja será siempre un consuelo. Además del nombre y el motivo, su hijo ha heredado las habilidades musicales, que adquirió pegado a las piernas paternas en infinidad de actuaciones, y que la han convertido en promesa de la música gitanocatalana. Pero su herencia es vasta y tentacular: jóvenes aprendices de artista se reflejan n él añorando su proximidad, bonhomía y sus golpes, convertidos en samplers desde los ochenta, continúan dando calidez a incontables grabaciones de estudio, los ecos de sus repiques siguen vibrando en los oídos admirados de incontables músicos gitanos y payos de la ribera más occidental del Mediterráneo, que le admiran. Y prueba de ello es la muchedumbre que se reunió el 26 de diciembre de 2010 en el cementerio de Montjuic para dedicarle un último adiós.”