«Las actuaciones de Janis mostraron todo el potencial de aquella chica blanca y menuda que se transformaba en un ser inmenso cuando arrancaba a cantar y toda aquella tristeza tomaba forma al salir de su boca en un grito que helaba la sangre»
Los años finales de la década de los sesenta estuvieron repletos de ideas locas que derivaron en aventuras geniales. Casi ninguna de aquellas experiencias tuvo éxito comercial, la mayoría, más bien, fue una ruina. Pero eran buenos tiempos para la lírica, para dejarse llevar por el fervor del momento que se vivía tras la llegada del hombre a la Luna. Esa sensación que flotaba en el ambiente llevó a muchos emprendedores a crear su propio festival. Ken Walker montó el suyo en un tren.
Una sección de ALFONSO CARDENAL.
En el verano de 1970, un promotor llamado Ken Walker tuvo una idea magnifica. Montaría un festival itinerante por Canadá. Contrató a los músicos, cerró varias fechas y alquiló un bonito tren para desplazarlo todo de costa a costa de Canadá. El tren estaría equipado con todo lo que los músicos pudiesen necesitar tanto para crear música como para pasarlo bien. Si Woodstock fue un festival para los asistentes, Festival Express, el nombre del tren, sería una experiencia consagrada a los músicos, una jam session sobre raíles con grupos como The Band, Grateful Dead, Janis Joplin, The Flying Burrito Brothers, Delaney and Bonnie, Ten Years After o Buddy Guy.
De aquel desastre económico, Walker cedió ante cada capricho de sus estrellas y tuvo enfrentamientos con las autoridades de los sitios en los que paraba, salió una experiencia única, una convivencia artística y una fiesta sin fin, que en 2003 vio la luz en forma de documental. “Nos dijeron que aquel sería nuestro hogar durante una semana y que lo pasásemos bien. No hay ningún problema en eso: Podemos hacerlo”, explica en la cinta Kenny Gradney, de Delaney and Bonnie. “La idea de este festival era de genio. En lugar de ir todo el mundo a un sitio, la montaña iría Mahoma. Era una idea estupenda salvo que en aquella época se había extendido en Canadá la idea de que la música y los conciertos deberían ser gratis”, cuenta el periodista David Dalton.
El organizador sabía que habría protestas y estaba preparado a ello. O eso pensó. En Toronto se encontraron con miles de jóvenes sin dinero y con ganas de fiesta, o de bronca. Después de un rato de caos, Jerry García se subió al escenario y pidió tiempo para buscar una solución que evitase que alguien saliese dañado. La solución del cantante de Grateful Dead pasó por organizar un concierto gratuito en un parque de la ciudad.
Después del festival de Toronto los promotores eran conscientes de que aquel viaje sería un completo desastre económico. En Calgary, Walker pegó a un alcalde populista que le insultó por el mero hecho de cobrar la entrada a los asistentes. Ante situaciones como esa la mejor opción pasaba por no desesperar y disfrutar de aquella aventura. Al fin y al cabo solamente era otra de las geniales ideas de Ken Walker, promotor de otros históricos y ruinosos eventos como el Toronto Rock and Roll Revival del verano anterior. A veces, las mejores ideas corren la peor de las suertes financieras.
En aquella época, probar cosas nuevas era parte del concepto generacional. La sensación de aventura era total en aquel viaje y el tren, que tardó dos días en llegar a la siguiente parada, se convirtió en una fiesta en la que siempre había alguien tocando. “Entrabas en un coche y había gente tocando, te sentabas y te sumabas”, explica Buddy Guy en el documental. Aquel tren no fue el mejor sitio para dormir. “Siempre había alguien tocando, había drogas, bebida de sobra y la sensación extendida de que si te ibas a dormir te perderías algo”, confiesa Bob Weir. El ambiente del tren trascendió los momentos de viaje y los músicos, para cuando llegaron a Calgary, se mezclaban sobre el escenario con total naturalidad.
LA REINA JANIS
Aquel viaje sería la última gran aventura de Janis Joplin, reina absoluta del tren y de los escenarios. Su paso por Canadá fue arrollador, los últimos fogonazos de una brillante estrella cerca de apagarse.
Durante aquel viaje Janis parecía feliz, ajena a todos los problemas que la esperaban en casa. En aquel tren no tenía presiones, estaba rodeada de nuevos amigos y lo pasaba bien improvisando música, bebiendo y parando a dar recitales ante miles de personas. Joplin venía de disfrutar sus primeras vacaciones en años, de vivir un romance y de pasar un tiempo alejada de las drogas.
Sus actuaciones durante esa semana de 1970 mostraron todo el potencial de aquella chica blanca y menuda que se transformaba en un ser inmenso cuando arrancaba a cantar y toda aquella tristeza tomaba forma al salir de su boca en un grito que helaba la sangre. Viéndola sobre el escenario pocos podrían imaginar su tristeza o vislumbrar que estaba viviendo el último verano de su vida. En agosto dio su último concierto y después regresó al estudio para grabar las canciones que darían forma a «Pearl», su álbum póstumo. Janis Joplin murió el 4 de octubre, un mes después que Alan Wilson, tres semanas después que Jimi Hendrix. “Recordaré toda mi vida que tuve la oportunidad de compartir aquellos momentos con Jerry y con Janis porque momentos como aquellos solamente pasan una vez”, recordaba Buddy Guy en los créditos del documental de Bob Smeaton.
EL TREN DE GRAMMY
Unos años después del documental de Smeaton, otro director tomó la idea para un proyecto que se llamó Big Easy Express, un nuevo viaje musical en tren que recorrió EEUU desde Oakland hasta Nueva Orleans pasando por San Pedro, Marfa y Austin. Un viaje acompañando a Edward Sharpe and the Magnetic Zeros, Mumford and Sons y Old Crow Medicine Show a través del paisaje estadounidense en una gira bautizada como Railroad Revilval Tour. El viaje, captado por la cámara de Emmett Malloy, ganó el Grammy 2013 a mejor vídeo de larga duración. Por muy divertido que fuese esta aventura nunca podría compararse con la de 1970, con el divertido caos de aquel proyecto, con el último viaje en tren de Janis Joplin.
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