«Jarvis Cocker, ese tipo por el que nadie daba nada como líder de un grupo, mostró todo su carisma, sus contorsiones, sus gritos histéricos, su bendita locura de intelectual de barrio bebido y colocado»
Pulp había asumido que el éxito no era para ellos. Pero en 1995 les surgió la oportunidad de cerrar el festival de Glastonbury y todo cambió. El britpop despertaba.
Una sección de ALFONSO CARDENAL.
Inglaterra es tierra de tradiciones y de templos, de lugares sagrados que la gente venera de un modo extraño. Wembley es uno de ellos, también Marquee, Anfield o el Royal Albert Hall. Son lugares con un simbolismo especial que representa metas, lugares anhelados que se alcanzan con mucho sacrificio y esfuerzo. De todos los templos recientes del rock el más grande es el escenario principal del Festival de Glastonbury, las tablas con más audiencia de todo Reino Unido, el lugar al que toda banda aspira a llegar porque tocar allí significa lo mismo que jugar en Twickenham con el XV de la Rosa.
Una semana antes la edición de Glastonbury de 1995, saltó la noticia. John Squire, de The Stone Roses, se había caído montando en bicicleta y el grupo cancelaba su actuación en el festival prevista para la noche del sábado en el escenario principal. “Nuestro manager nos dijo que la cosa estaba entre Rod Stewart y nosotros”, recuerda Candida Doyle en “Pulp: the beat is the law”, un documental de Eve Wood sobre la banda de Sheffield. Rod Stewart rechazó la oferta y se confirmó la noticia: Pulp cerraría el festival desde el escenario principal. La banda liderada por Jarvis Cocker lo había conseguido. Había pasado un década a la oscuridad de los DJ, la electrónica y el dance, pero su paciencia y el auge del britpop le habían dado la oportunidad de su vida. El 24 de junio de 1995, el grupo cumplió su sueño. “Creo en aquello de que si se te para el reloj al menos estará bien dos veces al día y creo que Pulp hizo siempre lo mismo. Esperamos a que las cosas cambiasen y acabamos estando en sintonía con lo que ocurría”, confiesa Jarvis Cocker sobre el éxito de su banda.
El rock inglés había vuelto gracias a The Stone Roses y el éxito de aquello que se denominó britpop se plasmaría en unos cuantos instantes. Uno sería la actuación de Pulp en Glastonbury, el otro tendría lugar un mes después cuando los singles de Blur y Oasis coincidieron en las tiendas desatando la locura y el enfrentamiento entre bandas y seguidores que el semanario «NME» se encargó de incendiar. Las guitarras habían vuelto a sonar en Inglaterra tras una década de silencio. “El britpop fue muy importante para nosotros porque durante diez años solamente habíamos escuchado dance y el britpop nos arrastró sin cambiar nuestro estilo, cambiaron los gustos, los referentes y nos vimos envueltos en todo ello”, explica en el documental Nick Banks, percusionista de Pulp.
EL CAMINO A GLASTONBURY
A principios de los noventa, tras más de diez años en el mundo de la música, Pulp había regresado a Sheffield y las dudas habían aflorado. El público masivo les daba la espalda, las ventas eran bajas, los sellos les ignoraban y el futuro parecía incierto. De pronto todos los sueños se evaporaron y el futuro pasaba por cobrar el subsidio de desempleo y beber cervezas sin más pretensión que ver el tiempo pasar y recordar que un día estuvieron en un grupo de rock. Ese fue el momento de subir la apuesta. El grupo estaba rodado, los cimientos estaban bien plantados y Pulp se volcó en la grabación de su nuevo trabajo con la muda sensación de que aquella podía ser su última aventura en el estudio. En 1994 la banda editó “His ‘n’ hers”, un álbum bien acogido que volvió a posicionarles como una de las formaciones más interesantes de Inglaterra. Mientras el rock se volvía a poner de moda, Cocker y sus compañeros regresaron al estudio y en mayo de 1995 “Common people” llegaba al número dos de la lista de éxitos, seis semanas después subían al Pyramid Stage de Glastonbury ante 100.000 personas para presentar “Different class”. “Me sorprendió lo rápido que fue todo en aquella época”, recuerda Cocker. Tras años de música, el éxito llegó de repente, sin previo aviso, con mucho trabajo.
Cuando el grupo subió al escenario apenas se divisaba el final de la uniforme multitud que ondeaba banderas de todo tipo y que esperaba ansiosa el comienzo de la actuación. Era el mes de junio y la banda apenas había dado dos conciertos más ese año. Los nervios debían ser tremendos antes de comenzar a tocar, pero el sueño de Pulp se había cumplido y la banda ofreció uno de los recitales más aplaudidos de la historia del festival. Toda banda tiene un momento, un concierto, un lugar en el que hay que verlos. El de Pulp coincidió con su momento de mayor exposición. Jarvis Cocker, ese tipo por el que nadie daba nada como líder de un grupo, mostró todo su carisma, sus contorsiones, sus gritos histéricos, su bendita locura de intelectual de barrio bebido y colocado. Durante algo más de una hora la banda mezcló temas de sus dos últimos discos con canciones de sus primeros años y tras el ‘Do you remember the first time?’ que abrió el concierto pasaron a ‘Razzmatazz’, ‘Monday morning’, ‘Underwear’, ‘Sorted for e’s & wizz’, las primeras interpretaciones de ‘Disco 2000’ y ‘Mis-shapes’ y un final in crescendo con ‘Pink glove’, ‘Babies’ y el apoteosis de ‘Common people’. La locura se apoderó del grupo, del público y más tarde del país. El rock había vuelto a conquistar Inglaterra. Lo que habían apuntado The Stone Roses unos años antes lo confirmó Pulp esa noche sobre el gran escenario del gran festival inglés.
UN FINAL, OTRO PRINCIPIO
“No se me da demasiado bien planificar el futuro y no supe qué hacer después de aquello”, confiesa Cocker en el documental que trata de explicar la evolución musical que vivió Inglaterra entre finales de los ochenta y mediados de los noventa. “Haber estado en un grupo y haber perseguido el éxito durante tanto tiempo me descolocó, supongo que nunca creí que llegaría y cuando pasó no supe qué hacer a continuación. Parecía algo tan irreal como ir a la Luna o Marte, parecía tan intangible que cuando ocurrió no supe qué hacer luego”, admite el compositor al final del documental. Tras el éxito de aquella noche la banda siguió trabajando y gracias a ese impulso editaron dos álbumes más. “This is hardcore” (1998) llegó al número 1 en Inglaterra pero “We love life” (2001) fracasó comercialmente poniendo fin a la aventura de Pulp, una banda desgastada, cansada y malavenida con un líder con problemas de alcoholismo que dejaba Inglaterra para irse a vivir a París, enfrente de la sala donde Pulp actuó por primera vez fuera de Inglaterra, la primera ocasión en que Jarvis Cocker se sintió una estrella. Casi tres lustros después el grupo se volvería a juntar para una gira internacional que les trajo al Primavera Sound, pero esa es otra historia.
MÁS INFORMACIÓN: Documental: “Pulp: the beat is the law”
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