«Si bien los talibanes del género tal vez renieguen de la cita en este sentido, entre los asistentes la satisfacción era más que palpable»
En Riaza (Segovia), se celebró la primera edición del Huercasa Country Festival y has allí que se fue con sus botas camperas Javier Márquez Sánchez para meterse una dosis de música de raíz estadounidense.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Fotos: CHANO DEL RÍO.
El pasado fin de semana se celebró en el pueblo segoviano de Riaza la primera edición del Huercasa Country Festival, una cita musical organizada por la empresa hortofrutícola que le da nombre, con el objetivo de promocionar un estilo de vida saludable que entronque con su producción. Y hay que reconocer que no les ha salido nada mal. El cartel incluía ocho bandas, que más que country se movían en el amplio espectro de la «americana» (tres eran bastante «puristas», un par de ellas se quedaban entre el country y el rock sureño y el resto iban del blues al rock).
Si bien los talibanes del género tal vez renieguen de la cita en este sentido, entre los asistentes la satisfacción era más que palpable. Alrededor de ocho mil personas, según la organización, asistieron a los conciertos del viernes 11 y sábado 12. A los allí presentes nos pareció algo menos, digamos la mitad. Lo más interesante del público, no obstante, era observar la variedad de pelajes allí reunidos en virtud de lo diverso del cartel. Había auténticos fieles del «country & western way of life», moteros al más puro estilo «Sons of anarchy» y barbudos «hipsters» que podrían haber intercambiado camisas de cuadros con los primeros. Y familias. Había sobre todo muchas familias, con diversas actividades y atracciones disponibles para que los padres no tuviesen excusa a la hora de disfrutar de la música por tener menores a su cargo.
Con la sierra de Ayllón como fondo, un escenario de dieciocho metros acogió los tres conciertos nocturnos (Corizonas, Widow Makers y Susan Santos el viernes; Jayhawks, Wild Horses y West Bluegrass Band el sábado), junto a otro menor en la misma plaza de Riaza para las actuaciones gratuitas de Folsom Prison Band y Western Pacific (la cita más country, concebida en buena medida para bailar «line dance»). El sonido, para sorpresa de muchos, fue impecable. No es que se esperase un desastre, pero tampoco se confiaba en que pasase de correcto. Sin duda los 75.000 vatios repartidos entre ambos escenarios estuvieron en manos que supieron sacarles partido.
El veterano periodista musical Manolo Fernández («Toma Uno», de Radio 3) hizo las veces de maestro de ceremonias (además de asesorar a la organización con las bandas), presentando a cada uno de los grupos con su característico estilo y pinchando en los tiempos muertos; sombrero Stetson siempre calado y sempiterno mostacho.
A pesar de la expectación creada por la presencia de los Jayhwaks [en la primera foto], la primera jornada fue más intensa e interesante. Tanto los de Minneapolis como sus compañeros de cartel resultaron más fríos a la hora de conectar con el público. Y no es que sus interpretaciones no resultasen aceptables, más bien es que el trío de nombres del viernes se entregó más. Los Widow Makers demostraron que son una banda que sabe cómo ofrecer espectáculo además de buena música de raíces, con un líder que lo da todo de la primera a la última canción, incluído sentido del humor, y unos músicos que saben arroparlo. Los Corizonas, por su parte, tenían a parte del público metido en el bolsillo antes de empezar, así como el recelos de los más puristas, pero consiguieron convencer a ambos con el progreso de sus canciones. Ellos pusieron el broche de oro a una primera jornada que arrancó con la mejor actuación de todo el festival, la de Susan Santos [en la segunda imagen], una chica que resulta un prodigio de las seis cuerdas y que, con una sencilla formación de trío, logró entusiasmar al respetable y hacerlo vibrar como si se tratase del apoteósico cierre del certamen.
Los conciertos se celebraban en el campo de fútbol municipal, y a ambos lados se instalaron barbacoas de las que salieron varios miles de raciones de un «menú campero» que incluía una mazorca de maíz, tacos de remolacha, patatas asadas y hamburguesa de ternera o pollo, todos los productos procedentes de los establecimientos de Riaza. Para ser la primera edición la organización del Huercasa Country Festival no estuvo nada mal, sin problemas destacados en los accesos, gestión de entradas o acceso de prensa para fotografías o entrevistas. A la vista de los resultados, solo queda desearle larga vida a esta cita, quizá con el replanteamiento del nombre a un Huercasa Americana Festival o Country & Rock Festival; no suena igual de bien, pero se acerca más a la realidad de la propuesta.