No es la gira del año, ese título es para la de Sabina y Serrat, pero por sus dimensiones, bien orquestada campaña publicitaria y por lo que tenía de imposible hasta hace bien poco, el tour de Héroes del Silencio sí es uno de los acontecimientos musicales más destacados de este año.
Texto: JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.
Vamos a dejar a un lado los beneficios económicos que la actual gira de regreso está reportando a los Héroes del Silencio para centrarnos en el contenido exclusivamente musical. Seamos sinceros, todo artista aspira a vivir de su arte y el conjunto maño continua haciéndolo. Algo bastante lógico si tenemos en cuenta que grabaron piezas angulares del rock español a las que nadie se ha conseguido aproximar todavía. Que habrá en juego fuertes sumas de dinero está claro, pero después de haber sido testigos de su reencuentro con el público español podemos gritar alabanzas al dios euro: El grupo se mostró pletórico, dando lo que ningún grupo de rock español da hoy en día: rock de estadio. Pero con nervio, echando toda la carne en el asador. Al final, parece que había más cosas detrás de la reunión que el vil metal.
La fecha parecía perfecta, el miércoles 10 de octubre, primer concierto de los maños en tierras españolas desde que iniciaron su tour de regreso en el continente americano. El lugar, también perfecto: su Zaragoza natal. Poco importaba que el día se tornara nublado y lluvioso pocas horas antes del show. Ese concierto debía acontecer aunque el temporal no fuera el más adecuado.
Un “sold out” total, una Romareda llena y un público expectante ante el acontecimiento del año en la ciudad. Con solo 20 minutos de retraso, el espectáculo comenzó. A partir de entonces y hasta casi dos horas y media más tarde, los presentes contemplamos en vivo y en directo un pedazo de historia musical patria. Delante de nuestros ojos.
Durante toda la gira el “set list” está siendo prácticamente el mismo, iniciando el concierto con “El estanque” y finalizando con “En los brazos de la fiebre”. Por el camino se quedó “Agosto”, que sí sonó en las primeras fechas, y a cambio tocaron “Flor venenosa”, tema más representativo. Fue bastante emotivo que lo primero que los espectadores escuchamos fueran las guitarras de Bunbury y Valdivia sonando al unísono mientras sus figuras se proyectaban en las enormes pantallas que, una vez elevadas a metros por encima de sus cabezas, permitieron ver a toda la banda sobre el gigantesco escenario.
Acto seguido, fue “Deshacer el mundo” la que comenzó a mover a la multitud, demasiado fría en el primer tercio del show. También fue el citado tema el que nos permitió observar a un Juan Valdivia pletórico a las seis cuerdas, que clavaría a la perfección el emblemático solo de la no menos emblática canción y que, durante todo el show, aplicaría preciosas e inspiradas modificaciones a sus clásicos solos y fraseos de guitarra. Esto fue especialmente palpable durante “Oración” (con un solo aún más emocionante que en su versión clásica), “La chispa adecuada” y “Avalancha” (en la que el riff inicial fue sostenido a dúo junto con su hermano y guitarra rítmica Gonzalo, dando una nueva dimensión a la canción).
La sección rítmica de Joaquín Cardiel y Pedro Andréu funcionó como si jamás hubieran dejado de tocar juntos, destacando el bajista en “Héroe de leyenda” y el batería en “No más lagrimas”, aunque el esfuerzo conjunto que desarrollaron en “Iberia sumergida” también resultó digno de mención. Por su parte, Gonzalo Valdivia se dedicó durante todo el concierto a cubrir las espaldas de su hermano, haciendo gala de sus buenas artes como guitarrista y disfrutando de su momento de gloria con el segundo solo de “Apuesta por el rock and roll”, en el que se desató con agresividad y clase.
Por su parte, Enrique Bunbury ejerció de perfecto maestro de ceremonias. Fue un placer verle manejar multitudes a su antojo, provocando eufóricas respuestas a sus llamadas y, atentos, desarrollando un nuevo estilo escénico con dejes muy Elvis, especialmente en su forma de moverse por el escenario y escenificar en ciertos momentos del concierto. En un gran estado de forma, cantó con más sentimiento y garra que nunca, exhibiendo una notable técnica a la hora de modular que llevó a las viejas canciones del grupo a un nuevo nivel, caso de “Nuestros nombres” y “Bendecida”.
El repertorio fue escogido con acierto, repasando todas sus obras de estudio, sin dar más importancia a una sobre otra. Esto provocó que un clásico como “Flor de loto” quedará fuera del repertorio, pero a cambio el público fue sorprendido con la inclusión de temas menos saturados como “Malas intenciones”. Al fin y al cabo, se trataba de dar una visión completa de la obra de los maños, no necesariamente de hacer un “best of” en directo. Algo que será muy de agradecer cuando editen el correspondiente “live album”.
Cuando el concierto hubo finalizado, entre las caras de satisfacción del grupo y el público y tras los fuegos artificiales de clausura, la sensación que prevalecía en el ambiente era la de haber presenciado algo fuera de lo común, un torrente emocional vivo, más allá de cualquier nostalgia, un espectáculo de rock como pocos en el mundo pueden llevar a cabo. Mientras sonaba de fondo “Like a rolling stone” de Dylan, me preguntaba cuál será el próximo movimiento del grupo. ¿Disolución definitiva? Muy posiblemente. Al menos tendremos un grandioso recuerdo. Histórico.