OPERACIÓN RESCATE
“En el discurso de Fernando estaban presentes las drogas, el incesto y la Biblia, porque la imaginería religiosa nunca faltó en el mundo de Surfin’ Bichos”
Fernando Ballesteros retrocede hasta 1992 para detenerse en el tercer disco de Surfin Bichos. El entonces trío albaceteño formado por Fernando Alfaro, Joaquín Pascual y Carlos Cuevas llegó a sonar en las radios comerciales con este álbum, pero se disolvieron dos años después.
Surfin’ Bichos
«Hermanos carnales»
VIRUS-RCA, 1992
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Hay momentos clave en la trayectoria de un grupo, de esos que marcan el futuro, trances de los que, si salen bien parados, su historia cambiará para siempre. En la de Surfin’ Bichos ocurrió en 1992, uno de sus puntos de inflexión.
Hasta ese momento, bien gracias. El grupo se había formado en 1988 y había vivido un ascenso gradual de popularidad. Al notable debut de “La luz en tus entrañas” le sucedió “Fotógrafo del cielo”, un buen disco con el que se habían dado a conocer desde Albacete a esa parte del púbico español más abierta a sonidos que requieren algo de búsqueda. La receta era la habitual: conciertos y más conciertos, y no siempre en las mejores condiciones.
Con tanto trabajo, el grupo convenció a Virus (un subsello de RCA) para que siguiera apostando por ellos, incluso que redoblaran su apuesta. Pero el triunfo, el intento incluso, cuesta, y Surfin´Bichos lo comprobaron en sus propias carnes. En el horizonte se vislumbraba un salto y alguno en el equipo no estaba preparado para la empresa, al menos es lo que creyeron cuando tomaron la decisión de prescindir de José María Ponce, que se ocupaba hasta entonces del bajo.
En los meses siguientes, el cuarteto reducido a trío con Fernando Alfaro, Joaquín Pascual y Carlos Cuevas no tiró del manual de “diferencias artísticas” para explicar el cambio; directamente hablaron de problemas técnicos. Con todo el dolor de su corazón, en el cuartel general Bicho se había tomado la decisión de que Ponce no iba a estar a la altura del salto. El trío se lanzaba de cabeza a por el que tenía que ser su gran momento, su cima artística y su salto de popularidad.
Con más presupuesto, el grupo se marchó a Inglaterra instalado en la euforia. Sabían que tenían algo grande entre manos y la compañía estaba por la labor. Todo cuadraba en un proyecto artísticamente muy ambicioso, aunque por el camino, como suele ocurrir, se perdió alguna que otra cosa.
La idea original, de hecho, era un doble álbum. La mente de Alfaro había alumbrado la idea a raíz de la película “Inseparables” de David Cronenberg. Sería un disco por cada uno de los hermanos gemelos del filme. El primero más directo, luminoso y el segundo más oscuro. Cuando los Surfin’ Bichos llegaron al despacho de la compañía, la idea fue desechada, a Fernando le hicieron desistir y el disco terminó siendo una obra sencilla de quince canciones. Sencilla, pero monumental.
El estilo de los textos de Alfaro, uno de los signos distintivos de Surfin’ Bichos, alcanza su cima en algunos momentos del disco, que presentaba una producción a cargo de Steve Gwynn a la que, casi un cuarto de siglo después, no se me ocurre ponerle ningún pero. En el discurso de Fernando estaban presentes, entre otros ingredientes, las drogas, el incesto y la Biblia, porque la imaginería religiosa nunca faltó en el mundo de Surfin’Bichos. Las relaciones incestuosas ya se encontraban de lleno en ‘Mi hermano carnal’, brillante puesta en escena que comienza con una rutilante línea de bajo de esas que firmaba Kim Deal en Boston, tan lejos de Albacete.
Fuerza y melodía, pop que implica sencillez e introspección: la dualidad preside “Hermanos carnales”. Si a un lado con más luz estaba ‘Efervescente’ o ese número con aires de bossanova que era ‘Abrazo de un terremoto’ en el otro encontrábamos buscando entre las sombras, ‘Humo azul’ o la brutal ‘Mis huesos son para ti’.
Las metáforas bíblicas a las que hacíamos referencia aparecían de forma explícita en ‘San José Experience’ y en ‘Hey, Lázaro’, con la coartada estética que confesaba un Fernando Lázaro que, en las entrevistas de la época, hablaba de una Biblia paralela, en un planeta paralelo, gemelo a la tierra.
De esos vericuetos de la cabeza de Alfaro y los suyos, del laboratorio de un grupo en constante ebullición, surgía ‘Viaje de redención’, una indiscutible obra maestra. Un viaje sencillamente sublime con esas guitarras que suben y suben arrastrándose, que nos llevan hacia donde quieren. A un lugar mejor en todo caso.
No había duda: el conjunto de canciones de este álbum era el más sólido que habían empaquetado. Guitarras fuertes, sí; textos descarnados, también, pero un gusto por lo melódico que les llevaba a bordar números más accesibles a públicos más amplios
Por muchos de los motivos de los que hemos hablado, el disco está entre lo mejor que se publicó en su década en España, mirando con orgullo a muchas obras contemporáneas que venían de fuera en aquellos movidos comienzos de década. Y entonces, el grupo anticipaba buena parte de lo que estaba por venir: en el 92, la generación indie ya estaba publicando y girando, apenas daba sus primeros pasos, pero ellos ya llevaban por aquí unos cuantos años y estaban dispuestos a defender su obra en directo.
Cuando llegó la gira, ya eran definitivas las incorporaciones de José Manuel Mora e Isabel León. La máquina estaba engrasada, incluso la de los billetes: “Hermanos Carnales” tuvo hasta un breve recorrido por las radiofórmulas. Durante unas cuantas semanas no fue extraño escuchar ‘Fuerte’ en la emisora que radiaba lo más de lo más y lo último de lo último. Y lo cierto es que una vez habían llegado allí, cuesta creer que aquel single no tuviera más eco, porque lo tenía todo: guitarras radiantes muy del gusto del fan que estaba encumbrando a otras bandas que venían de Seattle y un estribillo irresistible.
Su nombre llegó a figurar en el programa de las fechas españolas de Nirvana, en un triple cartel con Teenage Fanclub que hubiera sido brutal, pero del que se cayeron. No insistan: servidor había tomado alguna copa, pero puedo asegurar que ellos no tocaron y la fiesta se quedó en doblete. A Fernando Alfaro le seguían diciendo años después que le vieron tocar con el grupo en aquellos conciertos. Insisto, no iba tan mal: no tocaron.
Como aquel sueño truncado de verles junto a dos de las bandas internacionales del momento en un palacio lleno, las expectativas altas también se esfumaron. Vendieron más que nunca, pero no fue lo esperado por ellos, ni por supuesto, por la compañía. Así llegó el desencanto. RCA pasó del grupo, no les dejó en la calle, pero se desentendió de su cuarto largo, “El amigo de las tormentas”. Alfaro y compañía eran tan conscientes de la jugada que cuando el disco salió a la venta, a finales del 94, ya se habían disuelto. No hubo gira. Su historia se había terminado.
La saga ha seguido dando satisfacciones: Chucho, Mercromina, Travolta, Los Alienistas… había tanto talento en Surfin’ Bichos que no era de extrañar el alto nivel de muchas de las grabaciones de estos nombres. Pero hay finales, como heridas, que no se pueden cerrar en falso. Por ello, y porque la leyenda llevaba doce años cotizando al alza, Surfin’ Bichos ofrecieron una última gira de despedida el año pasado. Fue algo así como saldar una cuenta pendiente, el adiós que se les había quedado en el tintero en 1994 y que pudieron disfrutar sus fans, los que se quedaron en su día con las ganas y los que se fueron incorporando con el paso del tiempo.
No habrá más oportunidades, aquella gira de 2006 y la reedición de su catálogo, con la sorpresa añadida de su actuación en el Contempopranea el pasado año, marcó el punto final de un grupo único. Aun así, si hay resurrección, que cuenten conmigo.
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Anterior entrega de Operación rescate: “GT”, de Los Deltonos.