“Comparar tu último disco con los anteriores es el principio del fin de tu carrera”
El dúo sueco-francés Herman Dune inicia gira española para presentar sus canciones pegadizas que deberían oírse en la radio con normalidad si la radio fuera normal. Carlos Pérez de Ziriza se ha puesto en contacto ellos.
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Su música rezuma una espontánea naturalidad. Sus pegadizas canciones fluyen con la misma elocuencia con la que puedan hacerlo los momentos más brillantes de The Wave Pictures, Jonathan Richman, Darren Hayman, Adam Green o The Mountain Goats. Y sus discos supuran una potencialidad comercial que debería ser lugar común en un mundo en el que las emisoras de FM no padecieran esclerosis. Que es múltiple, en el caso actual. Son el dúo sueco-francés Herman Dune.
Esta noche actúan en Granada (Planta Baja), mañana en Valencia (La 3), el viernes en el Auditori de Girona y el sábado en Cartagena, dentro de su festival de jazz. David-Ivar Herman Dune, tras un entusiasta saludo (se arranca con un “Hola, Carlos”, para aclarar a continuación, no sin retranca, que “simplemente estaba tratando de aparentar que sé castellano”), charla con nosotros desde Puerto de Santa María, minutos antes de su actuación en el Monkey Week gaditano. Él forma, junto a Néman Herman, la base de una banda reconvertida a dúo tras la salida de André Herman Dune (ahora Stanley Brinks) hace cuatro años. El disco que vienen a presentar se llama «Strange moosic» (Music As Usual/City Slang), un título que, a tenor de su contenido, podría decirse que no casa a las claras con el luminoso folk rock que es ya su marca de la casa, y que tan diáfanos y contagiosos resultados ha deparado: “En realidad responde al tono general del álbum, que creo que es misterioso. O al menos, invita al misterio, a adentrarse en él. Siempre es una buena invitación el hacer que el público quiera aprender más sobre algo, como ocurre con los títulos de las películas de Hitchcock, que siempre me han encantado.” Independientemente de su mayor o menor misterio, lo cierto es que pocas colecciones de canciones han parido tan asequibles como las que componen su décimo álbum, aunque David no sea precisamente partidario de escoger entre sus diferentes retoños: “Sí, puede que sea más fácil entrar en él de primeras, pero no creo, en todo caso, que sea una buena estrategia comparar tu último disco con los anteriores. Ese es el principio del fin de tu carrera.”
Prolíficos por naturaleza (Néman afirmó en una ocasión que son capaces de escribir tres canciones en menos de dos horas), uno no puede evitar la curiosidad de saber qué les ocurre a todos sus descartes, y si alguna vez verán la luz. De momento, parece ser que la gran mayoría se escapan por el sumidero: “Nos gusta tener la oportunidad de escoger entre muchas canciones a la hora de hacer un álbum. Desechamos un montón de temas en cada una de nuestras entregas. Pero la razón para que no las incluyamos nunca en un disco aparte es porque, cuando estaríamos ya en condiciones de hacerlo, ya tenemos una nueva tanda de temas grabados. Así que muchas se van al garete.”
El tema que abre el álbum, ‘Tell me something I don’t know’, no solo es una de las más irresistibles canciones pop de esta temporada. También alberga proclamas tan inquietantes como la de “cada nueva banda que escucho suena como si ya la hubiera escuchado antes”. ¿Es realmente así? ¿Es el revival lo único que prima hoy en día? “Bueno, esa frase responde al contexto de una conversación entre dos personajes. En todo caso, en la confusión imperante de material nuevo, muchas veces los nuevos estilos o las nuevas generaciones de bandas no son necesariamente tan grandes como cierta prensa los considera. Están bien, pero cansa esa propensión a siempre entronizar cada nueva sensación como algo grande.”
Certificando su condición de aves de vuelo más que libre, Herman Dune han decidido autoeditarse su última entrega. Y ahondar en esa constante creativa según la cual rara vez repiten estudio o ciudad de grabación: “Con la autoedición, queríamos probar qué es lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Y el cambiar de lugar de grabación no es algo que hagamos por buscar un sonido determinado, sino porque nos gusta empaparnos del sitio en el que nos ponemos a trabajar, y porque siempre preferimos buscar una nueva atmósfera, sin distracciones ni posibilidades de volver a casa a dormir. Un monasterio del rock and roll.”
Huelga decir que están encantados de volver a nuestro país, en el que han actuado con frecuencia, y donde siempre son cálidamente bienvenidos: “Aquí en España parece haber auténtica pasión por el rock and roll. En otros sitios la recepción del público es distinta, a veces más orientada al baile que a otra cosa, pero aquí se le presta auténtica atención a lo que ocurre sobre el escenario”. Pues que así sea.