CINE
“Avanza vertiginosamente entre golpes y carne despedazada para vivir de la complicidad de los adeptos a la faceta más extrema del género”
“Hardcore Henry”
Ilya Naishuller, 2015
Texto: JORDI REVERT.
Dentro de las derivas del cine contemporáneo, el cine de acción sigue siendo probablemente el género que pasa más desapercibido –si desde una perspectiva crítica hablamos− en las ramificaciones múltiples de su evolución. En 2006, “Crank: Veneno en la sangre” (“Crank”, Mark Neveldine y Brian Taylor, 2006) abrazó con todas las consecuencias la expresión más caótica de la confluencia audiovisual de formatos, en la que videojuego y cine dejaban de hablar entre sí como excluyentes para lograr una conciliación poderosa. No es que Neveldine y Taylor encontraran una nueva estética, sino que reconocían abiertamente que ya no había vuelta atrás. Que su identidad como creadores no respondía a fronteras cerradas, sino que se correspondía a los líquidos terrenos de la intermedialidad.
“Hardcore Henry”, producción rusa bajo la bendición de Timur Bekmambetov, se postula como discípula de aquella. Y a priori, bien podría ser una sucesora ejemplar si no fuera porque su propuesta diverge en un punto clave: allí donde Chev Chelios (Jason Statham) era un héroe perfectamente reconocible para el espectador, aquí el director Ilya Naishuller apuesta por una asimilación prácticamente total del “shooter” que hace desaparecer prácticamente a su protagonista –hasta el punto de privarle de voz propia–. El resultado es, también, muy distinto. Incluso asumiendo la escasa implicación emocional que podría proporcionar un cyborg híper destructivo, la traslación del punto de vista al espectador descarta toda identificación y pone el foco en la pirotecnia. Como si de la reproducción de una partida perfecta se tratase, ese espectador solo puede relamerse en una acción histérica que ciertamente puede resultar divertida, pero que definitivamente se plantea como ajena. La primera persona, a diferencia de las utilizaciones eventuales en títulos como “Gamer” (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2009) o “El rey de la montaña” (Gonzalo López-Gallego, 2007), aquí no permite una inserción plácida de la lógica del videojuego, sino que consigue que esa lógica fagocite el medio sin contar que la relación con el que mira no puede ser la misma.
Ajena a esos problemas de planteamiento, “Hardcore Henry” avanza vertiginosamente entre golpes y carne despedazada para vivir de la complicidad de los adeptos a la faceta más extrema del género. No por casualidad, sus títulos de créditos son toda una declaración de intenciones que reinventa las intro de la saga Bond con pieles atravesadas, disparos descerrajados y granadas volando cuerpos en colorida cámara lenta. Y en realidad, esa presentación es una buena síntesis de lo que podemos esperar de ella: diversión sin frenos durante hora y media, pero también sin identidad. Un salto al vacío en el que la omnipresencia de Sharlto Copley solo contribuye al histerismo y la fugacidad de Tim Roth a la complicidad fan.
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Anterior crítica de cine: “Snowden”, de Oliver Stone.