Habitación 828, de Said Muti

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DISCOS

«Canciones para oyentes con amplitud de criterios, devotos del pop clásico y que estén un poco cansados de muchos discos actuales que pecan de resultar monotonales»

 

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Said Muti
Habitación 828
AUTOEDITADO, 2018

 

Texto: César Prieto.

 

No se puede negar que el segundo disco de estudio de Said Muti —después de directos y de un esfuerzo considerable y exitoso por consolidar con él una carrera— despliega una sana y oxigenante variedad. Desde los perfiles más fuertes hasta la emoción más evocadora, recorre en él sin despeinarse y siempre con elegancia todo el espectro sonoro que da de sí el pop y el rock; en el enfoque más clásico, eso sí, siempre. Si comenzamos por la parte enérgica, justo a la mitad del disco, “Dispárame” es una descarga —nunca mejor dicho— de rock de dureza contrastada, en la estela de Barón Rojo.

A partir de aquí, se despliega un derroche de melancolía. La disposición nostálgica de “La letra con sangre entra” se acrecienta con la melancolía y el espíritu desolado de “Balada de Kid Fracaso”, que al oyente curtido en canciones antiguas le sorprenderá. Es como un antinatural cruce entre el “Stand by me” de Ben E. King y Los Secretos. Y la magia estriba en que le sale perfecta. Y en la que cierra la colección de diez, “Magia negra”, se presenta la heterodoxia de un disco que de por sí se mueve en continuos cambios de eje. Honda, oscura y demorada, parece comenzar sacada de antiguos rituales para concluir plácida y serena.

Este final en que se trabajan las emociones, tiene de correlato un inicio alegre y festivo. “Las verdades que conté” es una canción hecha con escuadra y cartabón. Sencilla, con una buena base que la sostiene, detalles y precisión. También “El forastero” posee una inmensa garra sonora en la que se experimenta con sintetizadores; aunque ya esta primera parte cuenta con algunas gotas de desolación como en el solo de guitarra de “No le disparen al camarero” —todos los solos son medidos, magníficos— o la emoción que le sale al cantar “Círculos viciosos”.

Pero también contamos con una heterodoxia en esta primera mitad, una canción que se aparta de los parámetros al uso en el pop y el rock y que en este caso rememora a los setenta y a esos cantantes que hacían suyo el soul americano y lo esponjaban con arreglos orquestales. Estamos hablando de “La memoria de tu piel”, de la voz de Said siempre versátil —y aquí honda, de terciopelo ronco— y de recuerdos a Pedro Ruy-Blas, por ejemplo.

Hay letras que se entrecruzan, con personajes que alían sus vidas sin saberlo en un hotel indefinido, cada uno con su historia, cada uno con su ritmo. En definitiva, unas canciones para aquellos oyentes con amplitud de criterios, devotos del pop clásico y que estén un poco cansados de muchos discos actuales que —si bien pueden ser modélicos— pecan de resultar monotonales.

Anterior crítica de discos: Sed de viaje, de Daniel Cros.

 

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