Texto: JUAN PUCHADES.
A las 12:26 del jueves 25 de junio, una llamada solicitaba una ambulancia a los servicios de emergencia de Los Ángeles: Michael Jackson había sufrido una parada cardiorrespiratoria en su domicilio del barrio de Bel Air. El equipo médico trató de reanimarlo pero Jackson, de 50 años, ingresó en el hospital universitario Ronald Reagan UCLA Medical Center en estado de coma profundo y a los pocos minutos falleció. Concretamente, la muerte se produjo, oficialmente, a las 14:30 (las 23:30 en España).
En las últimas semanas se habían intensificado los rumores relativos a un supuesto cáncer de piel que estaría padeciendo. Tenía previsto regresar a los escenarios el próximo 13 de julio para ofrecer una larga serie de conciertos en Londres, de los que se habían agotado las entradas pero a los que también les rodeó la polémica pues sin ofrecer explicaciones demasiado convincentes se suspendieron los previstos para las primeras fechas.
Conocido como el Rey del Pop desde que en 1982 arrasara a escala mundial con el álbum Thriller, Michael Joseph Jackson había nacido en Gary (Indiana), el 29 de agosto de 1958. Era el séptimo hijo de una familia de nueve hermanos. Su padre, el estricto y bastante tiránico Joseph Jackson, alentó a cuatro de sus hijos –Tito, Jackie, Jermaine y Marlon– a que formaran un grupo musical que se amplió a quinteto con la incorporación del pequeño y talentoso Michael, que se ocupó de la voz solista. Al fichar en 1968 por el sello Motown de Berry Gordy, The Jackson Five –que así se llamó el combo– logró, con producciones de Bobby Taylor y desde el primer single («I want you back»), diversos números uno en los Estados Unidos. En 1972, Michael Jackson comenzó, en paralelo a su actividad junto a los Jackson Five, su carrera solista.
Los Jackson Five eran unos jóvenes inquietos que pretendían escribir sus propios temas y producir sus discos, algo que, de ningún modo, entraba en los planes de Gordy, acostumbrado a que su discográfica funcionase como una factoría de producir hits en la que todo estaba medido al milímetro y pocos artistas (Stevie Wonder entre ellos) del sello alcanzaban semejantes cotas de libertad en la casa por excelencia de la música negra, del soul. Si a esto le sumamos las condiciones draconianas de los contratos que firmaba y la proverbial cicatería económica de la que hacia gala, la salida de los Jackson Five –vigilados de cerca por su padre, cómo no, al tanto de la caja registradora– era un hecho. Así que el grupo pone rumbo en 1976 hacia Epic, filial de la poderosa CBS. Alcanzada la libertad artística llegaron discos como Destiny, de 1978, que los sitúa, entre el soul, el funk y la música disco, en los primeros puestos de las listas mundiales.
A los 21 años, en 1979, Michael Jackson retoma su carrera solista con el aplaudido Off the wall, disco producido por el veterano Quincy Jones con el que la crítica se pone de su lado y ve investigación y nuevas vías sonoras para la música negra. Además, el público entiende la propuesta y el disco alcanza ventas fabulosas. Sin embargo, un año después participa en un nuevo álbum de los Jackson Five, Triumph.
Pero en 1982 todo se dispara: el fabuloso Thriller, con su combinación de funk, soul, pop y rock y los trece minutos del vídeo de la canción que lo titula (dirigido por John Landis fue todo un fenómeno televisivo de la época) despacha más de 40 millones de copias –a fecha de hoy supera de largo los cien millones de copias– y el mito Michael Jackson alcanza proporciones inimaginables. Jackson es el Rey del Pop, la estrella del momento.
Hasta 1987 no publica un nuevo disco, Bad, pero para entonces, sus extravagancias de todo tipo o gestos tan cuestionados como comprar los derechos de las canciones de los Beatles, lo convierten en una figura controvertida que se encierra cada vez más en su propio mundo, en su rancho de Neverland. En 1994 se casó con Lisa Marie Presley, hija de Elvis Presley, de la que se divorciaría dos años después. Más tarde se casaría con la enfermera Deborah Rowe, con la que tuvo dos hijos.
Su último disco de temas inéditos fue Invincible, de 2001, pero para entonces las excentricidades de Michael Jackson ya habían enterrado cualquier posibilidad de que la música hiciera olvidar las alucinantes operaciones estéticas, el color de su piel (él insistía en que padecía vitíligo y no que hubiera seguido un tratamiento para aclarársela), las mascarillas cubriendo su rostro, las compras compulsivas y alocadas, su comportamiento infantil, la extraña fijación por los niños, su ridículo vestuario de militar de opereta… Todo un lamentable espectáculo que culminó en un juicio acusado de pedofilia del que salió absuelto, pero ya era demasiado tarde, todo daba igual, Michael Jackson, el niño que no quería crecer, era un juguete roto. Roto y arruinado: En dos décadas dilapidó varias fortunas de dimensiones inimaginables para el común de los mortales.
Planeaba retirarse de los escenarios con los conciertos londinenses del próximo mes, pero no le ha dado tiempo.