«Mi gran obsesión es que la gente pueda despertar, que despertemos todos a lo que está ocurriendo, por eso me interesa tanto el arte y la cultura, porque la cultura despierta a las personas, te despierta porque te hace vibrar por dentro»
En EFE EME siempre recibimos con alegría cada nuevo disco de José María Guzmán, así que con «Sentado en la cumbre del mundo» (otra maravilla de las suyas) estamos de enhorabuena. Juan Puchades entrevista a esta leyenda del rock español.
Texto: JUAN PUCHADES.
José María Guzmán tiene nuevo disco, «Sentado en la cumbre del mundo», una obra con su sello habitual de pop rock refinado pero apto para todo tipo de paladares. Aunque, signo de los tiempos, se trata de una edición independiente publicada, como sus últimos trabajos, en su propio sello, Cadillac Music. Y es que poco importa que seas una leyenda del rock español, que atesores una obra incuestionable en solitario (aquel inicial «El país de la luz», que está considerado uno de los álbumes esenciales de nuestro rock) o que hayas pasado por formaciones históricas como Solera, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán y Cadillac. Hoy nada importa, los tiempos están complicados para todos y hay que salir adelante desde la independencia. Tan complicados son estos días que en algunas nuevas canciones de Guzmán se ha colado la crisis económica y de valores. Asuntos que, en gran medida, sobrevuelan esta entrevista con, lo confieso, uno de los músicos que más admiro.
¿Cómo llevas lo de ser editor de tus propios discos?
Lo llevo bien. Lo más fácil y lo más bonito de hacer un disco, es la composición y terminarlo con los músicos en el estudio, hacer la producción. Lo más aparatoso y engorroso es la promoción, darlo a conocer a los medios, tener que hacer una promoción que está fuera de tu alcance, pero es lo que tienes que hacer para que la gente lo escuche, pero, vamos, la parte artística es la más bonita, lógicamente, lo otro es promoción, ir a radios, ir a hacer fotos, enviar cosas de prensa, eso es «el papeleo», y el papeleo a nadie le gusta [risas].
Pero en lo económico, te la juegas, porque tú lo pones todo, ¿no?
Sí, yo lo pongo todo, claro, es una autoproducción, como hace mucha gente en este país, y en muchos otros países. Lo paga uno porque ya no hay compañías de discos que apuesten por ti, ni por ti ni por nada nuevo, tampoco por nada viejo. No apuestan por nada, van a lo seguro. Incluso están entrando como managers de sus artistas, ya que no se venden discos, quieren tener un tanto por ciento elevado de sus artistas en cuestión de management. Y yo me lo hago todo, me lo guiso y me lo como, pero no por nada, sino porque no queda otra opción. Tengo ayudas, a lo mejor de la AIE, alguna ayuda para cosas de promoción, hay amigos que me hacen los vídeos de una forma gratuita, y tampoco quiero, porque las cosas se pagan, los músicos que tocan en el disco han cobrado. Alguno ha venido en plan gratis, que no me ha querido cobrar, y hasta se ha tenido que pelear conmigo. Pero eso no es lo más normal, los músicos tienen que comer, tienen familias, tienen hijos, y no porque tú tengas el deseo y las ganas de hacer un disco, van a venir gratis a trabajar y cumplir con tu deseo. De todos modos, no es que me la juegue, porque ante todo está mi vida, mi familia, y pagar las cosas que tengo que pagar, no estoy tan loco como para quedarme sin dinero por la producción de un disco, voy poco a poco y pagando como puedo.
De la producción artística te has encargado tú junto con tu hijo Óscar, ¿cómo resulta el trabajar con tu hijo?
Muy bien. A ver, hombre, tenemos choques generacionales, lógicamente, porque el padre y el hijo se quieren, pero también chocan. Pero nos llevamos bien en el sentido de que estamos en lo mismo, y él tiene una visión que yo no tengo, él tiene la visión de alguien de veinticinco años, de un chaval joven, con muchas ganas. Es muy efectivo y muy limpio a la hora de trabajar y no me deja pasar ni una, es un poco hasta pesado, pero eso me viene bien porque yo soy más hippy y digo «pues está bien así»; y él responde «no, no, de eso nada, hay que repasarlo otra vez. Cántalo de nuevo». Y tengo que cantar ocho o diez veces la misma canción.
¡Qué bueno! Sin compasión.
Sí, me hace trabajar mucho, a mí… que soy una persona adulta, padre de familia [risas]. Le tengo que hacer caso porque, en el fondo, la producción la hacemos a medias, aunque yo tengo la visión artística y él tiene la visión técnica, y un oído perfecto: no deja pasar un desafine o una forma de entonar, lo tiene muy claro.
Entiendo que tú diseñas musicalmente el disco, cómo tienen que soñar las canciones, los arreglos, ¿es así?
Sí, los arreglos, y cómo tiene que sonar, más o menos, porque el que hace el sonido final de las guitarras, las baterías, el piano o las voces es mi hijo, siempre con una supervisión mía, lógicamente, porque yo estoy ahí, en las mezclas. No es que me vaya a casa y él mezcla solo, que alguna vez lo ha hecho, y ha quedado perfecto. De hecho es casi mejor que yo no esté, porque lo cohíbo un poco, ya que soy el padre, y él prefiere trabajar solo y que yo lo oiga a trabajo hecho, es mucho mejor.
Tus discos, generalmente, siempre han tenido un tono, optimista…
Bueno, hay de todo, porque «El país de la luz» tiene algunas canciones no muy optimistas, y con Cadillac algunas canciones tenían letras pesimistas, ‘Perdí mi oportunidad’, o aquellas de la chica me ha dejado…
Sí, eso pasa sobre todo en las sentimentales, pero en las que mirabas a la vida en general, casi siempre tenían una concepción, digamos, optimista, esperanzada, con aquel espíritu del hippismo de ver las cosas buenas.
Sí, es que el hippismo es lo que he vivido. Lo viví en los años setenta, y lo viví cuando era pequeñito y veía lo que estaba ocurriendo en otros países, que no era solo llevar flores en el pelo o llevar el pelo largo, era una cultura de vida en la que había más cosas aparte del dinero, del trabajar todos los días en una oficina. Había una forma de abstracción que en la música ayuda mucho, en todo el arte, donde también se juntó la parte orientalista, que la trajo [George] Harrison con su sitar y tenía que ver con los gurús, con la religión hindú, hubo una comunión grande entre oriente y occidente, y todo eso influyó en el hippismo. Porque los hippies no son desaliñados, ni sucios, ni mucho menos, son limpios de corazón. Esa limpieza es la que necesitamos justo ahora, en este momento que estamos atravesando, que no hay en absoluto limpieza, que es una corrupción continua y escandalosa. Lo que se necesita, precisamente, es una nueva forma de ver las cosas, una forma limpia, que nos recuerda al hippismo que iba en contra de Vietnam, que salía a manifestarse. Ahora todo ha cambiado mucho.
Hay tres canciones en «Sentado en la cumbre del mundo», que aunque solo son tres de quince, le dan mucho peso al disco, y dejan un cierto tono amargo que es inhabitual en tus álbumes: ‘No hay secretos’, ‘El mundo es un pañuelo sucio’ y ‘Dónde está la verdad’. Por primera vez has escrito, abiertamente, canciones, no sé si llamarlas de crítica social…
Antiguamente se llamaba de canción protesta [risas]. Claro, lo que pasa es que eso ya no se dice, al principio cantantes protesta eran muchos, era Cohen, era Serrat, Bob Dylan, Woody Guthrie, había muchos… Estoy viviendo la misma época que todos estamos viviendo, una época de cambios, y estos cambios a mí me afectan a la hora de hacer canciones, en la temática sobre todo, porque en la música estoy afectado por otro lado: la música es abstracta y la concreción está en la letra, en lo que estás diciendo. Y lo que está pasando afecta gravemente a mis letras. Empiezo el disco diciendo «no quiero ser poeta, simplemente hago canciones», pero es que, realmente, soy un hacedor de canciones, un «melody maker» que hace canciones y expresa lo que siente, no pretendo ir de poeta ni de profeta, diciendo lo que va a pasar, solo marco los puntos que están ocurriendo, solo intento que la gente despierte, porque la gente está dormida, la gran masa duerme la siesta, se sienta en el sofá a ver la televisión plana, y esa planicie del televisor, le deja el cerebro igual de plano. La gente dormida es la que me preocupa. Me preocupa que haya una revolución interior, y no hablo de violencia, ni de salir a la calle pegando golpes como hacen los policías que están mandados desde arriba, no hablo de esto; simplemente hablo de tomar conciencia de lo que está ocurriendo, y a la hora de votar, si es que hay que votar, pues saber qué vas a votar.
En algunas canciones anteriores tuyas, casi es tema recurrente el hablar de la gente frente al televisor, la gente aislada en su casa, en su habitación.
Sí, hay mucha soledad, porque la gente de alguna forma se relaja y sigue una rutina diaria, no cambia de hábitos, se empieza a aborregar, que viene de borrego, que al final viene de oveja, y al final es que cardas la lana en tu casa. No haces nada nuevo: no salir, no viajar, no cambiar de hábitos… y ocurre lo que ocurre, que te habitúas a una rutina en la que ya no te mueves, y entonces te quedas totalmente dormido en el sofá y no ocurre nada nuevo en tu vida, estás como muerto en vida. Pienso que mi gran obsesión es que la gente pueda despertar, que despertemos todos a lo que está ocurriendo, por eso me interesa tanto el arte y la cultura, porque la cultura despierta a las personas, te despierta porque te hace vibrar por dentro. La gente que llora y ríe, es gente viva. No digo que la televisión sea mala, pero mucha televisión es perjudicial, como mucho alcohol, muchas pastillas, muchas drogas, todo en exceso es contraproducente. Lo mejor de todo es que haya mucha abstracción, porque en la abstracción ves otras cosas, es un presente continuo.
¿Sientes nostalgia del espíritu del que hablabas antes, porque es lo que sugiere una canción como ‘Los 60 no se pueden olvidar’?
Sí, porque estoy forjado en los años sesenta, porque era pequeñito y escuchaba tantas canciones bonitas, de grupos que tenían una energía muy especial, canciones que oía por la radio, y al tener el poro abierto, todo me influía mucho. Es mi época, igual que supongo que algunos chavales ahora viven la época de Lady Gaga, que es algo tecnificado que les lleva por otros caminos, pero en mi época, en los sesenta, vivía todo eso y parecíamos más libres, nos abstraíamos en una época hippy en la que hacíamos locuras, cosas que, supongo, ahora se hacen pero de otra manera, al estar todo más tecnificado las cosas han cambiado, pero en el fondo es lo mismo, lo que pasa es que antes había menos artistas y centrabas tu ánimo y tu gusto en los artistas que había, que no eran muchos, se contaban con la palma de la mano.
Quizá se emitían menos mensajes y más claros, ¿no?
Eso es, ahora hay mucho mensaje, mucha internet. Hay tanta información que todo va muy deprisa y no tienes tiempo de asimilar, antes asimilabas, vivías ese estado de cosas, oías a los Beatles, y te dejabas el pelo largo. Ahora las modas van muy deprisa, todo pasa muy deprisa, y eso hace que la sociedad resulte mucho más superficial, que no ahonde, no profundice.
«Un compositor es una persona peligrosa, es una persona que baila, que tiene energía positiva y que quiere hacer las cosas bien, y por tanto no interesa, porque da problemas. Por eso la cultura da problemas»
Hay dos canciones que musicalmente me han sorprendido del nuevo disco: ‘Cómo una canción’, que tiene aires de bossa nova, y ‘El verano próximo’, con algo mexicano. Son colores infrecuentes en tu paleta musical.
Siempre tienen algo que ver, porque hay una forma de hacer las canciones. En ‘El verano próximo’ hay un tono mariachi por las trompetas de Ansar Zhamlijanov, un ruso que las ha tocado, que lógicamente él no tiene nada que ver con los mariachis, pero la onda es mariachi, es de playa, es de fin de verano: te enamoras de una chica, se queda en tu mente, ese olor, esa imagen, y, bueno, hasta otro año, a ver si la vuelves a encontrar. Es canción de fin de verano, que vuelves a la rutina, estás otra vez metido en el lío de la ciudad. En cambio, ‘Cómo una canción’ habla de cómo una canción te puede hacer llorar, cómo te puede hacer sentir tantas cosas, de dónde viene ese sentir, esa sensación que te dan las canciones, que primero lo siente el compositor y lo traspasa al que escucha. La compuse, curiosamente, cuando tenía terminado todo el disco y ya estábamos mezclando, en aquellos días, y le dije a mi hijo «vamos a grabarla», y él me respondió «pero, cómo vamos a grabar, si estamos terminando, cómo nos vamos a poner a grabar batería, guitarras, voz, otra vez». Y yo le decía, «que sí, que sí, que es muy bonita, y me gustaría hacerla». Aunque sé que quince canciones son demasiadas para un disco, al final la grabamos. Tuve que llamar a otros músicos, como Manuel de Lucena en la batería, y la guitarra es de Juan Cerro, que tenía ganas de trabajar con él, pero nunca tenía tiempo, siempre está muy liado, y ese fue el único momento en pude pillarlo.
¿Nació así, con ese aire de bossa?
Sí, a mí la bossa me encanta, João Gilberto, Gilberto Gil, Astrud Gilberto cantando sopladito…. ¡buah! Esa época en la que cantaban muy susurrado, con guitarra española… eso me ha influido mucho, porque también son los sesenta y en los sesenta en Brasil hubo gente muy buena. Al final, la bossa, e incluso la música mariachi, tiene un toque pop, que es mi base, o pop rock, como quieras llamarlo. Lo mío no es más que una melodía cantable, como te dije hace un rato soy un «melody maker», un hacedor de melodías, de melodías pop, y siempre que se puedan cantar, está bien.
Alguna vez me has dicho que compones casi constantemente, ¿es así?
Sí, de hecho tengo que cortarme un poco, porque hay tantas canciones… Ahora mismo tengo temas nuevos para otro disco. Tengo que parar de componer y trabajar lo que he compuesto; es decir, no dejarlo ahí, en el tintero, si no que lo que más se me queda en la cabeza, llevarlo hasta el final, grabando una maqueta pensando en un posible disco. Para mí componer es como una necesidad fisiológica, como cuando tienes un apretón [risas]. Generalmente compongo cuando estoy bien de ánimo, relajado, hay gente que dice que compone mejor en crisis, yo no, en crisis no compongo nada, ni compongo ni tengo ganas de nada, ni me apetece nada, porque estoy en crisis. En cambio, si estoy bien y pletórico es cuando vienen las canciones, porque tengo energía y tengo apertura para que me venga toda la armonía de arriba. De arriba me refiero a que ya existe, es una armonía que ya existe, que está en el cosmos, de donde decían que venían las musas. Todo está ahí y yo soy un mero filtro, un mero alquimista que va cogiendo de aquí y allá, porque estoy abierto, y vienen las canciones. Si una canción está bien alquimizada, por decirlo así, pues entonces sale bonita.
¿Y cómo te llegan las canciones, primero la música y luego le pones la letra?
Sí, normalmente es así. Yo soy abstracto, y me viene primero la música, que, como digo, viene de arriba, más toda la técnica y todo lo que he aprendido, y luego escribo la letra, que muchas veces la retoco y la hago de nuevo porque tampoco me quiero repetir, aunque en este disco ya me he repetido tres veces hablando de lo mismo, como has dicho tú, en esas canciones hablo un poco de lo mismo, no es igual, pero sí hablo de la indignación que tengo viendo las cosas como están y estando liderados por gestores que son totalmente frustrantes para el pueblo. Es la mentira continua, que la gente no acaba de entender que todo es una manipulación y una mentira, unos y otros, no hablo de un partido político en concreto, sino que todos se pasan la bola: ahora me toca a mí. Hasta que no entendamos eso y hasta que no cambien las leyes, no se puede hacer nada. Y entonces se verá cómo están las cosas, si los jueces están implicados de verdad en cambiar las cosas para bien o seguirá todo como está. El caso es que afectado estoy.
Pero pese a estar afectado, compones.
Claro, compongo porque tengo momentos buenos, hombre, ¡no estoy afectado todo el día! También me tomo mi vinito antes de comer, y doy un paseo con mis amigos o con mi mujer, y estoy pletórico muchas veces. Y además no quiero que me afecte, porque parece que lo que quieren es que todos estemos afectados, porque así, afectados, no componemos, y un compositor es una persona peligrosa, es una persona que baila, que tiene energía positiva y que quiere hacer las cosas bien, y por tanto no interesa, porque da problemas. Por eso la cultura da problemas, por eso se recorta tanto en educación, tenemos a Wert diciendo cosas insostenibles, ¡y cómo están recortando en sanidad!
Y subiendo el IVA de la cultura.
Pero por favor, cuando ves en otros países, como Finlandia o Islandia, los países nórdicos, que dan prioridad a la enseñanza, y que es gratis totalmente, las cosas públicas son totalmente públicas y no se pagan los libros de texto. Este tipo de cosas me dan vergüenza, en ese sentido siento vergüenza de ser español, y me encanta España, soy español y no me voy a ir de España como se va mucha gente, yo voy a intentar que se vayan ellos, yo me voy a quedar aquí. A no ser que me maten, como a Lennon. Cuando alguien es molesto, le hacen la vida imposible. Claro, como hablas y no te callas, lo que hacen es no ponerte en la radio, no sales en televisión, hablan de la historia de Eurovisión y se saltan a Cadillac. Eres incómodo, y una persona incómoda se la obvia o se la menosprecia, se la ningunea.
Pero, bueno, tú sigues ahí.
Hombre, yo sigo aquí hasta morir en el escenario, y si quieren que me maten por hablar.
¿Habrá concierto de presentación del disco?
Lo intentaré, sí, pienso que sí. Pero tengo mucho lío, porque ahora nos hemos juntado otra vez los Cadillac y estamos tocando. Hoy precisamente tenemos ensayo, y estamos ahí, con ganas, los originales: Javier de Juan, Eduardo Ramírez de Cartagena, Pedro Agustín Sánchez y yo, vamos los cuatro acompañados de un pianista.
¿Y con Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, hay algún plan?
No, eso está parado porque no hay energía para seguir. Pero, vamos, de vez en cuando tocamos, sin Rodrigo. Rodrigo lo dejó y estamos los tres, pero tampoco ensayamos, es una cosa que nos juntamos, miramos un poco lo que hay que hacer y es un recuerdo de siempre, son canciones de siempre, no hay nada nuevo. Tampoco se ha planteado grabar.
¿No os lo planteáis?
No, yo sí que me he lo planteado, pero hay que tener energía para ello, y Cánovas no está por la labor. Hay que ir tirando de la gente, y no hay ganas. Tiene que salir de cada uno.
Esa ha sido siempre la historia de ese grupo maldito, ¿no?
Sí, sí, pero ha sido maldito porque internamente estaba maldito. Éramos cuatro personalidades que chocaban continuamente, si no era uno con el otro, era el otro con el uno. Normalmente eran Rodrigo y Cánovas, que estuvieron chocando durante muchos años, hasta que dejaron de chocar, y luego ya los que chocaban eran Adolfo y Rodrigo, y al final Rodrigo y yo, diciéndole, «oye, Rodrigo, así no se puede trabajar, así que vamos a dejarlo». Lo nuestro no fue un choque, fue una separación definitiva.
Pese a la nostalgia, hay que entender que los grupos, como cualquier aspecto de la vida, tienen su momento. Y seguramente estuvo bien mientras duró.
Claro, aquello tuvo su momento, las cosas tienen su momento. Y la vida sigue.
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