LIBROS
«No crea arrastrado por la corriente de lo que puede interesar al público: lo que crea es lo que después va a interesar al público»
Ian Nathan
Guillermo del Toro. El laberinto fílmico de un director prodigioso
LIBROS CÚPULA, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Guillermo del Toro tiene una rara cualidad que a este cronista le fascina. Pertenece a la industria de Hollywood, tiene taquillas millonarias, varios premios Óscar, pero está en sus márgenes y ha de luchar por cada película. Como Wes Anderson o Tim Burton, no crea arrastrado por la corriente de lo que puede interesar al público, sino que lo que crea es lo que después va a interesar al público. Diferencia sutil que establece quién es el sutil artesano y quién el verdadero creador de mundos.
Estos últimos son creadores de mundos que beben de unas fuentes apartadas de lo que los medios proclaman como condicionantes canónicos. En primer lugar, de la infancia. La familia mexicana de Del Toro estaba compuesta por una abuela ultracatólica, una madre poeta y un padre despistado. Su infancia era magia, su adultez es infancia que se desplaza a cómics de Famous Monsters o Hitchcock. Y todo acaba en su cine. En Cronos ya se empiezan a observar constantes desvíos a los pasadizos secretos de sus películas, películas para las que tuvo que hipotecar su casa y quedarse sin nada que no fuera el cine. Por suerte, se pudo recuperar y en el libro también se presenta su mansión de Bleack House —con título de novela de Dickens—, una biblioteca que es un museo del cine y la literatura de terror, llena de pasadizos y habitaciones secretas, como quería de niño.
Un parte de sus películas es acción pura y fantasía, cine palomitero lleno —eso sí— de inteligencia. Adapta cómics como en Hellboy a su manera y sabe convertir películas llenas de acción y vampirismo, como Blade II, en el colmo del intimismo. Pero quizás los logros más brillantes de su producción sean sus películas con el decorado de la Guerra Civil, especialmente El laberinto del fauno, que en Cannes gozó de casi media hora de aplausos. Buena es la anécdota de cómo recupera el guion y el cuaderno de trabajo en el que apuntó todas las trazas de la película. Lo había perdido en un taxi.
También se hace un recuerdo de las películas que desde el primer momento quiso rodar y aún no lo han conseguido. El conde de Montecristo y la obra de Lovecraft. También ha rechazado otras como Avatar o El Hobbit. El volumen de fotos a gran tamaño del libro es constante en cada página. En definitiva, se trata de un mapa, una guía, un paseo por las trece películas de Guillermo de Toro, con sus delirios de mundos clásicos, brujería, monstruos, bondad, sentimientos y tramas perfectamente realistas.
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Anterior crítica: Poesía básica. Extrechinato y Tú ensancha el alma, de Javier M. Alcaraz.