«Puede ser el disco que más se acerca al folclore andaluz, pero en otro momento podría haber sido el más americano»
Guadalupe Plata regresan con Guadalupe Plata, un nuevo trabajo lleno de canciones propias y adaptaciones de la música popular donde cobran protagonismo el blues y su peculiar sonido oscuro y pantanoso. Una entrevista de Manolo Tarancón.
Texto: MANOLO TARANCÓN.
Fotos: CARLOS JIMENA.
A base de constancia, regularidad y buenos discos, los ubetenses Guadalupe Plata cuentan con un espacio sólido más que merecido dentro del panorama underground estatal. Con su sonido pantanoso y árido, con texturas de wéstern y de paisajes solitarios con largos desarrollos instrumentales, han caminado con el blues como referencia con pinceladas de otros géneros, convirtiéndose con los años en una banda inclasificable y difícil de etiquetar. Con su estilo han revisado el cancionero popular adaptando temas de Atahualpa Yupanki, Violeta Parra o Bambino. Y lo vuelven a hacer en este nuevo disco, titulado Guadalupe Plata, que confirma su tranquila pero constante evolución. Porque si revisitamos sus temas cuentan con algo nada fácil de conseguir: ser reconocibles al instante.
Reconvertidos en dúo, hablamos con Pedro de Dios (voz y guitarras) y Carlos Jimena (batería y percusiones) sobre esta nueva entrega, que rinde homenaje al folclore andaluz y a su Úbeda natal sin apartarse de su marca personal. Un disco grabado en formato analógico donde no faltan sus elementos comunes: las leyendas y cuentos tenebrosos convertidos en canción, las referencias a animales (la portada es un buen indicativo de ello), la desesperanza tratada desde la naturalidad y las adaptaciones de temas clásicos y populares. Hay cabida para paisajes desérticos desde el blues, pero también para la cumbia rebajada y tantos y tantos guiños a los que nos tienen acostumbrados por su constante investigación y su compromiso con la canción popular. Un disco rotundo donde vuelven a lo que nunca han dejado de ser: ellos mismos.
Son cinco años sin grabar canciones propias, y no precisamente porque hayáis estado parados. Grabasteis un disco junto a Mike Edison y ahora volvéis a vuestra esencia tras el intervalo más largo de vuestra carrera. ¿El proceso de composición ha abarcado todo este tiempo o los temas han ido naciendo de una forma más reciente?
Pedro: Muchas canciones las había compuesto con anterioridad. Las había trabajado ya en casa y luego al quedar con Carlos en Úbeda fueron tomando forma. Otras las hemos ido haciendo sobre la marcha. A medida que las vamos teniendo listas las tocamos en directo. Si vemos que nos gustan vamos incorporándolas al repertorio de los conciertos, al margen de que luego formen parte de un futuro disco.
Carlos: No hemos dejado de tocar en todo este tiempo, y antes de que saliera el disco las hemos incorporado a los conciertos.
Volvéis a revisar clásicos como ya hicierais con temas, por ejemplo, de Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui o Bambino entre muchos otros. ¿Hay detrás una necesidad de reivindicación hacia la música popular?
Pedro: No hay ningún tipo de interés de reivindicación. Simplemente nos gusta hacerlo así y nos apetece. Es puro amor. Son canciones que viven contigo y te gusta tocarlas. Es por gusto hacia la canción popular. De manera voluntaria, cuando las tocas, sí puede convertirse en eso, pero no lo buscamos expresamente.
Pero no es algo fácil de ver en nuestro panorama musical, y sí quisiera ponerlo en alza.
Carlos: Son cosas que suceden de manera natural. La inquietud que tenemos por el folclore de España, Estados Unidos y Latinoamérica viene dada por la situación geográfica donde nos hemos criado. Úbeda es una ciudad muy agarrada a las tradiciones y el folclore, y eso te hace apreciar lo que hay y lo que hay que preservar.
Hablemos de “El cóndor pasa”. En este caso utilizáis la técnica de bajarle la velocidad tras el inicio. Le da un aire más amable y esto contrasta con vuestro estilo más arenoso y oscuro. ¿Es casualidad o algo provocado?
Carlos: Se nota perfectamente dónde está ese cambio porque lo bajamos en el proceso de digitalización de la cinta. Quisimos trabajar el tempo lento que a veces está un poco olvidado.
Pedro: La inspiración viene de la cumbia rebajada. Es una forma de escuchar cumbia, en la que se le cambia la velocidad en el tocadiscos y genera una forma de tempo que es la hostia. Cualquier canción a la que le bajas las revoluciones toma otra dimensión. Una canción alegre toma otro cariz distinto. La cumbia rebajada es un sector pequeño en el que se ha creado una especie de tribu urbana, tiene su propia forma de vestir, su baile, y es algo muy curioso.
«Nuestro espíritu va más allá de aprenderse las canciones y tocarlas, tenemos más sangre en el cuerpo»
También destaca la adaptación a vuestra manera de “La cigüeña”, un clásico folclórico. ¿Qué os llamó la atención de este tema y por qué lo elegisteis?
Pedro: Esa canción la escuché hace poco, hace unos tres años con unos amigos. Un colega muy aficionado al folclore se llevó la guitarra y entre las que cantó estaba esta canción, y me encantó. Investigando supe de Agapito Marazuela, que se dedicaba a rastrear canciones de la zona de Segovia y alrededores. Las escribió, hizo las partituras y se convirtió en el altavoz de toda esta música. La temática de una serpiente luchando con una cigüeña la veía muy claramente para nosotros.
En el caso del resto de adaptaciones estamos ante el disco más folclórico del grupo, en el sentido de que revisáis más temas clásicos de vuestra tierra, de vuestras raíces. Es el caso de “Stabat mater”, himno de una cofradía de Úbeda de la Semana Santa y que cierra el disco. ¿Hay cierta nostalgia en ello o reivindicación local?
Carlos: El tema en sí está muy metido en la memoria de la gente de Úbeda. Allí es un poema, una obra religiosa y está asignado al himno de la Virgen de la Soledad y a la cofradía que está arraigada a los albañiles y a la gente trabajadora. Esto hace que sea un tanto especial. De todos modos, escucharla originalmente ya es una maravilla, tocada por una banda municipal, por ejemplo. Y como la tocamos nosotros te puede inspirar más hacia el western y muchas otras cosas.
Pedro: Al margen de que pertenezca a la Semana Santa, lo importante es adónde te transporta la canción. A mí me sugiere algo más desértico, paisajístico o wéstern, con el aliciente de que es una melodía anónima que ha perdurado en el tiempo. Y hay nostalgia, pero sobre todo es una melodía muy bonita.
En otros casos, componéis la música sobre leyendas y cuentos andaluces como “La tía Tragantía” o “Ruina”, inspirada en un cuadro costumbrista de Granada. ¿Cómo surgen estas elecciones y estos temas? Son recursos que habéis utilizado en otros discos, musicalizar leyendas y cuentos arraigados en vuestra tierra.
Carlos: Quizás la otra canción que sacamos sobre una leyenda fue “La calle 24”, que era un juego de manos de niños. “La tía Tragantía” es un cuento macabro que habla de la hija de un rey de Cazorla que murió y que está muy atormentada. Al parecer tuvo problemas de amoríos, cuando llegaron los cristianos la encerraron, se olvidaron de ella y al despertarse de su letargo tenía la capacidad de moverse en las sombras como una serpiente. Te los contaban de niño para acojonarte, para que pasaras una noche estupenda.
“Al infierno que vayas” está basada en una letra de una composición flamenca de Rafael Farina. Aunque siempre os habéis empapado de raíces del blues, ¿es este disco el que más se acerca al folclore andaluz de todos los que habéis grabado?
Carlos: No sabría decirte. Es una letra que tiene muy pautada la base del flamenco. La temática de los ritmos es más del rollo Captain Beefheart. Al final coincide con lo que tenemos cada uno en la cabeza y sí puede ser el disco que más se acerca al folclore andaluz, pero en otro momento podría haber sido el más americano. Y ya no como sonido de banda, sino como nuestro propio sonido. En cada momento Pedro y yo escuchamos cosas distintas, coincidimos en gustos pero no vamos cogidos de la mano. Cuando se genera la canción, eso influye mucho para que haya varios puntos que configuren esa línea, que pueden ser completamente opuestos.
En cuanto a los temas propios como “Zapateado”, “Maleficio” o “Ya no tengo mi ataúd”, volvéis a vuestro sonido característico. Las guitarras, arreglos de slide, elementos de percusión tocados con botellas de anís con vuestra habitual originalidad. ¿Veis evolución, continuismo o una evolución no demasiado marcada disco a disco?
Carlos: Evolucionamos tanto como personas activas que somos de la música, a la hora de tocar como a la hora de escuchar. Nuestro espíritu va más allá de aprenderse las canciones y tocarlas, tenemos más sangre en el cuerpo. Ese punto de investigación que suele suceder en el intervalo de un disco y otro y que puede recorrer caminos diferentes es lo que hace que lo siguiente que venga suene a Guadalupe Plata, pero que sea distinto.
Siempre tituláis los discos con los años de edición, ¿por qué?
Los dos: Hemos sacado siempre discos en años impares, menos en el último propio, que sacamos en año par. Fue justo cuando Paco Luis dejó la banda. Y ya hemos vuelto al año impar. Es curioso que al cambiar la dinámica haya sucedido algo tan importante.
«Las salas, los garitos, tienen un encanto particular»
¿Cómo ha sido el proceso y la técnica de grabación? Al haberlo grabado vosotros mismos y sin presiones en cuanto al tiempo, ¿ha sido un proceso largo? ¿La metodología es parecida a otros discos? Estamos ante un trabajo de sonido añejo, grabado con sistema analógico…
Carlos: [Risas] No sé si llamarlo metodología. Tuvimos el capricho de pedirle a la discográfica una Tascam que graba en cuatro pistas en cinta. Investigamos, dimos con una de la misma serie pero un modelo anterior, con la que se grabó el Nebraska de Springsteen. Eso nos dejó hacer las cosas de una manera diferente, ni mejor ni peor. No es más válido que tengas más o menos tiempo para grabar y desarrollarlas. Otras veces hemos grabado en dos o tres días y también fue muy bien, pero la experiencia me ha gustado mucho, ha sido algo muy bonito. Está todo grabado en directo, tres pistas en la batería y una en la guitarra, y en La Mina en Sevilla, ya con Raúl Pérez, que nos ha producido otros discos, rematamos con otros arreglos como los vientos de Matías Cordero en “Calima” o “Ya no tengo mi ataúd” y otras pistas adicionales.
¿Cómo surge la idea de la portada?
Carlos: Es una creación de Pedro donde aparece una serpiente enroscada. Nos gusta cuidar mucho toda la parte artística y gráfica. Representa un juego de mesa que hemos creado nosotros. Es el juego de la oca, que en este caso te lleva a la ruina, y queríamos que se pudiera jugar sobre la misma portada. En el insert, el interior del vinilo, están las fichas.
Imagino que tenéis muchas fechas por delante. ¿La gira va a ser un dúo puro o vais a añadir a más músicos?
Carlos: Hay una tercera persona que aparece al final del concierto, Luis el Pantera, que es un disidente cubano y hace la percusión ligera y los coros junto a Pedro. Estos meses estamos teniendo muchas fechas. Veremos en verano, porque nuestro circuito es el de salas.
¿Os sentís a gusto en locales de pequeño o mediano aforo donde tenéis al público cerca?
Carlos: En cualquier escenario te puedes sentir cómodo. Las salas se adecúan más al aforo que nosotros podemos llenar. Estaríamos también muy a gusto en recintos grandes, pero nos adaptamos a las circunstancias. Pero las salas, los garitos, tienen un encanto particular.
Pedro: Yo siento que lo que hacemos nosotros se refugia mejor es en un sitio medio o pequeño, como un grupo flamenco. Prefiero dar más conciertos en un sitio medio que un concierto multitudinario, que es más difuminado, donde no terminas de meterte del todo en el sonido. Hay grupos que no les queda otra, pero hay músicas que tienen un espacio más específico para lo que se toca.