OPERACIÓN RESCATE
“Para evitar agravar los problemas auditivos de Pirner, el grupo terminó de presentarlo en acústico e incluyó canciones nuevas, entre ellas, ‘Runaway train’”
Minnesota, 1992. Hasta allí nos acompaña Eduardo Izquierdo para encontrarnos con el sexto trabajo de Soul Asylum, “Grave dancers union”, un disco imprescindible de la banda de Dave Pirner.
Soul Asylum
“Grave dancers union”
COLUMBIA, 1992
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Como tantas otras bandas, Soul Asylum tuvo un álbum top, un disco que fue capaz de unir las críticas y las ventas pero que, a su vez, se convirtió en el principio de su fin. No, no es que el grupo no siga en activo, de hecho, nadie ha certificado su disolución nunca y en 2016 publicaban “Change of fortune”, cuando algunos ya los daban por muertos, pero nunca han conseguido llegar al nivel de aquel “Grave dancers union” que ya está a punto de cumplir 25 años. Y, lo que es peor, la sensación de ocaso desde su momento de máximo esplendor es constante. Pero hoy retrocedemos a uno de sus puntos álgidos. Aquel fue el álbum de ‘Runaway train’, el disco de su primer número uno. De su primer Grammy. El que los llevó a tocar en la Casa Blanca, en la ceremonia presidencial de Bill Clinton. El de las 76 semanas en lista. Y nada menos que triple platino en cuanto a ventas.
En 1990, Soul Asylum había publicado su quinto disco, “And the horse they rode in on”, un trabajo producido por Steve Jordan y Joe Blaney en el que tenían depositadas muchas expectativas. Dave Pirner y los suyos tenían la curiosa sensación de que aquel álbum significaba un “ahora o nunca”, y rápidamente las cosas parecieron decantarse por la segunda opción. Las ventas no tiraban, e incluso estaban por debajo de su predecesor, “Hang time” (A&M, 1998) y, lo que es peor, el grupo parecía nadar en una tierra de nadie con su punk-rock melódico en plena efervescencia del grunge.
Por si todo eso no fuera suficiente, Pirner, cantante y líder espiritual del grupo, empezó a sufrir graves problemas auditivos y la sombra de la separación empezó a planear sobre ellos. Aunque fruto de ello, por esas casualidades de la vida, llegaría su gran oportunidad. Para evitar agravar los problemas de Pirner, el grupo decidió acabar de presentar su disco en acústico y añadir en aquellas presentaciones unas cuantas canciones nuevas. Entre ellas estaban ‘Without a trace’ y, sobre todo, ‘Runaway train’. Un capo de Columbia los vio en uno de esos shows y ofreció al grupo la posibilidad de firmar con ellos. Dos condiciones se antojaban indispensables para que la cosa funcionara. La primera era que la banda suavizara su sonido e introdujera las guitarras acústicas como base, igual que en sus últimos conciertos. La segunda era que ‘Runaway train’ debía estar en el álbum.
Grabación de “Grave dancers union”
Entre finales de 1991 y principios de 1992, Soul Asylum empiezan a grabar el que será su sexto disco. Desde el principio la cosa no funcionó con el batería Grant Young y el productor Michael Beinhorn insistió en sustituirlo por Sterling Campbell en un movimiento que acabaría siendo definitivo en la banda. A pesar de eso, la grabación se terminó sin más sobresaltos y el 6 de octubre “Grave dancers union” vio la luz. Columbia sabía que temas como ‘Somebody to shove’, primer single del disco, o ‘Black gold’, segundo, eran auténticas joyas que iban a funcionar como un cañón en la radio, pero todos tenían claro que el auténtico diamante era ‘Runaway train’.
Las mejores previsiones respecto al tema fueron superadas. Como single, aquel medio tiempo semi acústico con un Pirner inspiradísimo vendió la friolera de 600.000 copias en una época en que el formato estaba de capa caída y la canción se llevó el Grammy a la mejor del año. Solo faltó que el videoclip de la canción se dedicara a los niños desaparecidos para que la cosa fuera un auténtico bombazo. Las radios parecían no tener límite a la hora de poner la canción y lo mismo sucedía con MTV. Arrasaron.
“Siempre fuimos poco punks para los punkies y demasiado para los rockeros”, aseguró Dave en Los Angeles Times, en una entrevista que le hicieron en aquella época. “Tengo la mente abierta y eso me hace tocar muchas cosas, incluso guitarras acústicas. Estoy desorientado por este éxito, esa es una buena definición”. Una desorientación que, como apuntábamos, marcaría desde entonces al grupo. Sin hacer malos discos, “Let your dim light shine” (Columbia, 1995) o “Candy from a stranger” (Columbia, 1998) no lo son en absoluto, los vaivenes fueron constantes y después de este último estuvieron ocho años sin publicar nada, hasta “The silver lining” (Legacy, 2006). ¿Engullidos por el éxito? Probablemente.
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