DISCOS
«Vuelve al pop en tecnicolor con una desenvoltura y un arrojo extras, retornando al redil de los estribillos poderosamente convincentes»
Benjamin Biolay
Grand prix
UNIVERSAL, 2020
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Qué bien le sienta a Benjamin Biolay desatarse. Como si sus últimos acercamientos a la Argentina, sus revisiones del cancionero de Charles Trenet, sus relecturas de estándares populares o incluso sus incursiones en el cine —está muy bien en la reciente serie The Eddy, por cierto, disponible en Netflix— hubieran tenido atenazada a la bestia, el francés vuelve al pop en tecnicolor (no nos engañemos: esa es la versión de sí mismo que siempre nos enamoró) con una desenvoltura y un arrojo extras, como retornando al redil de los estribillos poderosamente convincentes con la fuerza de quien siente que necesita recuperar un tiempo no perdido, pero sí invertido en empeños no tan esenciales. Porque aquí no hay ni una pizca de deshecho. Ni un minuto de la basura.
Veamos: líneas de bajo carnosas y lustrosos arreglos de cuerda al servicio de pelotazos disco funk (“Comment es ta peine?”, “Grand prix”, “Où est passée la tendresse?”), infecciosos riffs de guitarra de perfil casi grunge —o filoalternativo— que derivan en estribillos memorables (“Idéogrammes”), guiño muy logrados a los New Order de “1963” (“Papillon Noir”) o a los primeros Air (“Virtual safety car”), una sensacional balada al piano (“La roue tourne”), un delicioso dueto con Keren Ann que podría alumbrar nuestros mejores atardeceres este verano (“Souviens — toi l’été dernier”) y una maravillosa despedida a ritmo de bossa nova como es “Interlagos (Saudade)”. Para escuchar en bucle, sin descanso. Sigue siendo uno de los grandes.
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Anterior crítica de discos: Sangre fácil, de Javier Colis y Juan Pérez Marina.