La edición de un nuevo disco póstumo, el enorme Live at the Avalon Ballroom 1969, hace que nos aproximemos a Gram Parsons, uno de los pioneros del country-rock. Un músico tan salvaje como sensible que investigó las raíces de las música norteamericana y que murió demasiado pronto.
Texto: JUANJO ORDÁS.
El country rocker por excelencia regresa desde la tumba para brindarnos un disco en directo de lo más emotivo de 2009: Live at the Avalon Ballroom 1969 (Amoeba Records/Locomotive). La figura de Gram Parsons no solo acoge en su imaginario docenas de enormes canciones y versiones, sino que goza de un aura y leyenda destinada a unos pocos.
La historia del joven Gram no difiere en exceso de la de tantos adolescentes desencantados. A él le tocó refugiarse en la música de una familia burguesa caída en desgracia. Tocado por el rock and roll de Elvis Presley, pronto entroncaría con el country y el folk, combinación que acabaría por transformarse en su marca de identidad. Y es que, pocos como él lograron batir y exprimir las sonoridades más revolucionarias junto a las más clásicas. No solo sabía componer dominando la guitarra y el piano (había recibido una completa educación), sino que el músico comprendía el cancionero ajeno, lo cual sería clave a la hora de crear un repertorio repleto de versiones clásicas bien barnizadas con su enorme personalidad. Parsons adoraba el rock, el folk, el country y el blues a partes iguales.
Su primera banda de renombre, The International Submarine Band (con quienes grabó un único disco, Safe at home de 1969), supondría su trampolín hacia el estrellato. Cuando Chris Hillman de los Byrds (en gran medida su descubridor) le propone sustituir a David Crosby en la famosa banda, Parsons no solo acepta sino que da buena cuenta del carisma y fuerza que emana. Los Byrds ya eran un grupo asentado, de fuerte personalidad, lo cual no fue impedimento para que el joven músico tomara –casi literalmente– el control de la banda. Hasta qué punto derrocharía una energía (y conocimiento) que logró eclipsar al propio Roger McGuinn (con éste encantado), cantando gran parte de las canciones que integrarían el único disco que grabó junto al grupo, el magnífico Sweetheart of the rodeo. Pero el mundo discográfico no siempre comprende la creatividad y razones contractuales instigadas por Lee Hazlewood (sí, el escritor de “These boots were made for walkin” de Nancy Sinatra y productor del citado disco de The International Submarine Band) impidieron que la versión con las voces de Gram saliera a la venta, siendo sustituido su trabajo vocal por el de McGuinn y salvándose su intervención solista en un único tema. Pero aunque la voz de Gram enmudeciera en Sweet heart of the rodeo, no lo hizo su guitarra ni tampoco su personalidad, pues el disco destila country-rock de profundas y polvorientas raíces desde su título hasta la última canción. Años más tarde, se editaría una reedición con los cortes de Parsons cantados por él mismo y algún que otro tema muy interesante.
Poco después, apenas finalizada la grabación del disco y tras algunos conciertos, abandonaría la banda por diferencias intelectuales (no quería tocar en una África dominada por el separatismo), aunque por aquella época entraría en la esfera de los Rolling Stones, introduciendo a Mick Jagger y Keith Richards en el country-rock que él mismo estaba creando. No obstante, con quien entablaría una fuerte amistad sería con Richards, compartiendo noches de música, drogas, alcohol y horas contemplando el cielo del americano desierto de Joshua Tree en busca de ovnis. La influencia de Gram en la música de los Stones sería decisiva, sin él no existiría un tema como “Wild horses” (que él mismo grabaría incluso antes que sus propios autores) y su sombra planea sobre el minutaje de Exile in main st (disco del que se comenta se pueden escuchar algunas voces de apoyo de Gram).
Cuando se reencontró con Chris Hillman para formar los míticos Flying Burrito Brothers, Parsons se encontraba a mitad de su carrera artística. En realidad solo le quedaban por delante los dos únicos discos de su nueva banda (The gilded palace of sin y Burrito deluxe) y sus dos únicos discos en solitario, aquellos magníficos GP y Grievous angel que pondrían punto y final a su carrera en estudio (y en los que contaría con Emmylou Harris). Parsons murió a los 26 años en un motel de su adorado Joshua Tree a causa de una sobredosis de heroína.
EN DIRECTO EN 1969
Pero retrocedamos en el tiempo mientras pensamos que la industria a veces puede ser benévola con el legado de un músico. El disco que motiva este artículo no es el primero que se edita tras el deceso de su autor (poco después de su muerte se editaría el interesante LP de descartes Sleepless nights e incluso Grievous angel saldría a la venta con él ya descansando en paz), pero no deja de ser uno de los rescates más interesantes.
Live at the Avalon Ballroom 1969 presenta a un Gran Parsons pletórico, comandando a los Flying Burrito Brothers tras la edición de The gilded palace of sin. Una grabación que no habría sido histórica en su momento pero que a día de hoy resulta legendaria. En el presente el country-rock parece haber existido, exactamente igual que el folk-rock. Pero igual que sin Dylan el último género citado jamás habría existido, sin Gram Parsons la música de raíces norteamericanas desde una óptica rockera jamás habría sido posible. Él fue uno de los pioneros de un estilo bien digerido hoy día, pero original en los sesenta.
Dos discos, dos días distintos, dos diferentes repertorios. Una banda única ejerciendo de teloneros de los Grateful Dead, con un sonido tremendamente atrevido. A finales de los años sesenta el country era para viejos tradicionales, el rock para jovenes rebeldes y mezclar corrientes contrapuestas una maniobra suicida propia de quien sabe lo que hace.
El repertorio del primer CD, el que recoge la actuación del 4 de abril de 1969, es un tanto más corto que el del segundo disco, destinado a cubrir el concierto del día seis del mismo mes y año. Quizá el arranque del primero de ellos con «Close up the honky tonks» sea más acelerado que el del segundo, que prende la mecha con el medley «Undo the right»/»Somebody’s back in town», el cual gana mucho más en la primera de las noches.
Eso es lo que ocurre con las bandas que tocan con tanta alma, que cada canción vive una vida distinta cada vez que se interpreta. Pero el grupo no tarda en calentar motores y el «Mental revenge» que se marcan como tercer corte del segundo CD comienza a poner las cosas en su sitio, tomando carrera para lanzar al público una colosal «We’ve got to get ourselves together», aunque de un tono más intimista que la de su hermana del día 4. Y es que, a grades rasgos, el primer CD registra un concierto más salvaje, con la banda más tensa que la que se presenta ante el respetable de dos días después, más templada y menos agresiva, bastante más melancólica. Se trata de dos actuaciones similares en cuanto a propuesta pero distintas en cuanto a ejecución. ¡Y afortunadamente podemos disfrutar de ambas!
Canciones provinientes de The gilded palace of sin suenan a gloria. Tal es el caso de la hermosísima «Dark end of the street» (¡hay que escucharla!), «Sin city» y «Hot burrito 1#» y «Hot burrito 2#, ambas interpretadas en las dos noches y llenas incluso de sensibilidad pop. Igual de esplendidas resultan algunas versiones que no aparecían en su disco de debút, como una inspirada «You win again» de Hank Williams.
En su conjunto, Live at the Avaron Ballroom 1969 nos presenta a una banda engrasada y a un Gram Parsons derrochando estilo para deleite de los fans de la banda que teloneaban. Las armonías vocales de Chris Hillman se unen a la voz de Parsons creando una belleza subrayada por sus propias guitarras y por el sensible pedal steel de Sneaky Pete Kleinow, siendo estos tres puntos los más ensalzados en la mezcla final. La grabación es casi profesional (realizada por uno de los técnicos de Grateful Dead), por lo que suena nítida, casi perfecta aunque un poco saturada de graves, con las guitarras de Parsons y Hillman un tanto más bajas de lo deseable (aunque audibles), pero insisto, la calidad es muy buena, tratándose de un documento que se disfruta y mucho.
Una nueva grabación en lujoso envoltorio, con una portada realmente bonita que remarca que se trata de un producto facturado con cariño y buen hacer. Un disco legendario.