Su nombre no suele salir a relucir casi nunca en las conversaciones sobre música, probablemente porque hace años que se mantiene en un discreto segundo plano, y ocupa un lugar menor en las enciclopedias al uso, pero Graham Parker es uno de los grandes de la historia del pop. Nacido en 1950 en el Este de Londres, lleva desde 1976 grabando intachables discos de poderoso pop rock, soul y rhythm and blues: primero con The Rumour, con quienes publicó varias obras maestras en la segunda mitad de los setenta (Heat treatment, el directo The Parkerilla, Squeezing out sparks), y después con otras formaciones (The Shot) y en solitario. El reciente Don’t tell Columbus demuestra que sigue en forma, y es la excusa ideal para plantearse una charla amigable y relajada con una leyenda viva que tiene muchas cosas que contar.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Hola, Graham. ¿Qué tal, por dónde andas?
Estoy bien, gracias. Ahora estoy en los Catskills [área natural montañosa situada al noroeste de Nueva York].
¿Es un buen sitio para escribir canciones?
Diría que sí (ríe). Nadie puede escucharte, porque las casas tienen mucho terreno alrededor, así que no hay posibilidad de que nadie se eche a llorar cuando cometes errores. Lo cual siempre es bueno.
Se te suele definir como un artista de culto, y no sé si te complace esa definición.
Yo creo que un artista de culto es alguien que no concede entrevistas, se esconde y cultiva una personalidad extraña. Yo me considero un trabajador de la música, ésa sería una definición más precisa de lo que hago. No entiendo del todo eso de ser un “cult artist”. La palabra culto me suena a gente con velas negras y cosas así (se carcajea). Es muy raro. Pero realmente no me importa demasiado lo que diga la gente de mí.
Eres un trabajador, es cierto, pero tienes el privilegio de trabajar en lo que te gusta.
Absolutamente, sí, y también es un privilegio disponer de tanto tiempo libre. No es un trabajo diario. Pero si tengo un concierto dentro de dos semanas, también es parte del trabajo mantener mi voz en buen estado de forma. Lo mismo puede aplicarse a la elección del repertorio en función del tipo de club donde voy a tocar, etc. Hay diferentes tipos de actividades en torno a los conciertos. Actualmente no tengo actuaciones en perspectiva, así que no estoy haciendo nada, o mejor dicho, hago lo que quiero. Es una vida privilegiada, desde luego. Pero ya lo era al principio, cuando las compañías de discos me ofrecían grandes cantidades de dinero para que hiciera lo que quisiera. Es un modo estupendo de ser un trabajador.
Has grabado infinidad de grandes discos, y Don’t tell Columbus es un ejemplo perfecto, pero siempre me he preguntado por qué no alcanzaste el éxito de la misma manera que otros músicos de tu generación. Lo tenías todo.
Es algo que debe ocurrir al principio de tu carrera. Cuando empecé, en 1976, no existía el punk rock ni la new wave, y no había manera de situarme. Lo más importante en el pop es la imagen, más incluso que la música, y nadie sabía de qué iba Graham Parker. Es por eso que dicen que soy un artista de culto. Nadie sabía etiquetarme, y eso es muy importante de cara al público. Y ahora… Cuando un artista ya lleva mucho tiempo grabando, es casi imposible encontrar nuevos fans. Ciertamente, los voy obteniendo poco a poco, hay gente joven que viene a los shows y me dice que son fantásticos, que no me había escuchado nunca. Pero son muy pocos. Da igual lo buenos que sean mis discos actuales, no aumentarán mi número de fans. Es lo que hay. No pienso demasiado en ello, pero es así.
Es cierto que cuando empezaste no había punk ni new wave, pero hubo quien te situó en la escena pub rock, junto a artistas como Dr. Feelgood, Nick Lowe, Kilburn & the High Roads o Dave Edmunds. ¿Te sientes cómodo incluido en esa escena? ¿Crees, como se ha dicho, que fue el antecedente más claro del punk?
Bueno, creo que el pub rock tenía todos los elementos para convertirse en punk rock. Lo que te puedo decir es que vi a Dr. Feelgood con otras bandas, que hoy calificaríamos sin duda como punk rock, al menos uno o dos años antes de que comenzara mi carrera. Los componentes de Dr. Feelgood nunca sonreían en escena, llevaban el pelo corto y trajes, tenían un aspecto realmente agresivo. Yo vivía en los suburbios, lejos del centro de Londres, y la actitud era claramente diferente de la de los músicos progresivos, que complacían al público, hacían largos solos, llevaban las guitarras perfectamente afinadas… Dr. Feelgood, en cambio, eran intensos, y eso fue lo que definió al punk rock. Yo empecé a ensayar en 1975, y en 1976 la palabra punk era algo que sólo podías encontrar, y muy raramente, en las últimas páginas de los medios. Había algo creciendo, pero no había estallado todavía. Por supuesto, lo hizo en 1977, como todo el mundo sabe. Mi imagen era confusa, porque cuando el punk surgió, hubo algunos medios que empezaron a llamarme “El padrino del punk”. ¡Lo hacían! ¡Está en las revistas! Y era ridículo, porque habría que remontarse a Lou Reed, o regresar a los sesenta y pensar en Iggy Pop. ¡Pero no yo! Sin embargo, pensé que era bueno para mí, no me importaba, porque el punk era popular. Lo que nunca fue “cool” fue el pub rock, porque nadie de aquella escena parecía hacer nada por conseguir un contrato discográfico. Cuando empecé con The Rumour, no conocía a los chicos de la banda, no vivía en Londres, los localicé en una guía de conciertos. Nunca habían escuchado mis canciones ni sabían nada de mi, así que fue un misterio que me consideraran punk rock. Si estaban conmigo fue porque Dave Robinson [cofundador del sello Stiff Records], el tipo que me descubrió, era parte de la escena pub rock, y había sido manager de Brinsley Schwarz [guitarrista de The Rumour] cuatro años antes. Quizá por eso se hizo la asociación. El pub rock nunca funcionó. El nombre no era excitante ni nuevo, como rock and roll. Sonaba más bien como un montón de tipos viejos y aburridos tocando en un pub. Era una imagen muy mala para estar asociado a ella. La gente cree que aparecí al mismo tiempo que Elvis Costello y Joe Jackson, porque le resulta más conveniente, pero yo tenía dos álbumes cuando ellos aún no habían firmado un contrato discográfico. Es bastante molesto tener que escuchar que apareciste al mismo tiempo cuando les precediste claramente.
Grabaste antes que Costello y Jackson, es cierto, pero en la época de The Rumour se te asoció, y opino que con razón, con la new wave.
Sí, pero sólo algunas veces. Era confuso. Me llamaban de todo. Un periodista que nos apoyaba muchísimo y era gran fan del punk, dijo que éramos “muy buenos al viejo estilo”, lo cual no fue positivo precisamente, porque lo que queríamos era formar parte de lo nuevo. Nunca fuimos cien por cien new wave, porque habíamos empezado antes. Poca gente se molestaba en escuchar la música. Pero nunca me importó lo que dijeran, porque mi objetivo era hacer los mejores discos que pudiera. Y creo que eso es lo que queda al final.
EL RENACER
Has vivido un renacimiento en los últimos años, especialmente a partir del álbum Your country (2004). Curiosamente, coincide con el inicio de tu relación con el sello Bloodshot, que sigue editando tus discos.
Bueno, debes tener en cuenta que yo pagué la grabación de Your country, y después me puse en contacto con algunos sellos discográficos. Llamé a cuatro o cinco, y Bloodshot fue el que más rápido contestó, en apenas una semana, y me dijo que el disco era fantástico. Yo había estado un par de años antes hablando con Sally Timms, que graba con ellos, porque coincidimos en un concierto benéfico en Chicago. Me dijo que si alguna vez escribía un puñado de canciones country, se las enviara al sello. Se me quedó en la mente, pero escribí las canciones sin pensar en ello. Tenía veinte o treinta temas, y algunos tenían cierto sabor country, así que pensé que podía estar bien juntarlos y hacer un LP con ellos. Continué escribiendo en esa línea y luego grabé el disco, pagado de mi bolsillo. Así que la relación con Bloodshot no tiene que ver en realidad con mi creatividad, simplemente las cosas sucedieron así. Después hice lo mismo con mi disco siguiente, Songs of no consequence (2005), que también financié por mi cuenta. Se lo mandé a Bloodshot porque merecían ser los primeros en escucharlo, pero pensaba que no les interesaría editarlo, porque era un potente álbum de pop y rock and roll, pero me dijeron que les encantaba y que querían sacarlo. Les pregunté si estaban seguros, insistieron y se lo quedaron. Con Don’t tell Columbus ha pasado exactamente lo mismo. Buscar sello discográfico es un fastidio, un trabajo muy aburrido: tener que esperar que la gente te devuelva las llamadas, etc. Así que Bloodshot ha sacado los tres de manera independiente uno de otro. Son gente estupenda, sensible a la música. Y lo hacen lo mejor que pueden, teniendo en cuenta que son un sello independiente. Soy muy afortunado por haber hecho tres álbumes que están a un nivel mucho más alto de lo que deberían para un hombre de mi edad. Tendría que estar haciendo discos peores a estas alturas de mi carrera, pero no es así. Y, en mi opinión, es cuestión de pura suerte. Nunca sabes cómo van a salir las cosas.
¿Te sientes en la misma liga que Neil Young, Tom Waits o Bob Dylan? Son artistas que han rebasado la edad juvenil del rock y que todavía graban discos estupendos.
Bueno, yo no me pondría en ningún caso al lado de Bob Dylan. Es una categoría en sí mismo, está a otro nivel. Que haya sacado discos como Time out of mind o Modern times a estas alturas de su trayectoria es absolutamente increíble. Es un maestro, la figura que todos seguimos. Pero me han inspirado otros muchos artistas. Por ejemplo, Mick Jagger y Keith Richards. No creo que ahora estén en su mejor momento como compositores; de hecho, creo que mi material es mejor. “Suck’n’blow”, un tema que compuse para Songs of no consequence, es una canción de los Rolling Stones mejor que las que ellos están escribiendo ahora. Lo cual es una lástima, porque han sido geniales como compositores, pero eso se acabó. Dylan, en cambio, lo sigue siendo. Y realmente no hay más. Van Morrison continúa siendo grande, pero sus nuevas composiciones no son gran cosa. En los años noventa sacó algún disco bueno, y me gusta No guru, no method, no teacher (1986), pero parece que se conforma con escribir esas canciones agradables con toque blues, que hacen que cada disco sea igual que el anterior. Dylan no hace eso, sigue sorprendiendo en cada grabación. Nunca estaré a su nivel. Nunca.
Me refería a que existe una tercera edad del rock que hace grandes discos ahora, quizá mejores que los de mucha gente joven.
Desde luego. Hay gente con mucho talento. Y no quiero decir que la gente joven no lo tenga, sino que no vienen del mismo lugar. No han tenido que luchar para encontrar lo que buscan. Nunca fue fácil para nosotros, mientras que ahora todo está al alcance de la mano. Hay gente de 13 y 14 años tocando en bandas de ska. Cuando yo era un crío, tenías que descubrir el ska metiéndote en los clubs, con 15 o 16 años, viendo a los mods bailando aquella fascinante música de Jamaica. No sonaba en la radio, había que buscarla. The Beatles tuvieron que encontrar la música que les inspiró en los muelles de Liverpool, adonde llegaban los marineros con discos nuevos. Y descubrieron a Litte Richard, de quien nadie había oído hablar en Inglaterra. Ahora todo está disponible instantáneamente. Pero también hay cosas estupendas. Back to black, el disco de Amy Winehouse, es mejor que cualquier cosa que yo haya hecho nunca. Cuando lo escucho pienso que eso es lo que yo trataba de conseguir cuando hacía música influenciada por el soul, canciones como “Soul shoes”. Pero yo era blanco, no era original. Ella sí.
La primera mitad de tu carrera la pasaste en sellos multinacionales, y la segunda en independientes. ¿Dónde te has sentido mejor?
Se podrían decir muchas cosas de las multinacionales. Cuando firmé mi primer contrato, en 1975, y también después, en los 80 e incluso en los 90, trabajar con una multinacional significaba grandes cantidades de dinero a cambio de cuatro discos. Y pocas veces cumplí, porque te solían rescindir el contrato después de dos o tres. Elektra me despidió con uno solo. Pero Arista y RCA me pagaron un buen dinero. Eran muy buenas, y nunca tuve que obedecer lo que me decían, hice mis propios discos. Pero ahora han quedado obsoletas para la mayoría de artistas, especialmente para los que hacen música real. No es bueno empezar con una “major” ahora, es mejor poner el disco en Internet o grabar con un sello pequeño. Hoy en día, la radio es inútil, la única manera de vender discos y ganar dinero con ello es meter una canción en un “spot” publicitario. Las “majors” van cada vez a peor porque invierten su dinero en gente sin talento como Britney Spears. Obviamente, las independientes son la salida, aunque, por desgracia, no disponen de grandes sumas de dinero, lo cual es algo que me encanta (risas).
Últimamente has alternado la faceta acústica con la eléctrica. ¿Cómo te sientes más cómodo?
Me gustan ambas. El problema de mantener una banda tiene que ver, una vez más, con el dinero. Es imposible. La música pop es un terreno en el que la red de clubs de actuaciones no ha cambiado apenas en veinte años, así que es difícil ampliar horizontes. Mi compañía espera que tenga una banda cuando mi nuevo disco sale a la calle, les gusta esa idea pasada de moda de ir de gira, algo que yo ya no suelo hacer, a pesar de que es estupendo sentirse al frente de un grupo de rock. Pero me encanta tocar solo, porque me siento mucho más libre. Miro la lista de canciones y no tengo por qué seguirla, sino que puedo cambiarla en función del estado de ánimo del público. O aceptar peticiones. Es algo diferente. Lo raro para mí es que a veces vendo más “tickets” solo que con banda. Pero me gustaría seguir haciendo ambas cosas. A veces toco con los músicos que han grabado Don’t tell Columbus: Mike Gent (batería), que estaba en The Figgs, con quienes he hecho alguna gira, y Ryan Barnum (teclados). Quizá el próximo disco sea perfecto para grabarlo con The Figgs, no lo sé todavía, porque todavía estoy componiendo las canciones.
Finalmente, una curiosidad: ¿qué es lo que se te pasa por la cabeza un segundo antes de salir a escena?
Antes era más complicado, porque me preocupaba pensar demasiado, tanto antes de salir como en el escenario. Pero ahora, desde hace ya bastantes años, pienso en si tengo la camisa hecha un desastre, si la correa de la guitarra está bien sujeta… Cosas estúpidas y sin importancia.
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