DISCOS
«Letras que van y vienen en un deambular de romanticismo y épica, de tristeza, ingenuidad, exaltación y amor propio»
Schizophrenic Spacers
Gloria
MILANA MÚSICA, 2021
Texto: IGNACIO REYO.
Una anomalía dentro de otra anomalía. Así eran las canciones de los Schizophrenic Spacers en su primera época; vigorosas, llenas de referentes y, sobre todo, con un gran potencial para desarrollar una carrera de fondo. Los Spacers no habían venido para un par de días, sino para quedarse: tienen alma de maratonianos. Con Riot conformaron su primer conjunto de canciones sobresalientes.
Lo que se intuía, se hizo realidad. La suma del Detroit de los setenta, Thin Lizzy, The Who, Cheap Trick y su particular querencia personal para rubricar temas los hicieron no imposibles, sino indispensables en tierra hostil, esta que no cuida la escena estatal de este milenio. Hablamos de un grupo que se atrevió al triple mortal del doble álbum en It better be good, tan de los años setenta, sin que hubiera que escribir aquello de que un disco simple hubiera sido ¿mejor? Al contrario, en su caso peor. Doble y redonda les salió la jugada. Un combo de catártico directo, un pandemónium en que se unen banda y público en un efervescente acto de liberación que capturaron en otro doble, Macumba. Live at last, en la tradición de cuando las bandas en los años setenta nos daban ese plus que les requeríamos, y más.
Ahora, tras superar, como todos, los mil y un inconvenientes de la pandemia, vuelven más fuertes que nunca, y en español. Si el año pasado nos dieron una lección de su variedad de registro, con el intimista The Cov Sessions (uno de esos discos para guarecerte, junto a Alphabetland de X, fueron mi fórmula para soportar el casi distópico paisaje pandémico), toca sorprendernos con su paso al castellano como idioma para legar su mensaje, sin perder la esencia. Porque los Spacers no son solo excelente música, son ese algo más, con letras que supuran heridas y animan. Su cantante Sergio Martos ha bebido de las excelencias de Phil Lynott. Letras que van y vienen en un deambular de romanticismo y épica, de tristeza, ingenuidad, exaltación y amor propio. Aquí conjuradas alrededor de la borrasca Gloria, que nos sacudió y trastocó sus planes de grabar el disco en el momento dado.
Los Spacers están protegidos en todas las líneas. La sección rítmica de Manuel Fernández al bajo y Tete a la batería sigue siendo una base potente y férrea, para que tanto Alberto Belmonte, excelso y excelente guitarrista, como Martos nos lancen hacia el vacío y nos recojan en el viaje de vuelta. Desde la reivindicación de lo propio en la primera canción, “Viladenada”, pasando por ese bonito dúo junto a Antonio Martos en “Búscate una vida”, la breve y atmosférica “Tragaldabas”, hasta el canto final y triunfal, “Victoria”, recorremos el disco a través de riffs setenteros y coros enraizados en lo mejor de la tradición power pop de Cheap Trick a The Rubinoos. Un álbum coproducido por ellos y el indeleble e impertérrito hombre multitareas Hendrik Röver, de los indispensables Deltonos. Es ya la tercera vez que trabajan con él y parece que fuera una vida, porque los matices y sabores de su producción siguen siendo cum laude. Spacers en inglés eran la mejor banda posible en ese idioma en este país. Ahora, en español, dan un primer gran paso para demostrar que, si quieren, se pueden batir con cualquiera que les quiera usurpar el trono en nuestro idioma. Básicamente porque de la increíble generación de rock en España que lleva años viniendo, con bandas tan notorias como Bourbon o The Kleejoos Band, los Spacers son el santo y seña de esta revolución.
–
Anterior crítica de discos: A lantern and a bell, de Loney Dear.