OPERACIÓN RESCATE
«Un tratado plagado de guitarras, emociones y grandes canciones que abordan la pérdida de un amor, sus consecuencias, la zozobra existencial, el miedo a hacerse mayor… el pop, en definitiva»
Cuando Matthew Sweet preparaba el tercer disco para Columbia, la compañía no quiso contar con él. Vaivenes profesionales y personales impregnaron las canciones de este tercer disco del compositor de Nebraska que Fernando Ballesteros incluye entre sus imprescindibles.
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
Matthew Sweet
“Girlfriend”
ZOO ENTERTAINMENT, 1991
Todo promete ser belleza en un disco que te recibe con una preciosa foto de la actriz Tuesday Weld en su portada. Y las promesas, a veces, se cumplen. «Girlfriend» era solo su tercer asalto discográfico, pero en 1991 Matthew Sweet ya había recorrido un largo camino.
Por no remontarnos a sus orígenes y a su dúo con Lynda Stipe, la hermana del mismísimo Michael (líder de R.E.M.), diremos que seis años antes de esta obra maestra ya había rubricado un contrato con Columbia que le sirvió para hacer las maletas, marcharse a Nueva York y registrar «Inside», su debut como solista. Aquellas canciones fueron recibidas con alguna que otra buena crítica, pero como los elogios, en todo caso tibios, no vinieron acompañados de discos vendidos, se vio en la calle y a la busca de otro contrato que llegaria en 1988, esta vez con A&M Records. Nueva compañía y nuevo disco, «Earth», en el que contó con la ayuda de auténticos pesos pesados como Robert Quine, cuyo curriculum podría ser objeto de artículo aparte, y Richard Lloyd, otra leyenda de las seis cuerdas que, entre otras cosas, tejió junto a Tom Verlaine el sonido de Television en el inolvidable «Marque moon».
A pesar de la ilustre compañía el reconocimiento no fue ni mucho menos masivo. No eran buenos tiempos para un artista al que volvieron a dar la patada fuera del sello cuando ya preparaba su tercer disco. La obra maestra del pop, diría “POP” con mayúsculas, que hoy nos ocupa.
Aquel 1991, mientras intentaba encontrar un nuevo hogar para grabar, Sweet actuó también como guitarrista de Lloyd Cole, otro grande con cuya banda pisó escenarios españoles. Y luego estaba el aspecto personal: su vida emocional, inmerso en un proceso de divorcio, no atravesaba su mejor momento y se cumplió aquella afirmación –no por tópica menos cierta– de que de una situación complicada surgen las mejores obras. Para la ocasión contó con un auténtico «dream team» en el que no faltaban Quine y Richard Lloyd, músicos ya consagrados que iban a acompañar a un semidesconocido que se habia empeñeñado en dar a luz una obra que plasmase todo el talento que, hasta ese momento, solamente se había intuido.
Y para que no hubiera dudas, ‘Divine intervention’ abría el fuego, aclarando, ya de primeras dadas, que estabamos ante un disco monumental en el que había espacio para maravillas, auténticos himnos de coros insuperables como ‘I’ve been waiting‘.
Con la alineación de lujo que presentaba el amigo Sweet para ese puesto, era inevitable que las guitarras reinasen con el brillo que lo hicieron en ‘Girlfriend ‘. La canción que daba título al disco era otra buena muestra y cuando la cosa se ponía más tierna la nota no bajaba.
‘Winona’ es una preciosidad con aires al Neil Young más delicado, y qué decir de’Looking at the sun’ y su estribillo irresistible, o del pop acústico de’Thought I knew you’ en el que se hacía acompañar por Lloyd Cole.
Byrds, Big Star y alguna otra gran ‘B’ se dejan caer como referentes por los surcos de un disco cuya cara más rockera la representan cortes como ‘Holy war!’ o ‘Does she talk?’, con mención especial para las dañinas guitarras de Robert Quine.
Y si las composiciones nos mostraban a un Sweet radiante y en un momento creativo espectacular, a la producción tampoco se le puede poner ningún pero. Para ese cometido contó con la ayuda de Fred Maher, que para empezar le quitó de la cabeza meter los sintetizadores que había incluido en sus dos primeros discos. Juntos construyeron un tratado plagado de guitarras, emociones y grandes canciones que abordan la pérdida de un amor, sus consecuencias, la zozobra existencial, el miedo a hacerse mayor… el pop, en definitiva.
Aquel 1991 fue el año de ‘Nevermind’ y su consiguiente revolución, que dibujaba un panorama potencialmente favorable para artistas como éste. En ese contexto, “Girlfriend” o “Bandwagonesque”, otro sobresaliente fruto de aquella cosecha, amenazaron con comerse el mundo o parte de él. Pero no fue para tanto, tanto Matthew como los Teenage Fanclub se tuvieron que “conformar” con tener dos de las mejores discografías de las últimas dos décadas pero sin mansiones. En el caso de “Girlfriend”, eso sí, hubo clips en la MTV y una promoción por los Estados Unidos que le auparon al disco de oro y que convirtieron el álbum en su mayor éxito de ventas.
Los siguientes pasos de Matthew siguieron alcanzando un alto nivel, y de hecho “Altered beast” y “100% Fun” se mueven entre el notable alto y el sobresaliente. Siempre me quedaré con “Girlfriend”, pero ni siquiera puedo poner cara de extrañeza cuando alguien me dice que prefiere algunos de sus dos trabajos posteriores.
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