Gecko Turner: Tan negro como el soul

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«Me salen ideas con frecuencia, otra cosa es que me sigan gustando a lo largo del tiempo, y que no sea sólo el enamoramiento de dos o tres días, que cuando manoseas la canción, te aburres de ella»

Tercer disco de Gecko Turner. Tercer dardo en el centro de la diana. En «Gone down south», de nuevo su personal manera de manufacturar los mimbres del soul en connivencia con otras sonoridades, lo sitúa en un lugar único y especial, ajeno a fronteras. Juan Puchades entrevista a este prodigioso creador extremeño.


Texto: JUAN PUCHADES.


Si no lo has escuchado nunca y te dicen que Gecko Turner, en realidad, responde por Fernando Gabriel Echave y que nació en Badajoz (en 1966), no te lo terminas de creer. Y no das crédito porque, a priori, su elegantísimo y sedoso, aunque también musculoso, soul uno lo situaría en algún lugar de los Estados Unidos, ideado por un geniecillo iluminado que hubiera mamado desde niño los sonidos de Motown o Stax, pero que tuviera los pies bien plantados en la actualidad y las orejas lo bastante abiertas como para impregnar la música negra de esencia clásica con contemporaneidad y cromatismos tomados prestados de Brasil, el Caribe o África. Sí, el pasmoso soul que firma Gecko Turner es hijo de Extremadura, pero fruto de la pasión de un músico educado con la escucha de toneladas de discos negros. Un creador que, en sus tiempos junto al grupo Perrofláuta, descubrió la música brasileña y la destiló como un elemento más de su rítmica. Ahora, con su tercer disco, el gozoso «Gone down south» (Love Monk), revalida su condición de exquisita rara avis.

Gecko lleva un tiempo instalado en Mérida, «aunque tengo en mente mudarme pronto a Madrid, pero a ver si sale trabajo, que aquello está carísimo». Cuando le respondo que no se queje, que a él no le faltan las actuaciones internacionales, comenta que «sí, me va bien, pero en los últimos meses no he tenido mucho curro, porque ya sabes que cuando tardas mucho tiempo en sacar un nuevo disco, las actuaciones bajan. Los discos, hoy en día no son más que la principal herramienta de promoción, porque no se sacan con la pretensión de vender mucho, sólo es por estar ahí y volver a tocar, ir de nuevo a los festivales en los que ya has estado».

Pues te has tirado cuatro años sin sacar disco…
Sí [risas], el doble de la media que traía, la verdad es que ha sido por diferentes circunstancias, pero más que nada por mi indolencia, aunque espero que haya sido para bien.

¿El problema era que no salían canciones?
No, el problema era que salían muchísimas, e igual que salían, y me tenían emocionado dos o tres días, dejaban de gustarme, y entonces iba acumulando un montón de bocetos. Muchos de ellos los compartía con Borja y con Bruno, de Lovemonk, pero hubo un montón de bocetos a los que no terminé de darles forma.

¿Cuando eso pasa, los rechazas sin más y comienzas con otro tema?
Los dejo ahí, reposar, y voy trabajando con otras ideas. Hay veces que cuando retomas una idea que habías dejado de lado descubres en ella cosas que no habías apreciado al principio, en el primer contacto con la canción. Pero todo esto lo hago sin mucho método, muy a bote pronto.

¿Te salen canciones con frecuencia?
Sí, me salen ideas con frecuencia, otra cosa es que me sigan gustando a lo largo del tiempo, y que no sea sólo el enamoramiento de dos o tres días, que cuando manoseas la canción, te aburres de ella.

Creo que las canciones te surgen, directamente, en inglés, español o portugués, ¿es así?
Sí, pero es que es la manera más natural. Si vas por la calle y se te ocurre una melodía y empiezas a tararearla en algún idioma, si te gusta fonéticamente, la sigues desarrollando por ahí.

¿Te manejas bien con los tres idiomas, con uno de ellos está claro que sí?
El castellano es mi idioma materno, con el inglés me siento bastante cómodo porque llevo muchos años imbuido en él, desde que empezaba a escuchar las canciones de mis artistas favoritos, desde pequeño, y luego tuve la oportunidad de aprenderlo más a fondo y de vivir en sitios donde se habla inglés. Es un idioma con el que también me siento bastante bien. Y con el portugués, bueno, he nacido en Badajoz y desde pequeño escuchaba el soniquete del portugués en las calles, aunque bien es verdad que diferente del que he desarrollado, que ha sido a través del contacto con músicos, con maestros de origen brasileño.

¿Qué sentido tiene lo de desaparecido en el sur del título?

Quizá que tiene ese componente de desaparición real, en cuanto a discos nuevos, porque entremedias sí que salieron remezclas [recogidas en el disco «Manipulado», 2008], pero yo de eso estoy un poco al margen, son cosas de la discográfica.

¿Qué sensación tiene uno cuando los remezcladores cogen sus temas y les dan la vuelta?
Es una sensación extraña, porque las primeras remezclas que empezó a encargar Borja a DJs de prestigio, gente muy variada, yo las escuchaba y decía, «tío, esto no lo reconoce ni su madre». La verdad es que las recibía con cierto excepticismo, pero, por otro lado, siendo consciente de que eso me ayudaba a difundir mi trabajo, con ese manipulado de otra gente especializada en el tema. De las remezclas que se han hecho, que me gusten mucho o que me emocionen, te podría decir que son un veinte por ciento. El otro ochenta… bueno, pues son las cosas de la industria musical, y lo entiendo, porque, a lo mejor, gracias a esta remezcla la canción empieza a sonar en clubes de todo el mundo, que siempre te viene bien. Hay algunas que me sorprenden agradablemente, como la de ‘Monosabio blues’, que la hizo Philip Owusu, un tío de Dinamarca, quedó muy chula. También me gustó una remezcla de ‘Guapapasea’ que hizo, hace dos o tres años, un colectivo de Los Ángeles que se llama Afrodisiac Soundsystem, fue una remezcla que me encantó, empezaba que parecía un tema de Missy Elliott o algo así. De las remezclas que está encargando el maestro Señorlobo del nuevo disco, hay una de ‘Truly’ que me gusta mucho. Se están preparando remezclas que irán saliendo en vinilo. ‘Truly’ ya ha salido en un siete pulgadas, con la versión original y en la otra cara la remezcla que ha hecho un tío de Canadá que se llama Moonstarr, es como si le hubiera hecho un «lifting» a la canción, le ha quitado treinta años de encima, porque parece un tema muy sesentero.

Es que ‘Truly’ tiene un poso muy clásico.
Claro, al final ha salido un rollo de soul clásico, de finales de los 60 o principios de los 70, y el tío que ha hecho la remezcla, la ha actualizado y la ha llevado a finales de los 90 o principios de 2000.

¿»Gone down south», el álbum, también sale en vinilo?
Sí, de hecho, el diseño fue hecho para vinilo y después se ha adaptado para la edición en CD. Por atrás ha quedado con una onda retro que me encanta.

¿Eres de los que prefieren el sonido del vinilo o del CD?
Hombre, por mi edad, me he criado escuchando música en vinilo, luego por seguir la lógica evolución pasé al CD, pero yo, más que un formato u otro, soy de los que les gusta escuchar música en un buen equipo, porque, independientemente del formato, lo que veo que se ha perdido es el rollo ese de vamos a casa de tal amigo que tiene un equipo de puta madre y vamos a escuchar música en condiciones. Ahora veo, sobre todo en las nuevas generaciones, que se conforman con escuchar música, o su canción favorita, en el altavocillo del teléfono móvil.

Sí, o en el altavocillo de veinte euros que le acoplan al ordenador.
Efectivamente. Creo que, en fin, estamos perdiendo esa buena costumbre. Por eso, más que decantarme por un formato u otro, lo que reivindico es que volvamos a escuchar la música en las mejores condiciones posibles.

Además, tu haces discos muy elaborados, de sonido muy cuidado, música para escuchar con detalle.
Bueno… uno intenta tener buen gusto para las cosas que más le importan.

Háblame de la grabación, que ha sido muy viajera.
Sí, ha sido un poco ir moviéndome aprovechando las circunstancias, con la gente que conocía de un sitio u otro que merecía la pena, y hemos ido grabando en diferentes sitios, desde Mérida a Los Ángeles, pasando por Londres, Madrid… Hemos hecho cositas en muchos sitios, pero de una manera muy desordenada, mucho más desordenada de lo que hubiera gustado en la discográfica, que son unos santos y aguantan mi desastre logístico. Pero, al final, el resultado nos gusta a todos.

¿Has grabado en estudios profesionales o en casas de amigos?
Hay grabaciones hechas en estudios profesionales. En Madrid, en Red Led, también en un estudio que es como de la familia, donde trabaja mi sonidista de cabecera, Iván Domínguez, un estudio pequeñito por Conde de Casal, El Escondite. También en un estudio muy guapo y muy grande en Londres, ahí grabamos piano y mezclamos algunas cosas. En un estudio de Austin hicimos algunos recordings. Y en Los Ángeles he trabajado en un estudio profesional, pero es el estudio que tiene un productor en su casa, lo conocí por casualidad, en una visita a la discográfica que me edita allí, Quango, me encontré a este muchacho, Sunny Levine, estuvimos charlando, hicimos buenas migas y quedamos en trabajar algunas cosas en su casa. Y de ahí salieron un par de temas, uno hecho íntegramente con samplers y con una carpeta de sonidos nuevos que le habían mandado, es ‘The love monk’, el tema más electrónico del disco. Hay otro, ‘Holly Hollywood’, que salió prácticamente de la nada, porque me llevé los archivos de audio de una sesión grabada en Austin, en el calentamiento, en el «sound check», mientras el sonidista estaba ajustando, me gustó el groove que estaban haciendo, se lo comenté a los músicos y me lo llevé en el disco. Con este colega, con Sunny, en su estudio de Los Ángeles estuvimos viendo lo que había, editando, cortando y entonces fue cuando descubrí que es un grandísimo productor. Pero es que de casta le viene al galgo, porque su padre es el superfamosísimo productor Stewart Levine, que te sonará de múltiples grabaciones, y su abuelo es Quincy Jones. Yo me decía, joder, mi colega tiene que ser un auténtico «Pedigree Pal» del mundo de la producción. Es un encanto de persona, trabaja a una velocidad y con una calidad increíbles. Ha hecho los últimos discos de gente tan dispar como Happy Mondays o el disco de Scarlett Johansson con Pete Yorn, que lo acababa de grabar cuando estuve allí. Es un tío que no para.

Con todo esto que cuentas, parece que manejas buenos presupuestos para tus grabaciones, ¿no?
Todo se debe al romanticismo bien entendido de la gente de Love Monk. Pero, cuando he trabajado con Sunny Levine, no ha habido nada de presupuesto, ha sido encontrarnos dos colegas y ponernos a hacer algo en su estudio. Lo único es que tienes que pagarte viajes, aviones…

Siempre que se habla de ti se define lo que haces como «soul afromeño», ¿crees que, con el tiempo, ha sido positiva o negativa esa etiqueta?
No sabría decir, porque no sé si confunde más que ayuda. A la gente le dices afromeño y se queda un poco diciendo, ¡¿esto qué coño es?¡ Bueno, ahí está, aunque creo que es innecesaria, que con decir música soul o música de raíz afroamericana sería suficiente.

¿Fue idea tuya lo de soul afromeño?
No lo sé, pero del palabro afromeño, para bien o para mal, sí que tengo que reconocer la paternidad. Salió en un tema de uno de los discos de Perrofláuta, en el que escribí una letra que consistía en una retahíla de gentilicios partidos por la mitad: vascollano, cataluz, afromeño… y cayó de pie la palabra. Eso transcendió para refererirse a la música que hacíamos. Es una etiqueta que me acompaña desde hace años.

Lo que parece claro es que el soul es el elemento unificador de toda tu música.
Sí, y de alguna manera me considero cómodo dentro de las músicas que tienen raíz afroamericana, el blues, el jazz, el gospel, el soul, el funk, pasando por el hip hop y el nu soul, es donde me siento mejor y es música que, de alguna manera, está relacionada, pero, por ir a una sola palabra, es música soul.

Que, digamos, es tu principal alimento musical, ¿lo fue en los años de formación?
Claro, soy de la opinión de que igual que dicen que uno es lo que come, se puede extrapolar y uno es lo que le apasiona y lo que ha escuchado muchísimo durante mucho tiempo, lo que le ha emocionado, y quieras o no, tiene que ir entrando en ti, a no ser que seas una persona totalmente cerrada e impermeable. Que creo que nadie lo es. De esa manera, de lo que te vas alimentando musicalmente, es en lo que te vas convirtiendo.

Ahora, que ya han pasado unos años, como ves los dos discos anteriores, «Gupapasea» (2003) y «Chandalismo ilustrado» (2006)?
Los veo con mucho cariño, con los dos tuve la suerte de reunir un buen puñado de canciones, y los dos me han dado la oportunidad de viajar, de conocer muchos sitios y mucha gente, que si no hubiera sido por esos discos, a lo mejor, no hubiera podido hacerlo, o hubiera tardado más tiempo. También, cuando pienso en los dos, tengo que pensar en el cariño que le tengo a la familia Love Monk por seguir haciendo discos, y tan cuidados, en esta época en que ha desaparecido el negocio de venta de discos. Tío, es para pensar que son unos románticos y que les gusta. Me siento muy afortunado de seguir con ellos y nuestro vínculo siempre será especial, porque tanto el primer disco de Gecko Turner como el primero del propio sello fue el mismo, «Guapapasea», para mí son mi familia, más que mi discográfica.

¿Y qué queda en ti de Perroflauta?
Tiene que quedar todo lo que aprendí en esa época, porque fue un taco importante para mí, estuve currando en un estudio analógico, durante cuatro o cinco años, trabajábamos para todo tipo de clientes, hacíamos todo tipo de producciones y aprendí lo que es el trabajo de hacer un disco de pe a pa, el trabajo de ser productor musical. En esa época también hice un montón de canciones interesantes que tuve la suerte de poder vestir con amigos brasileños, que eran grandes músicos y que supusieron para mí un gran avance musical en todos los sentidos. Espero que lo mejor de esa época, siempre esté conmigo.

Una curiosidad final: La primera vez que escuché el término «perroflauta» fue como nombre de vuestro grupo y, luego, años después, ha derivado en la definición de una tribu urbana.
Sí, ahora se usa para referirse a los medio hippies, desaliñados, que están buscándose la vida con un perro y dándole la vara a la gente en la calle con la flauta…

¿Fue antes el nombre del grupo?
Sí, fue antes, de hecho, en el primer disco había un dibujito que hizo un colega y era un perrito con una nariz de flauta, algo naïf. Y la verdad es que fui el primer sorprendido cuando, con el tiempo, vi que ese palabro ya significaba otra cosa, definía a una tribu urbana. No sé si una cosa puede tener relación con la otra, lo que sí sé es que en esa época del grupo, de Perrofláuta, fuimos a un montón de festivales y era cuando empezaba el rollo este, muchas veces mal entendido, del mestizaje, y yo no sé si la palabra nació ahí. Pero cuando se acuñó no tenía nada ver.

Vaya, sigo con la duda.
Yo igual, sigo manteniendo la duda de si el nombre del grupo pudo influir para que la gente dijera, un tío con un perro y una flauta, perroflauta.

Tiene gracia, en todo caso.
¡Descarao! Tiene mucha gracia.


Desde aquí puedes acceder a la web de Gecko Turner.

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