Futuro interior, de Ángel Petisme

Autor:

DISCOS

«Tan bien hecho como está, sobrecoge de bonito»

 

Ángel Petisme
Futuro interior
EL TRANVÍA VERDE, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Acostumbrados a ubicar a Ángel Petisme en canciones con trazos melódicos más devotos de las hechuras clásicas, en canciones en que la emoción llegaba de sonidos atentos a la tradición —incluso folklórica, siempre serena, a pesar de lo crudo de algunas letras— sorprende el experimento en que se ha embarcado. Que no es tal experimento, al fin y al cabo, porque Petisme también es poeta —quiero decir que ha escrito una treintena de libros y ha recibido premios importantes—, y en sus conciertos suele recitar, entre canción y canción, algunos de sus poemas. Además, se basa en un espectáculo de poesía escénica que Petisme llevó a cabo por algunos festivales de vanguardia y literatura, con la presencia de rap poetry y spokenword. Así que, en el fondo, este disco tampoco es nada desacostumbrado ni que no hubiera hecho antes; simplemente ha dotado a estos poemas de fondos electrónicos.

Su poesía se construye con calados muy diferentes. “Verano”, que abre el disco, es a la vez costumbrista y cósmica, alucinada. El sonido electrónico está salpicado por momentos lúdicos, de suspense, pero también profundos, casi arcaicos. «Es un verano misterioso y terrible», se dice. A partir de aquí, cada poema tiene su textura detrás, su alma, por muy computerizada que esté. Hay un par de poemas que se acompañan de electrónica de club. Ahí tenemos “Democracia”, casi bailable y con una voz que intenta ser impersonal, o sea, más emotiva. También “Poeta en huelga”, que comienza con texturas gregorianas para cantar la dignidad de su misión de poeta y acaba siendo casi industrial.

Dos direcciones que se repetirán en otros poemas. “Estado del bienestar” también tiene fondos industriales, pero siempre juguetones con la escatología de la letra. Y “Amén, digo amén” tiene también un inicio gregoriano que se alía con una letra goliardesca del siglo XXI, irreverente —como ha de ser toda la literatura— y canto de amor sardónico a las nuevas tecnologías. Podíamos incluir aquí los golpes secos y sonidos galácticos que sostienen “El corazón negro del mundo”, junto a voces que son destellos soul, y “Abraza lo invisible”, con un excelso dominio del lenguaje coloquial y un fondo más rugoso, casi de tormenta.

Tiran por otros derroteros “Primeros auxilios”, mucho más folk, rozando lo lisérgico, que recuerda esas aleaciones de géneros que hacía un olvidado grupo: La Romántica Banda Local. También tiene fondo psicodélico, este a la manera de los Beatles del periodo, “Diez amigos”, que se completa con pianos revoltosos y fragmentos casi tribales.

Hemos dejado para el final las dos que resultan más orgánicas, canciones a la vieja usanza. “Milagro en Belén” navega sobre una guitarra acústica, con letra cercana al Aute de los setenta y con susurros tan acariciantes como dice su letra. Una preciosidad. También lo es “Aromaterapia”, también sensitiva, como su nombre indica, y con una guitarra bluesera. Petisme cada vez hace canciones más emocionantes.

En definitiva, cada poema posee su propia personalidad, perfectamente trabajada. Más rapsoda que cantante, el hecho no es nuevo en la música y ha aparecido en la Segunda Escuela Vienesa, la Performance Party de los beatniks, el dub poetry de raíces funk, el spoken word o de las propuestas innovadoras de los ochenta de David Byrne o Laurie Anderson. Incluso en la música española tenemos artistas tan magníficos, y tan olvidados, como Carlos Oroza. Todos acompañan a Petisme en este camino que, en ocasiones, y tan bien hecho como está, sobrecoge de bonito.

Anterior crítica de discos: Taking pictures of taking pictures, de The BV’s.

 

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