DISCOS
«El álbum resuena como una actualización del lustroso soul electrónico de sus tres discos de mediados y finales de los noventa»
Everything But The Girl
Fuse
BUZZIN’ FLY / VIRGIN, 2023
Texto: XAVIER VALIÑO.
«Bésame mientras el mundo decae / Bésame mientras la música suena». Son dos de las frases que entona Tracy Thorn en “Nothing left to lose”, la canción que abre Fuse, el primer disco de Everything But The Girl en veinticuatro años y el regreso más inesperado y mejor llevado del año, si no de la década. Se habían disuelto tras Temperamental, en 1999, un álbum en el que, según Thorn, se sintió como la cantante invitada en el disco de otros. Aunque se dedicaron a criar a sus hijas, es cierto que tanto ella como su pareja, Ben Watt, siguieron editando discos y libros en solitario. Y ahora que sus hijas ya superan la veintena, y con el tiempo extra cedido por la pandemia, decidieron dar nueva vida a la banda.
El álbum resuena como una actualización del lustroso soul electrónico de sus tres discos de mediados y finales de los noventa, cercano en sus resultados artísticos al hito que fue Walking wounded (1996), con cuatro cortes aptos para el baile, pero también atmósferas a media luz que se van alternando con una secuencia inmejorable. La voz de Thorn se muestra más madura, con mayor profundidad, más emocionante, cantando sobre personajes que buscan escapar, abandonarse y liberarse a sí mismos (apabullantes los versos «Perdí la cabeza la semana pasada / Mis maletas / Mi mayor cliente / El trabajo perfecto / El rumbo… / Perdí a mi madre»).
Fuse crece con cada escucha, engarza con su pasado inmediato —el de hace casi tres décadas—, suena actual y abre la vía a la continuidad. “Karaoke”, con su excelsa melancolía, no puede ser mejor epílogo. «¿Quién estará alrededor cuando todo se queme / Dame algo a lo que pueda aferrarme para siempre».
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Anterior crítica de discos: Como ladrones sorprendidos, de Mi Capitán.