Fuera de combate, de Raúl Núñez

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LIBROS

«Esta novela cierra el ciclo del peculiar mundo del escritor porteño, con una sensibilidad especial para captar el desamparo y la ternura»

 

Raúl Núñez
Fuera de combate
EFE EME, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.                           

 

Hemos de dar gracias a ese Dios, que nunca aparece en sus obras sino para arrasar la mente de algún personaje, de que Fuera de combate, la novela póstuma de Raúl Núñez, pueda ver la luz. Bueno, a Dios, a Alfons Cervera y a Juan Puchades. El tercero, cuenta en la introducción las aventureras circunstancias del texto y su difícil transcripción, ya que —escrita a máquina— algunas de las páginas solo estaban marcadas por la leve caricia de las teclas. Y estas gracias no lo son porque haya una novela más, sino porque esta novela cierra el ciclo del peculiar mundo del escritor porteño, hecho de una sensibilidad especial para captar el desamparo y la ternura. El primero, grabado en cada código de barras de cualquier ciudadano del planeta; la segunda, mucho más difícil de ver.

La novela comienza como un gran foco que iluminase las arterias oscuras de la gran ciudad. En este caso, Barcelona, de la que nunca salió del todo, a pesar de residir en Valencia desde 1988, pero podría ser cualquiera. Ahí, iluminadas, van apareciendo escenas que parecen no tener relación entre sí. El dueño de una casa de citas y un policía traman un escarmiento, bodegas que reciben a bebedores cuya vida está a punto de romperse, gentes que salen de la cárcel con más odio del que entraron. De golpe, se nos empiezan a mostrar otras estampas que parecen más desacostumbradas. El hijo que vive dentro de un saco de lona porque su madre quiere protegerlo —una imagen que se instala en la memoria y ya no sale—, o una hija que ve a su padre a los cinco años de la separación y empieza a actuar de forma estrambótica, sin adecuación con el contexto.

En esta tensión entre un costumbrismo feroz y lo inusual, va transcurriendo un libro en el que las historias se van engarzando como franjas de hiedra que convergen. El policía y el dueño del burdel, este último con Lulú, su reciente fichaje, acuden a la bodega de la Señora Negra, mientras nacen niños con defectos físicos y encargadas de cererías del Barrio Gótico meten palomas en su bolso. Continuamente basculando entre la realidad y el delirio, Núñez consigue que el lector esté atento por su peculiar forma de narrar, de frase corta, certera, sin perderse en sentencias que desajusten el discurso. Es calle. Pura y dura.

Y mientras tanto van pasando cosas. Parejas que se van con el dinero y ataúdes blancos, exmaridos que hacen lo que sea para sentir de nuevo la piel de su antigua esposa y búsquedas por toda la ciudad. El laberinto va marcando salidas que sin embargo no se pueden alcanzar. La homosexualidad, el sadismo y la desesperación no se toman como elecciones que se han de respetar, sino como entradas en un mundo caótico, alejado de la placidez y entregado a la destrucción. En realidad, cualquier personaje de Raúl Núñez parece destinado a ella.

Sería demasiado arriesgado decir que esta es la mejor novela de Raúl Núñez, porque parto de la base de que no hay una mejor novela de Raúl Núñez. Cada una tiene su propio universo, aunque parezcan conectadas por lazos invisibles. Sinatra, recientemente reeditada, representa la intimidad, las precisas maniobras mentales del protagonista para encontrar caricias, aunque sea en una fugaz mirada; Fuera de combate es el personaje colectivo, un hormiguero que traslada La colmena de Cela a una Barcelona más cercana a nosotros, pero igual de decrépita.

Hacia la mitad de la novela las historias comienzan a cerrarse. Algunos personajes desaparecen, otros simplemente se vuelven locos. Las relaciones se afinan y se entra en un mundo más delirante y onírico. El último personaje en danza es el jefe de un importante cártel que advierte que una mujer que encuentra en el cabaret Nevada —la casa de citas del principio— es la diosa que está esperando su tribu. Con su presencia y con este reconocimiento ya se da vía libre a campeones de sumo, muertes, tribus y hombres que caminan al revés. Ha cerrado bien la novela Raúl Núñez. Las tres líneas finales, concentran, sin decir nada más allá de lo que se puede oír en cualquier bar mañanero de nuestro país, la esencia de la novela. Más que concentrarla, la aclaran sin tener nada que ver con lo que se ha contado antes.

Fuera de combate habla de seres derrotados, de cómo nos pesa el mundo, de que el diablo está presente, sea de una forma u otra. Habla de cómo todos estamos desamparados y arañamos el aire para impedirlo y de que hay —aún— un poco de esperanza. Y habla de la ternura con mucha ternura, la de alguien que sabía que es la única arma que tenemos para vencer.

Anterior crítica de libros: Alcaravea, de Irene Reyes-Noguerol.

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