CINE
“Un retrato nada complaciente de los senderos siniestros que puede tomar una relación”
“Frente al mar” (“By the sea)
Angelina Jolie, 2015
Texto: HÉCTOR GÓMEZ.
Ha pasado ya más de una década desde que Angelina Jolie y Brad Pitt iniciaran su relación sentimental en el rodaje de “Sr. y Sra. Smith” (Doug Liman, 2005). Fue un romance soñado para las revistas y programas del corazón, dos actores de primera fila que se unían en el mejor momento de sus carreras. Y un ingrediente más (nada banal): los dos eran (y son) guapos, muy guapos.
Este comentario en apariencia frívolo tiene, sin embargo, su importancia. Porque el tirón mediático y publicitario de Brangelina se centraba en el innegable magnetismo físico de la pareja, y dejaba de lado –porque el sensacionalismo tiene por costumbre obviar todo lo que esté más allá de la apariencia – que estamos ante dos actores de talento. Brad Pitt lo ha demostrado con creces en papeles que lo alejan del arquetipo del galán seductor, pero el caso de Angelina Jolie ha sido, si cabe, todavía más complicado. Seguramente sea por el simple hecho de ser mujer la razón principal por la que a mucha gente le cuesta desprenderse de la imagen de sex symbol alimentada por títulos como la saga “Tomb Raider” y asimilar que Jolie tiene muchas cosas que contar desde su faceta como directora.
Y es que parece que ha sido detrás de la cámara donde Angelina Jolie ha sabido encontrar su manera de expresarse. Y en su tercer largometraje es donde se arriesga al más difícil todavía. En “Frente al mar” (“By the sea”, 2015) huye de las historias “bigger than life” de sus dos primeros títulos (“En tierra de sangre y miel”, 2011, e “Invencible”, 2014) para presentar una historia de pareja totalmente centrada en el estudio psicológico de los dos personajes protagonistas. Y el más difícil todavía aparece cuando esos protagonistas son los propios Pitt y Jolie, un matrimonio en crisis que huye hacia el paraíso de la Riviera francesa para –en apariencia – firmar el acta de defunción de una relación moribunda.
Parece como si Angelina quisiera despojarse de los últimos fragmentos de su imagen como sex symbol, mostrando sin ambages todo el glamour decadente de una ex bailarina cuarentona que ha visto frustrados todos los sueños de su vida y cuyo gran castigo es disfrutar de todo el dinero del mundo para contemplar lentamente su propia corrupción física y moral. El personaje de Jolie, errático, antipático y manipulador transmite a la perfección un estado de dejadez vital que se corresponde milimétricamente con la actitud autodestructiva de un marido alcohólico y artísticamente frustrado. Los dos dan lo mejor de sí mismos para hacer daño al otro, en una espiral que solo encuentra su freno cuando el descubrimiento fortuito de un agujero en la pared de la habitación de su hotel les abre la puerta a un mundo nuevo.
Ese agujero, metáfora de la máquina del tiempo que les transporta a otro momento, les permite contemplar(se) a través de los cuerpos de otros, una joven pareja (Mélanie Laurent y Melvil Poupaud) que representa todo aquello (el deseo, la pasión, la complicidad) que desaparece poco a poco carcomido por la rutina y la frustración. Frente al mar podría ser, en definitiva, el reverso tenebroso de “Antes del anochecer” (Richard Linklater, 2013), un retrato nada complaciente de los senderos siniestros que puede tomar una relación, aunque quizá con la (débil) esperanza de poder encontrar la luz al final del túnel.
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